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la verdadera identidad de pedro calleja

Sexo sobre ruedas

Sexo sobre ruedas

YO, MOTO. Follar encima de una moto en marcha resulta complicado. Calentarse o recalentarse la entrepierna montado en uno de estos vehículos de dos ruedas, en cambio, es de lo más natural. Casi todos lo hemos hecho alguna vez.

La protagonista de la novela La motocyclette, de André Pieyre de Mandiargues, publicada en 1963, se levanta de madrugada sin hacer ruido, para no despertar al marido; enfunda su cuerpo desnudo en un mono de cuero negro con cremallera delantera; saca la Harley-Davidson del garaje, se acomoda en el sillín, enciende el motor y se lanza a la carretera. Durante más de doscientas páginas de enredada prosa morbosa, la chica repasa mentalmente los mejores polvos de su vida, atravesando fronteras, embriagándose de velocidad, provocando a militares y camioneros. Su lugar de destino es la casa del Amante. Así, con A mayúscula. Antes del final, ella y su vehículo se confunden en un mismo significado simbólico, hasta alcanzar la esencia del puro y duro ’eurotismo’ cinético.

Existe película de culto basada en el libro: se titula Girl On a Motorcycle y se estrenó en 1968. La dirigió, con mucho estilo y alguna sustancia extraña en el cuerpo, el gran fotógrafo británico Jack Cardiff. Agárrense bien, porque los protagonistas eran Marianne Faithfull, supergroupie rollingstoniana, y Alain Delon, el hombre más guapo del mundo (al menos, en esa época).

También Serge Gainsbourg, atento lector de Mandiargues, se sintió arrebatado por la imagen de una mujer sexualmente activa conduciendo una moto de gran cilindrada con el cabello al viento y los dientes apretados. Por eso compuso la canción Harley-Davidson en 1967, interpretada con absurda pero pegajosa indolencia por la irrepetible starlette Brigitte Bardot.

Por otra parte, hace un par de semanas vi un porno de Rocco Siffredi relacionado con las motos: Rocco Supermotorhard. Incluía una escena de sexo en grupo que ponía los pelos (y otras cosas) de punta. Estoy seguro de que, después de participar en esta película, Belladonna, una de mis actrices X favoritas, tuvo que ser ingresada en el hospital: por viciosa, por bruta y por tragona.

YO, COCHE. A muchos seres humanos les gusta utilizar el coche para follar. Quedan con su pareja, salen de la ciudad, se detienen en un lugar oscuro y transforman su vehículo en un improvisado motel sobre ruedas. No existe picadero cutre más barato. De todas las variantes sexuales posibles relacionadas con los automóviles, quizás sea ésta la más habitual y la menos excitante. Se me ocurren cientos de formas de mejorarla. Por ejemplo, hacerlo en un autocine de ésos que salen en las películas americanas con mucho ramalazo nostálgico. O mejor aún, imitando a ciertos pornógrafos italianos y permitiendo que decenas de mirones se acerquen al picadero móvil, enseñen sus miembros morcillones a la pareja del interior, se masturben contemplando el espectáculo y acaben eyaculando sobre las ventanillas laterales.

El cine erótico mantiene muy buenas relaciones con el sexo automovilístico. Existen varios subgéneros específicos en los que el coche funciona como motor de la trama calenturienta. A mí, el que más me pone, es el de las limusinas. Cada vez que veo una, me imagino a varias parejas follando dentro. Ellos, con los pantalones del traje bajados hasta los tobillos y la corbata desanudada sobre la espalda; ellas, con el vestido de noche arrugado en la cintura y enseñando las prendas más caras de su lencería. Una de mis películas malas favoritas de todos los tiempos es Rolls Royce Baby, de Michael Thomas, rodada en Suiza en 1975. La protagonista, Lina Romay, desnudísima, se pasa 90 minutos dando vueltas con su limusina en busca de amantes de usar y tirar.

Rodar escenas porno en limusinas es una práctica corriente y barata. Los franceses son expertos en la materia. Hacerlo en otro tipo de vehículos, en medio de una persecución con derrapes y curvas, por ejemplo, sólo está al alcance de unos pocos realizadores. Narcís Bosch es uno de ellos. En Bulls & Milk, estrenada en el 2000, sale la guapísima Sara Bernat follando y disparando al mismo tiempo en un coche conducido a todo trapo por Roberto Malone. Ver para creer.

YO, MORATONES. A estas alturas de texto, muchos modernos estarán echando de menos una referencia clara a la novela Crash, de J.G. Ballard, publicada en 1973, y a la adaptación cinematográfica de David Cronenberg, estrenada en 1996. El tema principal de ambas obras es el sexo y los coches. O sea: lo blando y lo duro, la carne y el metal, la sangre y la gasolina. Los extremos se meten mano.

En Crash, los personajes experimentan orgasmos recreando, participando, provocando o sufriendo accidentes automovilísticos. Las cicatrices resultantes son objeto de deseo lujurioso. El libro descoloca al lector por su frialdad, su ironía marciana y su ideología setentera. La película, tórrida a más no poder, ofrece la oportunidad de exhibir su cara oculta a un puñado de actores esquinados: Elias Koteas, James Spader, Holly Hunter, Rosana Arquette y ese súcubo hecho mujer que responde al hipnótico nombre de Deborah Kara Unger.

Lo malo de Crash es que no hay quien entienda su propuesta calenturienta. Demasiado radical, rebuscada y pedante. Puestos a elegir, sale más a cuenta pasarse la tarde-noche del sábado en la feria, montado en los coches de choque, escuchando los hits de Georgie Dann y echándole el ojo a un chulazo peligroso o una pin-up de barrio con plataformas. O follamos o nos parten la cara. Fijo.

brigitte bardot playbackea harley davidson en televisión

2 comentarios

cristina -

http://www.youtube.com/watch?v=MYAjxHAh9Zo&feature=related

mua!

manolín -

a belladonna algún día le va a pasar algo malo. Tanta polla salvaje no debe ser bueno.