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la verdadera identidad de pedro calleja

MODA(S) Y MODO(S)

La Movida y yo

La Movida y yo

Este texto semiautobiográfico se publicó en la revista Primera Línea, en el año 2005.

Siglo XXI. Año 2005. Sur de Europa. Estado Español. Desde hace unos cuantos meses, en mi barrio suceden cosas sorprendentes. Cada fin de semana, montones de quinceañeras y quinceañeros se pasean por delante del portal canturreando versiones de "La chica de ayer" y "Hoy no me puedo levantar" que parecen extraídas de un compact-disc de La Oreja de Van Gogh. ¿Estrategia comercial? ¿Brote nostálgico? ¿Capricho adolescente?

No lo sé. En cualquier caso, está claro que los años 80 han vuelto a ponerse de moda a este lado de los Pirineos. Los síntomas fenomenológicos no dejan lugar a dudas. Ya han empezado a bombardearnos con películas, teleseries, obras musicales, cds recopilatorios, libros autobiográficos y campañas publicitarias ambientadas en esa época. Y muy pronto llegarán más. Y más. Y más. Hasta agotar por completo el filón.

La cosa no deja de tener su gracia. Se recuperan ídolos, se organizan homenajes, se redefinen conceptos. Lo malo es que se hace de cualquier manera: distorsionando la realidad, mezclando propuestas incompatibles e improvisando sobre la marcha. Sin ir más lejos, a muchos de mi generación les ha dado últimamente por recordar cosas que nunca sucedieron. Según ellos, en los 80 todos eran punkies y entraban gratis al Rock-Ola. ¡Qué mala puede llegar a ser la crisis de los 40!

Luego está lo de la Movida, que se ha convertido en el tema favorito de cientos de figurones con ansias de chupar cámara. Todos cuentan más o menos lo mismo: "Yo estuve allí, hice ésto, inventé aquello, compartí cama con Almodóvar, me fumé un porro con Alaska, etc, etc." Mienten, claro, pero como nadie se atreve a contradecir sus afirmaciones, lo hacen con total impunidad. Nada se pierde más deprisa que la memoria.

Supongo que la idea de celebrar precisamente ahora, en el 2005, el 25 aniversario de la Movida se le habrá ocurrido a alguno de esos siniestros personajes, expertos manipuladores de la Historia más reciente. Al fin y al cabo, 1980 es un año generacionalmente significativo y con mucho gancho estético.

Además, es verdad que ese pintoresco fenómeno sociocultural de origen madrileño y proyección internacional que hoy conocemos con el nombre de La Movida, comenzó a llamar la atención de los medios nacionales e internacionales en 1980, hace exactamente dos décadas y media. A mí me pilló en plena efervescencia adolescente, recién cumplidos los 16.

Nacido en Madrid, pero educado en Suiza como otros muchos hijos de emigrantes, yo no era lo que se dice un chico demasiado normal en aquella época prodigiosa. Para mí, estudiar una carrera y salir con chicas bajitas nunca fue suficiente.

También escribía, dibujaba, tocaba en un grupo afterpunk, consumía literatura fantástica, devoraba comics underground, compraba prensa contracultural, editaba mi propio fanzine de cine malo y volvía tarde a casa siempre que me apetecía. Sin agobios. Compaginándolo todo con genuina pasión de fan fatal.

Ahora estoy convencido de que ningún desajuste hormonal de la adolescencia fue responsable de aquel derroche de vitalidad. Tenía que haber algo más. Es verdad que se respiraba una atmósfera especial en el Madrid de finales de los setenta y principios de los ochenta.

Si uno tenía la suerte, como yo la tuve, de estar con frecuencia en el sitio más adecuado a la hora más adecuada, resultaba imposible no contagiarse de esa especie de entusiasmo colectivo que, conviene aclararlo ahora, sólo afectaba a una minoría nada selecta de los habitantes de la Villa y Corte.

Antes de que periodistas, intelectuales y políticos de izquierdas pusiesen de moda el concepto de La Movida en toda la Galaxia Pop, la escena alternativa madrileña, conocida entonces con el nombre mucho más simpático de La Nueva Ola, sólo contaba con unos cuantos incondicionales. Entre moderniquis, artistilllas, periodistas, noctámbulos, pijos golferas y mariquitas varios, apenas si alcanzábamos el centenar y medio de freaks.

Ignoro quién inventó aquello de La Movida, pero seguro que no fue ninguno de nosotros. La palabra sonaba carca, cheli, jipiosa, progre y vulgar, así que igual es verdad que se la sacó de la pluma Paco Umbral, como dicen algunos. En cualquier caso, acabó imponiéndose por culpa de los treintañeros pedantes, niñatos de papa en su mayoría, que acabaron monopolizando el cotarro a nivel institucional. Pero esa es otra historia.

Según mi propia experiencia personal, La Movida de verdad comenzó a gestarse a finales de los años setenta. Fue entonces cuando surgieron en Madrid las primeras propuestas musicales directamente inspiradas por el glam, el punk y el afterpunk británico, la new wave norteamericana y el pop internacional más descarado.

Pocos supieron apreciarlo en su día, pero el sonido amateur de Kaka de Luxe se daba de hostias con el virtuosismo instrumental de los dinosaurios nacionales del rock sinfónico tipo Bloque, Ñu o Triana, que eran los grupos que me gustaban a mí antes de enloquecer escuchando unos discos de David Bowie, Blondie y Ramones que me prestó mi amigo Jose Luis Yubero.

