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la verdadera identidad de pedro calleja

Veranos de cine: Cuento de verano

Veranos de cine: Cuento de verano En verano cuesta tomar decisiones. Las altas temperaturas embotan los cinco sentidos. Incluso el sexto, que normalmente sirve como radar intuitivo en según qué situaciones comprometidas, permanece en trance la mayor parte del tiempo (al menos, si no recibe los estímulos adecuados). En el caso de Melvil Poupaud, el actor protagonista de este cuento cinematográfico dirigido con mano izquierda por el viejo zorro de Eric Rohmer, el asunto se complica aún más por culpa de un guión que parece haber sido escrito al mismo tiempo que era interpretado. Con la guitarra al hombro, la expresión aturdida y las pantorrillas al aire, nuestro antihéroe se planta en medio de un pueblecito de playa plagado de veraneantes. Su intención es huir de un desamor, ponerse como un cangrejo y estudiar el folclor de la zona. Tres chicas muy distintas entre sí —Amanda Langlet, Aurélia Nolin y Gwenaëlle Simon— se cruzan en su camino. Las tres son adorables y le traen de cabeza, pero él no acaba de decidirse por ninguna. En una serie de escenas descacharrantes, va pasando de una a otra como una bola de ’pimball’ descontrolada, hasta que él mismo provoca el ’tilt’ y es expulsado de la partida. ’Game Over’. Como en el caso de las leyendas urbanas, todos conocemos a alguien al que le han sucedido cosas muy parecidas. Nosotros mismos, zarandeados por los vaivenes hormonales de la adolescencia, nos hemos enfrentado a dilemas similares, de imposible resolución lógica. La magia de esta película reside en haber transformado esos momentos de duda existencial para pardillos sin remedio en brillantes engranajes de comedia neorrealista sofisticada. No se dejen engañar por lo que dicen de las apariencias. Casi nunca engañan.

Cuento de verano (Conte d’été), de Eric Rohmer. Francia, 1996.

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