Atlántida: La ciudad que nunca existió
La Atlántida de Platón era una utopía socialista marcada por la fatalidad divina. La de las novelas y películas de serie B, en cambio, parece un balneario exótico para aventureros. Lo habitan mujeres fatales y pérfidos científicos. Al final, siempre se hunde en el mar o se desvanece en el aire. No hay término medio. Ahí va un resumen urgente de incidencias catastróficas.
La Atlántida (G.W.Pabst, 1932). Segunda versión cinematográfica de la novela de Pierre Benoît. Expresionismo alemán al servicio de una historia de ‘amour fou’ más allá de la muerte. La musa Brigitte Helm encarna a la reina Antinea, devoradora de hombres rubios.
Undersea Kingdom (B.Reeves Eason y Joseph Kane, 1936). Serial yanqui al estilo Flash Gordon. El mazas Ray ‘Crash’ Corrigan viaja al reino sumergido para tratar de poner orden entre los atlantes de derechas y los de izquierdas. Todos van vestidos de romano, se desplazan a caballo, tienen mascotas robóticas y gesticulan como Chiquito de la Calzada.
La Atlántida (Gregg Tallas, 1949). La mejor adaptación del texto exótico de Benoît. La Atlántida está situada en medio del desierto. Dos legionarios pierden la cabeza por María Montez, que interpreta a una diva inmortal que colecciona amantes petrificados en la sala de trofeos de su palacio. Un clásico de la videoteca de Terenci Moix.
Fire Maidens of Outer Space (Cy Roth, 1956). Psicotronía británica para cinéfagos sin escrúpulos. Un grupo de astronautas descubre que la 13ª luna de Júpiter está colonizada por chicas en bañador que bailan la danza del apareo galáctico. No me pregunten porqué, pero son descendientes de los últimos atlantes.
El continente perdido (George Pal, 1961). El productor de La guerra de los mundos nos cuenta la historia a su manera. Un marinero griego acompaña a la princesa de La Atlántida a su casa. Allí, entra en contacto con una civilización avanzada. El malvado de turno, escoltado por un ejército de hombres-bestia, amenaza con utilizar energía atómica para apoderarse del trono. ¡Que empiece la fiesta!
La conquista de la Atlántida (Vittorio Cottafavi, 1961). Peplum para viciosos. El héroe mitológico Hércules, encarnado por el musculoso Reg Park, se enfrenta cara a cara con la pérfida monarca de La Atlántida, Antinea, interpretada esta vez por la escultural ‘pin-up’ norteamericana Fay Spain.
El conquistador de la Atlántida (Alfonso Brescia, 1965). Otra pieza de culto para los amantes de las faldas cortas, las pantorrillas duras y los argumentos surreales. El semidios Hércules (Kirk Morris) naufraga cerca de la Atlántida y descubre que un nigromante se dispone a invadir el mundo con un puñado de zombies robóticos teñidos de azul.
Santo contra Blue Demon en la Atlántida (Julián Soler, 1969). Un villano a lo Dr.No que vive en una guarida ‘high tech’ construida en las ruinas de la Atlántida. Un rayo misterioso capaz de controlar las mentes. Dos campeones de lucha libre que duermen con la máscara puesta. En efecto, amigos: estas cosas sólo pasan en México.
Los conquistadores de Atlantis (Kevin Connor, 1977). El galán Doug McClure —más conocido como Trampas, el vaquero patoso de la teleserie El Virginiano— encabeza una expedición hacia La Atlántida. Le dan la bienvenida una docena de monstruos de látex.
La isla de los hombres peces (Sergio Martino, 1978). Barbara Bach, chica Bond, top-model y esposa de Ringo Starr, el batera de los Beatles, sufre el acoso de un grupo de figurantes disfrazados de pez. Los guionistas improvisan la historia alrededor de esta premisa. Hay doctor loco, presidiarios fugados, ritos de vudú y, ¡sorpresa!, la maqueta de una ciudad sumergida que podría ser La Atlántida.
Los invasores del abismo (Ruggero Deodato, 1983). Científicos pasados por agua y exveteranos de la guerra de Vietnam naufragan en una isla y unen sus fuerzas para combatir a una banda de ‘freaks’ liderados por un individuo con el cráneo de cristal. ¿Son atlantes? ¿Son primos lejanos de Mad Max? ¿Son ‘hooligans’ de vacaciones?
Texto completo de un artículo publicado en el diario El Periódico de Catalunya, en noviembre de 2001, como apoyo a una reseña de Atlantis (Gary Trousdale y Kirk Wise, 2001).
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