Lo divertido fue que, como aquí no existía infraestructura pop de ninguna clase, hubo que improvisarla sobre la marcha. En muy poco tiempo, los ciento y pico nuevaoleros de base tuvimos que asimilar estilos y estéticas que habían marcado tendencia fuera de España a lo largo de los últimos veinte años. Lo mezclamos todo de cualquier manera y surgió un monstruo multicolor de lo más original. Ése, y no otro, es el auténtico origen de La Movida: el pastiche descarado.

En el periodo de la pre-Movida, en 1978 y 1979, declararse fan de La Nueva Ola era como confesar que uno pertenecía a una secta. Mis compañeros de clase, en el instituto, eran incapaces de entender que a mí me gustase una música que casi no sonaba en ningún sitio. Y lo de llevar imperdibles prendidos de la ropa no se entendía como una extravagancia en el vestir, sino, directamente, como una gilipollez.

El simple hecho de ir a ver tocar en directo a Alaska y los Pegamoides, Paraíso, Bólidos, Zombies o Radio Futura, antes de que ninguno de estos grupos hubiese grabado ningún disco, suponía ya una pequeña hazaña. Los conciertos se montaban en teatros, colegios, asociaciones culturales o salones de actos de todo tipo, situados casi siempre en lugares remotos.

Los equipos de sonido petaban y los focos se incendiaban. Pero daba igual. En realidad, más que a escuchar música, se iba a mirar a los demás. O a dejarse mirar. De los ciento y pico modernos de la capital, sólo solían asistir a esta clase de minieventos unos 50. Con el tiempo, nos acabamos conociendo todos.

El grupo lo formábamos especímenes muy variados. Pseudopunks, pseudomods, pseudopoppies, pseudotravestis, pseudotecnos, pseudojipis, pseudorrockers y pseudodandies. Como aún no existían tiendas de ropa moderna en Madrid, los niños de papá iban vestidos con prendas compradas en Londres y los chicos de clase media llevábamos extraños conjuntos manufacturados por nosotros mismos.

Por edades, la cosa quedaba dividida más o menos así: 15 treintañeros (periodistas, reinonas, artistas), 24 veinteañeros (nuevaoleros, enterados, fans), 9 adolescentes (incluyendo a Alaska y Bernando Bonezzi) y un par de extraterrestres (siempre diferentes).

Un ejemplo: el primer directo de Radio Futura. Fue el 12 de octubre de 1979, en la sala de conferencias del Círculo Mercantil, durante la celebración de una Hispacon (Convención Española de Ciencia Ficción). Yo estaba allí como coeditor del fanzine Blagdaross. Se convocó a los nuevaoleros a través de la radio, sólo dos horas antes del concierto. El boca a oreja hizo el resto. Aparecieron unos 20 ó 30 modernos. Los otros 20 ó 30 integrantes del público eran aficionados a la literatura fantástica que no tenían ni idea de lo que iban a ver y escuchar. Aquella noche sonaron por primera vez desde un escenario "Enamorado de la moda juvenil", "Cinco semanas en globo", "Ivonne" y "Divina". Las escuché sentado justo detrás de Alaska.

A partir de 1980, a los ciento y pico nuevaoleros de base nos empezaron a salir novias, novios, amantes, admiradores, amigos, mecenas, imitadores, adversarios... y oportunidades. Movidas particulares y colectivas, paralelas y cruzadas, decadentes y enriquecedoras. Alaska y los Pegamoides grabaron un single; Radio Futura, un álbum. "Groenlandia", de Los Zombies, entró en los 40 Principales. Sin previo aviso, en España se puso de moda ser moderno. Pero no como en Londres-Nueva York-Berlín, sino en plan petarda-maricona-intelectual.

Yo aproveché mis 16 años, y mis antecedentes nuevaoleros, para mantenerme en el centro de la vorágine hasta que no quedó nada de la Movida. Estuve en el Sol, el Jardín, el Marquee, el Rock-Ola y el Carolina. Asistí a las actuaciones más rabiosas de Radio Futura, cuando nadie les quería, antes de que editaran su segundo disco. Me iluminé por dentro viendo a los Zombies interpretando, sobre el minúsculo escenario del efímero Escalón, una versión en castellano de "Rebel, Rebel", de David Bowie. Aluciné con las presentaciones que les hacía a los Pegamoides el inimitable Fabio de Miguel/Fanny MacNamara (hoy, Fabio MacNamara).

En 1981, fui abducido por la que sería mi película favorita de todos los tiempos: "Arrebato", de Iván Zulueta. Con el cine de Pedro Almodóvar me llevé bien desde "Pepi, Luci, Bom... y otras chicas del montón". Él lo supo más tarde, pero todavía me lo agradece cuando nos saludamos por ahí.

Un poco por casualidad, gracias a la repercusión de Serie B, mi fanzine sobre cine fantástico y de terror, me convertí en periodista profesional. Mi primer artículo se publicó en enero de 1984, en el número 3 de la revista La Luna de Madrid, boletín oficial de la Movida. Con los años, llegaría a ser coordinador de la sección de cine, jefe de redacción y director adjunto de esta revista.

También perdí la virginidad en la época de la Movida. Y por partida doble. Con una pintora famosa, en su estudio, y con un reconocido escritor, la misma noche en que murió Truman Capote. Nunca se lo había contado a nadie.

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BOLA EXTRA: COMPARATIVA DE LA MOVIDA: El tema de la Movida está generando mucha confusión informativa. Los siguientes listados te ayudarán a distinguir lo auténtico de lo falso. No te fíes de nadie. Hay mucho intruso y mucho fantasma suelto.
 
