Hay quien se excita sexualmente viendo dibujos animados. Es así. Podrá parecer extraño, pero no deja de tener su lógica, visto lo lejos que hemos llegado en esto de la cultura basura para minorías freakies. De hecho, a estas alturas del siglo XXI, la cultura basura ya ha dejado de ser basura y los freaks nos hemos transformado todos en expertos de la fenomenología mutante. Volviendo a lo de antes: ¡La animación pone que da gusto! Y no me refiero sólo a la japonesa. El programa televisivo Toon Toon, que se emite semanalmente por Canal 33, dedica siempre unos minutos de su emisión a las entrevistas con famosos. Al estar el programa enteramente dedicado a los dibujos animados para postadolescentes y adultos sin prejuicios, las preguntas giran en torno a conceptos tan interesantes como “¿De qué sexo es la Pantera Rosa?” o “¿Con quién te irías a la cama, con Wilma Picapiedra o con Betty Mármol?”
Sobre la hipotética masculinidad o femineidad del felino creado por DePatie y Frelenz no se ha puesto de acuerdo nadie: Cicciolina piensa que es una chica; Andreu Buenafuente asegura que es un tío; Pedro Almodóvar sugiere que podría ser una drag-queen, y a Santiago Segura ni le va ni le viene. En el conflicto entre Wilma y Betty, sin embargo, la cosa está clara: la que se lleva la palma por amplia mayoría de votos es la morenita. De Alex de la Iglesia a Jess Franco, de Jeff Miles a Mucho Muchacho, de Nacho Vidal a Roberto Malone, todos la consideran más morbosa que su vecina rubia y aburguesada.
Lo más sorprendente del affair Wilma vs. Betty es que ninguno de los encuestados parece extrañarse lo más mínimo por la contundencia sexual de la pregunta. De hecho, a lo largo de más de cuarenta programas, los responsables de Toon Toon afirman que eso de imaginarse a uno mismo ensayando posturas del Kama Sutra con éstos u otros personajes animados está a la orden del día. Sin ir más lejos, en el libro Deviant Desires. Incredibly Strange Sex (Juno Books, 2000), de Katherine Gates, dedicado a todas las desviaciones eroticofestivas imaginables, aparecen reseñados los flurverts, que son aquellas personas que practican sexo entre sí disfrazadas de animales de peluche o personajes antropomórficos de dibujo animado. También los aficionados al manga esconden en su interior a genuinos gourmets del cartoon subido de tono. Basta con darse una vuelta por Internet para descubrir miles de páginas web especializadas en hentai, que es el término que engloba al manga y al anime de temática erótica o pornográfica.
Las imágenes hentai se caracterizan por conservar esa estética tan característica de los tebeos y dibujos animados japoneses: adolescentes con rasgos infantiles y grandes ojos, órganos sexuales sugeridos o desmesurados (según si los dibujos están censurados o no), líneas cinéticas muy marcadas y un acabado romántico-kitsch subido de tono. En las galerías hentai se lleva mucho el sadomasoquismo light, aunque las Lolitas con grandes pechos siguen siendo el trofeo más codiciado por los adictos veteranos.
La última sensación en materia de sexo animado lleva el sello de Private. Se vende en formato dvd y se titula 2funky4U (algo así como Demasiado guarro para ti). Según sus promotores, se trata de la primera película X de la historia del cine enteramente generada por ordenador (con técnicas digitales en 3-D). El estilista bizarro Michael Ninn, autor de títulos de culto como Shock, Latex, Diva y sus múltiples secuelas, figura como director del invento. Barbara Brown es la autora del guión, protagonizado por unos afroamericanos —Darrell ‘The Black Bone’ Johnson y Chlovee ‘The Curve’ Crawford— que buscan financiación para rodar un porno. La única persona que parece dispuesta a ayudarles es la jefa mafiosa Big Mama, una gorda repelente que les pide sexo a cambio de la pasta. Enseguida se unen a la fiesta varios sementales cachas, un par de Barbies neumáticas y un enano superdotado que responde al apodo de Biggy Small.
¿Que si funciona? Sí y no. Las escenas hardcore tienen una especie de textura gomosa que descoloca; los pechos de las chicas, más grandes que sus propias cabezas, poseen vida propia, y a los penes sólo les falta hablar. Por lo demás, después de 65 minutos de mete y saca al estilo 2funky4U, lo único que le apetece a uno es engancharse a un videojuego de supervivencia sexual tipo Lara Croft: Tomb Fucker. Lo malo es que todavía no está inventado.
Artículo publicado en la sección Reciclaje del suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, en enero de 2003.