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la verdadera identidad de pedro calleja

Veranos de cine: Dirty Dancing

Veranos de cine: Dirty Dancing Pasar las vacaciones en compañía de los padres es una lata. Sobre todo a ciertas edades. A Jennifer Grey, que acaba de salir de la adolescencia con muchas asignaturas pendientes, no le hace ninguna gracia encerrarse en un campamento ocupacional para familias felices durante todo un verano, pero cualquiera le dice algo a papá. En Catskills, a principios de los años sesenta, en pleno subidón Kennedy, todo está diseñado para comer, beber, hacer deporte, tostarse al sol y participar en las eliminatorias del campeonato estatal de carreras de sacos. Neoyorquinos y neoyorquinas de sueldo medio-alto hipotecan sus ganas de vivir doblegándose a un chiripitifláutico programa de actividades de ocio comunitario. Entre una y otra actividad, eso sí, hay quien aprovecha la confusión para crecer de golpe. Eso le sucede a nuestra protagonista con cara de ratón. Sin querer o queriéndolo mucho, lo mismo da, descubre la puerta falsa que conduce al lado salvaje de la vida. De la mano de Patrick Swayze, animador turístico y gigoló eventual necesitado de afecto, dinero y respeto, la chica se inicia en los misterios del baile prohibido: una mezcla de swing, rock’n’roll, lambada, frota-frota y kung-fu, que se practica de noche y en la clandestinidad. Como resulta ser una alumna aventajada, Jen pronto forma pareja danzante con Pat, después de echarle una mano a una joven que acaba de abortar y hacerse amiga de los negros. Al final, en vez de recibir una bronca por su comportamiento libertario, sus progenitores deciden afiliarse al Partido Demócrata. A la hermana pequeña le da un patatús. Feliz final para un final feliz. Todo es posible en Hollywood.

Dirty Dancing (Dirty Dancing), de Emile Ardolino. Estados Unidos, 1987.

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