MOVIDA, SI
Alaska
Almodóvar
Alvarado
Arrebato
Aviador Dro
Berlanga (Jorge)
Costus
Coyotes
Chamorro
La Edad de Oro
Gabinete Caligari
García Alix
La Luna de Madrid
McNamara
Nikis
Paraíso
Parálisis Permanente
Poch
Psoe 1982
Radio Futura
Tierno Galván

MOVIDA, NO
Ramoncín
Trueba
Domínguez
En penumbra
Mecano
Alpuente (Moncho)
Barceló
Rebeldes
Hermida
Aplauso
Nacha Pop
García Alix
Sur Express
Wyoming
Ronaldos
Los Secretos
PVP
Bosé (Miguel)
23-F 1981
Auserón
Fraga

arriba: portada del ep original de kaka de luxe, editado en el sello chapa records. en su día, allá por 1978, mi amigo kameros lo robó de unos grandes almacenes y me lo regaló. nunca se lo agradeceré demasiado.

Ocio, Futuro y Gaceta Universitaria

Ocio, Futuro y Gaceta Universitaria

Hace unas semanas, en el último número de la revista Gaceta Universitaria, dirigida desde hace poco y con mucho estilo por Rafa Rodríguez, se ha publicado este texto mío sobre ocio y nuevas tecnologías.

Ni 1984 ni 2001. Ni Rollerball ni Farenheit 451. El futuro ya está aquí y no se parece nada, o casi nada, al que nos vaticinaban en las novelas y películas de ciencia ficción que marcaron tendencia en el siglo XX. Nadie se podía imaginar, hace apenas dos décadas, que internet iba a cambiarnos la vida de arriba a abajo, por ejemplo. O que la tecnología digital sería capaz de sustituir a la analógica. Que los ordenadores, en suma, se convertirían en una extensión de nosotros mismos. Pero así ha sido. Y así está siendo ahora mismo. Las nuevas tecnologías transforman nuestro entorno a una velocidad bárbara, tanto en el ámbito profesional como en el puramente ocioso. El ocio, de hecho, es uno de los campos más, y mejor, integrados en esa dinámica tan contemporánea del cambio radical, de la renovación constante. En los últimos 15 años, las nuevas tecnologías han revolucionado la industria del entretenimiento hasta límites impensables, multiplicando las ofertas existentes, creando otras inéditas, combinando unas con otras, democratizando soportes de expresión y herramientas de creación artística. Y no parece que la fiebre vaya a remitir a corto plazo. El futuro del ocio está más que asegurado. Pero ¿cómo será el ocio del futuro?

TODO PARA UNO Y UNO PARA TODO.
En la actualidad, las nuevas tecnologías aplicadas a la industria del entretenimiento se empeñan en encontrar la mejor forma de combinar, en un mismo soporte, todas las ofertas de ocio digital posibles. Es lo que los expertos denominan “convergencia digital”. Si en algo nos diferenciamos los seres humanos de principios del siglo XXI de los del XX es, precisamente, en que consumimos ocio y cultura multimedia; o sea, interrelacionada. Vemos una película de éxito, jugamos al videojuego basado en ella, nos enganchamos a la teleserie que la inspiró, escuchamos las canciones incluídas en su banda sonora, leemos la adaptación al cómic y la novelización oficiales, nos suscribimos a su página web, chateamos en foros de fans, asistimos a convenciones temáticas, nos disfrazamos de nuestros personajes favoritos, etc, etc... Como es lógico, cuantas más actividades de ocio, relacionadas o no con un mismo producto de moda, se pongan a nuestro alcance desde un único proveedor, mejor. Esa es la razón de que, en los últimos dos años, internet se haya convertido en el canal de ocio más utilizado por los usuarios, por encima de la televisión, los videojuegos y el cine. A través de la pantalla del ordenador accedemos a cualquier contenido audiovisual en formato digital que nos apetezca. El mayor desafío de las nuevas tecnologías es ofrecer una alternativa al ordenador y a internet. Algo así como un emisor-reproductor multimedia y multiusos; pequeño, portátil y compatible; conectado y conectable; interactivo, hiperactivo y atractivo.

¿MOVILES O TABLETAS? El primer aparatuqui que trató de evolucionar para competir en prestaciones digitales de ocio con el ordenador fue el teléfono móvil. Paralelamente, aparecieron reproductores multimedia cada vez más sofisticados y manejables. Hoy, unos y otros comparten el mismo mercado e incluso el mismo soporte. Cada vez se diferencian menos. El único problema es su tamaño: demasiado pequeño para los contenidos visuales. La aparición de la iPad, la tableta lectora de Apple, ha abierto una nueva vía en este terreno. La iPad es más pequeña que un ordenador portátil, pero más grande que un teléfono móvil. Se ven mejor las películas, las fotos, los libros y las revistas. Puede conectarse a internet y descargar contenidos de páginas web. Envía e-mails y permite el chateo. Para lo único que no sirve, curiosamente, es para llamar por teléfono. Lo más significativo de la iPad, sin embargo, es lo agradable que resulta utilizar su pantalla táctil.

