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la verdadera identidad de pedro calleja

Veranos de cine: A pleno sol

Veranos de cine: A pleno sol Ripley tiene talento para la simulación. Alain Delon, además, es guapo como un demonio. El personaje de ficción le debe a su creadora, la escritora Patricia Highsmith, un carácter voluble y camaleónico, de superviviente nato aunque acomplejado. El actor de la película dirigida por René Clément posee pegamento epidérmico, y con eso le basta. Su fuerza está en lo que se percibe a simple vista: cuerpo, ojazos, piel morena. Si combinamos al uno con el otro, obtenemos un prodigio de seducción, fotogénico e ingenioso, vanidoso e insaciable, perfecto para ejercer de corazón de las tinieblas en un thriller afrancesado rodado, curiosamente, a pleno sol. Nada más entrar el protagonista a formar parte de la vida de sus compañeros de reparto, percibimos el sordo rumor de la tragedia. Delon escucha, calla y calcula. La muy angelical Marie Laforet y el nada ambiguo Maurice Ronet, pareja de hecho y cohecho, le siguen la corriente, encandilados por la fingida autenticidad de su invitado parasitario. Ella le susurra canciones de casi amor; él ronronea de gusto enseñando las plumas. Los tres disfrutan del mar, el sexo y el sol —como diría Serge Gainsbourg— a bordo de un velero mecido por las olas del Mediterráneo. Sin previo aviso, la tormenta estalla bajo un cielo azul, luminoso, en medio de una apoteosis de brillos y silencios. No hacen falta nubes, lluvia, truenos ni centellas para ponernos los pelos de punta. El pobre asesina al rico de un golpe seco y toma su lugar en el mundo. La sangre se diluye en el agua lo mismo que en la conciencia del asesino (y en la de los mudos espectadores del drama). Delon se transforma en un bello tenebroso sin zonas oscuras, que a punto está de salirse con la suya.

A pleno sol (Plein Soleil). Francia-Italia, 1959.

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