Las pantallas táctiles son el elemento clave de muchos soportes de ocio del futuro. Tanto los móviles como las tabletas, o los híbridos de ambos, de pasado mañana, dispondrán de pantallas táctiles ultrasensibles y muy dúctiles. El objetivo principal de los fabricantes de teléfonos móviles, tabletas lectoras y ordenadores portátiles es reducir el tamaño y el peso de los mismos sin prescindir de una calidad reproductora impecable. Dicho de otro modo, en el futuro, nuestros ordenadores, teléfonos y reproductores multimedia tendrán forma de pantalla ultraplana y plegable. Serán como hojas de papel sensibles al tacto. Esto sucederá cuando las actuales pantallas líquidas o LCD (Liquid Crystal Display) sean sustituidas por las pantallas orgánicas u OLED (Organic Light Emiting Diode). Los OLED son, en palabras de la Wikipedia, “capas electroluminiscentes formadas por una película de componentes orgánicos que reaccionan a una determinada estimulación eléctrica, generando y emitiendo luz por sí mismos”. Lo interesante del asunto es que los OLED pueden ser de plástico no-rígido, transparentes y reversibles, además de generar luz. Uno puede utilizarlos como lámparas o como pantallas reproductoras de contenidos audiovisuales.

MAS REAL QUE LA VIDA MISMA. Dejando a un lado los detalles técnicos, lo cierto es que el ocio del futuro también está experimentando en estos momentos una renovación total a nivel de estética y contenidos. La propuesta tridimensional de James Cameron con su película Avatar está causando estragos en el sector de la industria del entretenimiento de masas. Las tres dimensiones, o 3-D, permiten al espectador experimentar una sensación de profundidad muy acusada. Es como estar dentro de la película misma. Lo malo es que son imprescidibles unas gafas polarizadoras para disfrutar del invento. A pesar del engorro que supone la utilización obligatoria de estas gafas, los principales productores cinematográficos de Hollywood han decidido apostar por el sistema. En 2009, se pusieron en funcionamiento en todo el mundo 7.000 salas acondicionadas a las 3-D. En 2010, esta cifra aumentará hasta las 9.000. Se preparan versiones en 3-D de sagas como La guerra de las galaxias, El Señor de los Anillos y Matrix, y el veterano cineasta italiano Tinto Brass rodará en breve el primer porno tridimensional. Algunos piensan que el público no tardará en cansarse de las 3-D y que este sistema pasará de moda. Otros, en cambio, aseguran que nos encontramos a las puertas de una nueva era tecnológica y artística, en la que se modificarán nuestros hábitos de percepción.

En los próximos años, el sistema 3-D también se implantará en los televisores de alta definición y en otros soportes más pequeños, como los teléfonos móviles y las tabletas lectoras. Más original será su aplicación a la creación de espacios virtuales como, por ejemplo, espectáculos teatrales y actuaciones musicales en directo, o incluso en discotecas (podremos bailar en medio de hologramas flotantes). Las imágenes fotográficas de los diarios también podrán percibirse en 3-D, obteniendo efectos similares a los de las imágenes vivientes de las novelas y películas de Harry Potter.

OTROS MUNDOS QUE ESTAN EN ESTE. Una de las innovaciones tecnológicas más importantes de los últimos años, y que más influencia tendrá en el ocio del futuro, es la del perfeccionamiento de los detectores de movimiento. La aparición de consolas tipo Wii (Nintendo), EyeToy (Playstation) y LiveVision (Xbox) ha revolucionado el mundillo de los videojuegos. Ya no necesitamos mandos para jugar a un videojuego. Nos basta con mover las manos, los pies, la cintura y hasta el trasero. Los detectores de movimiento del futuro serán mucho más sofisticados que los de ahora y se utilizarán en otros ámbitos del ocio. Combinando estos sensores de movimiento con sensores audiovisuales y programas informáticos, se obtendrán resultados sorprendentes. Ya existen carteles publicitarios que cambian de imagen dependiendo de la persona que esté mirándolos: unas cámaras graban a la persona que mira, un ordenador procesa los datos obtenidos a través de estas cámaras y selecciona la imagen publicitaria más adecuada en función del sexo o la edad del mirón. Algunas empresas trabajan ahora mismo en la aplicación de este tipo de sensores en la televisión y el cine. En teoría, en el futuro, una misma película o teleserie podrá ser percibida de formas distintas por distintos espectadores (dependiendo del aspecto exterior, la forma de moverse y otros elementos característicos de estos espectadores). Las discotecas no necesitarán djs de carne y hueso y podrán utilizar djs robóticos capaces de detectar los gustos musicales del público.

Todo esto nos coloca a un paso de la Realidad Virtual, que sigue siendo el invento más esperado en el terreno del entretenimiento multimedia, junto a la posibilidad de manejar programas informáticos  u objetos artificiales con el pensamiento. Todas las empresas líderes en la industria de los videojuegos cuentan con un departamento de investigación y desarrollo exclusivamente centrado en la creación de dispositivos capaces de traducir los impulsos eléctricos del cerebro en órdenes. Ya se han dado los primeros pasos. Quién sabe qué nos deparará el futuro. Ante tanta oferta de ocio tecnológicamente avanzado ¿les quedará tiempo a los androides para soñar con ovejas eléctricas?

Sexo sobre ruedas

Sexo sobre ruedas

YO, MOTO. Follar encima de una moto en marcha resulta complicado. Calentarse o recalentarse la entrepierna montado en uno de estos vehículos de dos ruedas, en cambio, es de lo más natural. Casi todos lo hemos hecho alguna vez.

La protagonista de la novela La motocyclette, de André Pieyre de Mandiargues, publicada en 1963, se levanta de madrugada sin hacer ruido, para no despertar al marido; enfunda su cuerpo desnudo en un mono de cuero negro con cremallera delantera; saca la Harley-Davidson del garaje, se acomoda en el sillín, enciende el motor y se lanza a la carretera. Durante más de doscientas páginas de enredada prosa morbosa, la chica repasa mentalmente los mejores polvos de su vida, atravesando fronteras, embriagándose de velocidad, provocando a militares y camioneros. Su lugar de destino es la casa del Amante. Así, con A mayúscula. Antes del final, ella y su vehículo se confunden en un mismo significado simbólico, hasta alcanzar la esencia del puro y duro ’eurotismo’ cinético.

Existe película de culto basada en el libro: se titula Girl On a Motorcycle y se estrenó en 1968. La dirigió, con mucho estilo y alguna sustancia extraña en el cuerpo, el gran fotógrafo británico Jack Cardiff. Agárrense bien, porque los protagonistas eran Marianne Faithfull, supergroupie rollingstoniana, y Alain Delon, el hombre más guapo del mundo (al menos, en esa época).

También Serge Gainsbourg, atento lector de Mandiargues, se sintió arrebatado por la imagen de una mujer sexualmente activa conduciendo una moto de gran cilindrada con el cabello al viento y los dientes apretados. Por eso compuso la canción Harley-Davidson en 1967, interpretada con absurda pero pegajosa indolencia por la irrepetible starlette Brigitte Bardot.

Por otra parte, hace un par de semanas vi un porno de Rocco Siffredi relacionado con las motos: Rocco Supermotorhard. Incluía una escena de sexo en grupo que ponía los pelos (y otras cosas) de punta. Estoy seguro de que, después de participar en esta película, Belladonna, una de mis actrices X favoritas, tuvo que ser ingresada en el hospital: por viciosa, por bruta y por tragona.

YO, COCHE. A muchos seres humanos les gusta utilizar el coche para follar. Quedan con su pareja, salen de la ciudad, se detienen en un lugar oscuro y transforman su vehículo en un improvisado motel sobre ruedas. No existe picadero cutre más barato. De todas las variantes sexuales posibles relacionadas con los automóviles, quizás sea ésta la más habitual y la menos excitante. Se me ocurren cientos de formas de mejorarla. Por ejemplo, hacerlo en un autocine de ésos que salen en las películas americanas con mucho ramalazo nostálgico. O mejor aún, imitando a ciertos pornógrafos italianos y permitiendo que decenas de mirones se acerquen al picadero móvil, enseñen sus miembros morcillones a la pareja del interior, se masturben contemplando el espectáculo y acaben eyaculando sobre las ventanillas laterales.

El cine erótico mantiene muy buenas relaciones con el sexo automovilístico. Existen varios subgéneros específicos en los que el coche funciona como motor de la trama calenturienta. A mí, el que más me pone, es el de las limusinas. Cada vez que veo una, me imagino a varias parejas follando dentro. Ellos, con los pantalones del traje bajados hasta los tobillos y la corbata desanudada sobre la espalda; ellas, con el vestido de noche arrugado en la cintura y enseñando las prendas más caras de su lencería. Una de mis películas malas favoritas de todos los tiempos es Rolls Royce Baby, de Michael Thomas, rodada en Suiza en 1975. La protagonista, Lina Romay, desnudísima, se pasa 90 minutos dando vueltas con su limusina en busca de amantes de usar y tirar.

Rodar escenas porno en limusinas es una práctica corriente y barata. Los franceses son expertos en la materia. Hacerlo en otro tipo de vehículos, en medio de una persecución con derrapes y curvas, por ejemplo, sólo está al alcance de unos pocos realizadores. Narcís Bosch es uno de ellos. En Bulls & Milk, estrenada en el 2000, sale la guapísima Sara Bernat follando y disparando al mismo tiempo en un coche conducido a todo trapo por Roberto Malone. Ver para creer.

YO, MORATONES. A estas alturas de texto, muchos modernos estarán echando de menos una referencia clara a la novela Crash, de J.G. Ballard, publicada en 1973, y a la adaptación cinematográfica de David Cronenberg, estrenada en 1996. El tema principal de ambas obras es el sexo y los coches. O sea: lo blando y lo duro, la carne y el metal, la sangre y la gasolina. Los extremos se meten mano.

En Crash, los personajes experimentan orgasmos recreando, participando, provocando o sufriendo accidentes automovilísticos. Las cicatrices resultantes son objeto de deseo lujurioso. El libro descoloca al lector por su frialdad, su ironía marciana y su ideología setentera. La película, tórrida a más no poder, ofrece la oportunidad de exhibir su cara oculta a un puñado de actores esquinados: Elias Koteas, James Spader, Holly Hunter, Rosana Arquette y ese súcubo hecho mujer que responde al hipnótico nombre de Deborah Kara Unger.

Lo malo de Crash es que no hay quien entienda su propuesta calenturienta. Demasiado radical, rebuscada y pedante. Puestos a elegir, sale más a cuenta pasarse la tarde-noche del sábado en la feria, montado en los coches de choque, escuchando los hits de Georgie Dann y echándole el ojo a un chulazo peligroso o una pin-up de barrio con plataformas. O follamos o nos parten la cara. Fijo.

brigitte bardot playbackea harley davidson en televisión

N'écoute pas les idoles

N'écoute pas les idoles

Ayer noche, en Sidecar, había un chico sentado en una mesa. ¡Era idéntico a Kurt Cobain! Con su jersey de Freddy Krueger a rayas rojas y negras y todo. Pensando en él, me he acordado de este artículo de 2003. Lo publiqué en la revista Fake, en el número 3, subtitulado (in my room).

Dispararse una bala en la boca. Atiborrarse de barbitúricos. Cortarse las venas. Meterse una sobredósis de drogaína chunga. Pasearse por el peor barrio de la ciudad llevando una camiseta serigrafiada con la palabra PRINGAO bien visible. Suicidarse forma parte del ciclo vital de muchos ídolos. Casi podría decirse que lo llevan en la sangre (o en los genes). Lo de dejar un bonito cadáver para la posteridad sigue estando a la orden del día. Después, amigos, familiares, representantes y demás carroñeros con licencia oficial se encargan de sacar provecho de los despojos. Piensen en Kurt Cobain.

De Kurt se venden hasta los garabatos que hacía en una servilleta mientras hablaba por teléfono con el camello. La instantánea de su cuerpo frío tirado en el suelo forma parte de la memoria visual de millones de seres humanos. Esas zapatillas de deporte, esos rotos en el vaquero, ese desaliño tan cool. Me apuesto lo que sea a que, dentro de unos años, alguien utilizará esa fotografía en una campaña publicitaria. ¡Vuelve el grunge! ¡Me odio a mí mismo y quiero morir! Al final, la que cobrará derechos de imagen será Courtney Love, la viudísima alegre.

El culto al ídolo caído antes de tiempo ha dado lugar al nacimiento del fan asesino, una figura muy del siglo XX, ultrapop y conspiranoica a tope. Los anglosajones son los campeones del mundo de esta disciplina homicida. A John Lennon se lo cargó un admirador enfrente del Dakota Building, el edificio donde Roman Polanski rodó “La semilla del Diablo”. Jodie Foster se salvó por los pelos del ataque de un freak que la estuvo acosando durante años. Un orondo seguidor de Björk grabó en vídeo su propio suicidio como ofrenda de amor incondicional. ¿Qué tenían en común estos tres individuos? Su NORMALIDAD. Su ORDINARIEZ. Su ANONIMATO. Su FEALDAD. ¡Podrían ser mismamente vecinos nuestros!

Otra manera de cargarse a un ídolo es conocerlo en las distancias cortas. Pocos resisten el escrutinio. El 90 % de las groupies que se acuestan con estrellonas del rock acaban desencantadas de la escena musical, compartiendo cama, mimos y enganchadas de piercing con sus propias compañeras. A muchos ídolos les huele el aliento. Sudan y se tiran pedos. Peor aún: dicen tonterías. Yo, por si acaso, sólo soy amigo de famosos a los que conocí antes de que alcanzaran el éxito.

España es un país de ficciones crueles. Aquí, a los ídolos no se les mata, se les ridiculiza. Artistas que en los años 60 y 70 eran admirados y respetados, son ahora carnaza televisiva. El populacho pide sangre, apuntando con sus pulgares hacia la arena del circo mediático. Los cómicos catódicos han sido sustituidos por famosetes de quita y pon. Karina ya no es la adolescente feliz que brillaba bajo el sol con la mirada perdida en el Séptimo Cielo, cantando “El baúl de los recuerdos” o “No somos ni Romeo ni Julieta”, sino una perturbada peligrosa y entrada en carnes, que se enrolla con mariconazos para salir en las revistas del corazón. Nadie recuerda que Camilo Sesto ha compuesto 25 de las mejores canciones pop en castellano de todos los tiempos: resulta más sencillo burlarse de su pinta de espantapájaros cada vez que asoma el careto en “Crónicas Marcianas”.

En Francia, estas cosas no pasan. Françoise Hardy y Alain Bashung graban discos que se venden por miles, mientras Henri Salvador y Valérie Lagrange han sido rescatados por las nuevas generaciones. Serge Gainsbourg es Dios, y Jane Birkin, su profeta. Directores de cine veteranos, como Claude Chabrol, continúan en la brecha, rodando año tras año, experimentando, tocando los cojones, llamando la atención de las turbas cinéfagas más jóvenes. Allí, la obra artística pesa más que la anécdota biográfica, por muy cutre que ésta sea.

Mientras tanto, a este lado de los Pirineos, Luis García Berlanga chochea y Vicente Aranda filma “Carmen” con los ojos cerrados, dormido en su sillita de director respetable, ajeno al hecho de que Paz Vega se ha operado las tetas. Los listos de turno ya han crucificado a Álex de la Iglesia y Santiago Segura, dos seminovatos que ni siquiera han cumplido los 40. Antes, esos mismos listillos ya habían dejado de ir al cine a ver las pelis de Pedro Almodóvar. Mitos del humor de la era del destape, como Andrés Pajares y Fernando Esteso, se han transformado a su pesar en hermanos bastardos de Freddy Krueger. ¡Adúlteros! ¡Maltratadores! ¡Borrachos! ¡Cocainómanos! ¡Pervertidos!

La prensa rosa le ha usurpado el territorio a la crónica de sucesos. Un día de éstos, va a pasar algo muuuuuy malo. Al loro. Los ídolos españoles tienen los pies de barro. La gente les admira con mala intención. En cuanto se descuidan, pasan a ser caricaturas de sí mismos. Hace una década, este proceso degenerativo podía durar años; hoy, una estrepitosa caída desde la cumbre de la fama a lo más hondo del abismo se produce en menos de siete días. Sólo existe una forma de eludir el linchamiento popular: desaparecer dejando un bonito rastro. ¿Cómo? Fácil. Unos deciden confundirse con la masa anónima; otros, se quitan de enmedio haciendo el mayor ruido posible. Una de las formas de matar a un ídolo más crueles que existen es considerarlo demasiado viejo para ser adorado.

Mis amigos Isabel García y Pedro Berruezo, componentes del dúo electrónico Focomelos (tocan con una PlayStation), publicaban hace unos años el fanzine “Dejad que las niñas se acerquen a mí”, dedicado al culto de las estrellas infantiles más sexies. Una de las secciones fijas de la publicación era la necrológica: cuando alguna de las adoradas prelolitas crecía demasiado, se la consideraba simbólica, definitivamente, muerta. R.I.P.

En 1964, la pequeña e inconsciente loliteena gabacha France Gall (ver FOTO) estrenó nueva canción en un show televisivo de Jean-Pierre Cassel. Se titulaba “N’écoute pas les idoles” (“No hagas caso a los ídolos”). Letra y música de Serge Gainsbourg. La cosa va de una chica que le echa en cara a un chico su falta de atención. El chaval se pasa el día escuchando discos, aprediéndose de memoria letras que describen historias románticas sin consistencia. En el estribillo, ella se queja: “No hagas caso de los ídolos/Escúchame a mí/Pues yo soy la única que está loca/Loca por tí.”

Harta de la actitud pasiva de su objeto de deseo adolescente, en la última estrofa, la supernena toma una decisión drástica: “Tengo miedo y me resisto a ti/Ya sabes por qué/Soy consciente de lo que me juego/Quedándome a solas contigo/Sin embargo, iré a tu casa puesto que/Así están las cosas/Sólo para poder romper tus discos/Ya no podrás/Volver a hacerles caso a los ídolos/Así te darás cuenta de/Que yo soy la única que está loca/Loca por ti.”

Presuntos implicados

Presuntos implicados

ALARMA: PARANOIA. El rock es un invento de Satanás, el pop reblandece el cerebro, el soul alborota las hormonas y el rap incita a la agresión. Todo eso ya lo sabíamos. Lo que ignorábamos era que el trip hop podría convertirse en la música preferida de los pedófilos. Eso es, al menos, lo que tratan de vendernos los diarios sensacionalistas ingleses, que han recogido con gran despliegue de titulares la noticia de la detención del cabecilla de Massive Attack por ser un supuesto adicto a la pornografía infantil. ¿Los hechos? Robert Del Naja, más conocido como 3D, único miembro fundador de la banda de Bristol que queda al pie del cañón, fue víctima de un registro policial en su propio domicilio hace un par de semanas. Según el juez encargado de la instrucción, los agentes encontraron allí material audiovisual sospechoso, así como una pequeña cantidad de droga catalogada "de clase A" (grupo al que pertenecen la cocaína, la heroína, el LSD y el éxtasis).

El material audiovisual estaba compuesto, al parecer, por fotos sexualmente explícitas de menores de 18 años, presuntamente copiadas de páginas web especializadas en este tipo de imágenes y descargadas en el disco duro de su ordenador personal. 3D, que se encuentra en estos momentos en libertad condicional, ha declarado no ser un frecuentador habitual de zonas prohibidas en internet: "Nunca he mirado pornografía infantil —dijo en la rueda de prensa celebrada después de publicarse la noticia—. Por lo que a mí respecta, es un tema que me preocupa. Por eso estoy cooperando con la policía y pido a todo el mundo que no se me juzgue de forma prematura". Da la casualidad de que 3D es uno de los máximos promotores del No a la guerra en Reino Unido. El escándalo de su supuesta implicación con la pornografía infantil ha coincidido con el clímax de mayor auge activista en contra del gobierno de Blair.

El nombre de 3D se suma al de otras estrellas de la música británica que se han convertido, en los últimos meses, en objetivo de los medios de comunicación. El 13 de enero, Pete Townshend, guitarrista de The Who, fue también acusado de poseer una colección privada de imágenes sexuales en las que aparecían menores de edad en actitudes muy poco apropiadas. En declaraciones recogidas por la página web de Ananova, Townshend afirmó ser víctima de un error: "Es cierto que en mi ordenador hay fotos relacionadas con la pornografía infantil, pero se trata de material de estudio sobre el tema. Colaboro con una asociación en su contra, por eso tengo que relacionarme con ella. La policía sabía que estaba metido en esto. Yo mismo se lo advertí para evitar problemas. Espero que todo se aclare lo antes posible".

Algo similar le sucedió en 1999 al rockero de base Gary Glitter, que acabó cumpliendo cuatro meses de cárcel y aún sufre las consecuencias de su presunto desliz (recientemente se vió obligado a salir por patas de Camboya, amenazado por las autoridades locales). Son ejemplos del ambiente inquisitorial que impera ahora mismo en Reino Unido, un país en el que siguen siendo frecuentes los delitos contra menores, pero en el que, paradójicamente (y a diferencia del resto de Europa), todavía no está permitido el consumo de cine X.

SOSPECHOSOS HABITUALES. La historia reciente del rock norteamericano también está repleta de acusaciones, chantajes, abogados, morbo, chaperos, groupies y lolitas. El rapero multimillonario en ventas R. Kelly, autor de I Believe I Can Fly, la canción favorita del triunfito Toni Santos, encabeza el pelotón de supuestos monstruos menoreros. Su mala fama data de mediados de los 90. Desde entonces, acumula media docena de denuncias por practicar sexo con adolescentes en la edad del pavo. El primer gran escándalo relacionado con sus orientaciones erotómanas está fechado en agosto de 1994. En dicho año, según se supo después, decidió casarse en secreto con su protegida, la fallecida Aaliyah, quien todavía no había cumplido los 16. Cinco meses más tarde, un juez declaró nulo el matrimonio.

A pesar de negar los hechos en diversas entrevistas, R. Kelly no tuvo más remedio que dar la cara cuando la prensa publicó copias de los documentos legales. También en 1996 y 2000, sus abogados se enfrentaron a trabajo extra por culpa de dos ex amantes airadas. Ambas acabaron conformándose con sendas compensaciones económicas. Por si no fuese suficiente con esto, hace poco más de un año, el diario Chicago Sun-Times puso a disposición de la policía un vídeo que había llegado a su redacción de forma anónima. Contenía una grabación de 27 minutos en la que, presuntamente, R. Kelly practicaba sexo con una niña de 14 años, hija de uno de sus colaboradores más estrechos. Copias de esta cinta llegaron a venderse en Nueva York a precios que oscilaban entre 10 dólares (en VHS) y 15 dólares (en DVD). En el mes de junio del 2002, un juez de Illinois decidió aceptarla como prueba y acusar formalmente al rapero por 21 cargos distintos relacionados con el abuso de una menor y la grabación de pornografía infantil. El juicio aún no se ha celebrado.

En medio de este huracán, R. Kelly tuvo que pagar 12.000 dólares a otro juez de Miami para que lo dejase en libertad condicional, después de que unos policías encontrasen en su casa 12 fotos digitales de jovencitas desnudas. Afortunadamente para él, las ventas de sus discos no se han resentido. A sus 33 años, felizmente casado y con tres hijos, R. Kelly se enfrenta a sus acusadores con un calculado descaro: "Hay gente que trata de acabar conmigo —declaró en enero de este año a una célebre revista de cultura afroamericana—. No soy un ángel, pero tampoco un monstruo. Confío en la Justicia porque no tengo nada que ocultar".

Otro gran villano actual con ciertas apetencias íntimas censurables es Michael Jackson. Ya en 1993, el fantasma de la pederastia entró en su vida de la mano de un niño de 13 años que lo acusó de abusador sexual. El artista pagó una desorbitada suma de dinero a la familia de la supuesta víctima a cambio de silencio. Lo que no pudo es quitarse de encima la mancha. Desde entonces, su imagen se ha deteriorado y sus discos han dejado de venderse. En las últimas semanas, la situación ha empeorado aún más por culpa del asunto del balcón (la imagen dio la vuelta al mundo: Jacko sosteniendo en el vacío a uno de sus hijos mientras saludaba a sus fans alemanes) y, sobre todo, por un documental televisivo de producción inglesa en el que afirma que le gusta "acostarse con niños". A pesar de estar claramente manipulado por su director, Martin Bashir, el reportaje se ha vendido a muchas cadenas (aquí lo han emitido las autonómicas). Los abogados de Michael están tratando de eliminarlo del mercado lo antes posible.

UN POCO DE HISTORIA. Antes de que Jacko y R. Kelly se convirtieran en genuinos hombres del saco, muchas otras estrellas del rock habían mojado el otro lado de la cama. Una de las más destacadas fue Jerry Lee Lewis, que escandalizó a la sociedad de finales de los 50 casándose con su prima Myra Brown, de 13 años, sin haberse separado de su anterior mujer. Muchos consideran este hecho circunstancial como la razón principal de su posterior decadencia como artista. Otro pionero del rock’n’roll, Chuck Berry, pasó 18 meses en la cárcel por recoger, en 1961, a una autoestopista menor de edad en su coche. Mucho más tarde, en 1990, las autoridades volvieron a ficharle por colocar cámaras de vídeo en los servicios femeninos de uno de sus clubes.

Puestos a ser concienzudos con el asunto del menoreo, ni siquiera Elvis Presley está libre de culpa. No hay que olvidar que el Rey empezó a salir con Priscilla siendo ésta una niña de 14 años, en 1959. Ambos vivieron juntos varios años en Graceland antes de casarse en 1967. Para ello contaban con el permiso de los padres de la chica y, lo que es más importante, con el del coronel Tom Parker, su excéntrico mánager. Curio- samente, a ningún periodista le interesó hurgar en el caso con inten- ciones amarillistas. Eran otros tiempos. Actores como Charlie Chaplin y Douglas Fairbanks también habían tenido relaciones con adolescentes, sin que ni el público ni sus compañeros de profesión les diesen la espalda.

El Hollywood de los últimos tiempos no se parece nada al de la Edad de Oro. Ahora los errores se pagan caro. Que se lo digan a Paul Reubens, en su día más conocido como Pee Wee Herman, actor de programas infantiles. En el cénit de su carrera, cuatro años después de protagonizar la ópera prima de Tim Burton, Pee Wee’s Big Adventure (1985), le pillaron masturbán- dose en una sala X. Los jefes de su cadena televisiva le despidieron. Ningún productor cinematográfico volvió a contratarle, a excepción de Burton, que le dejó encarnar al padre del Pingüino en Batman vuelve (1992). Una década entera le ha costado a Reubens lavar su imagen. Sin ir más lejos, con un estupendo papel secundario en Blow (2001). Por desgracia, el pasado 15 de noviembre, agentes del FBI irrumpieron en su casa y le arrestaron por posesión de pornografía infantil. ¿Su delito? Coleccionar fotos antiguas de adolescentes, de las que salen en los libros de arte. 20.000 dólares le ha costado su libertad provisional. El juicio se celebrará en breve.

En un ámbito más sórdido y, también, más petarda, cabe recordar el caso de Gloria Trevi, el ídolo pop mexicano que se trajo Chicho Ibáñez Serrador a la última etapa del 1, 2, 3… Responda otra vez. La Trevi lleva más de tres años encerrada en una cárcel brasileña, acusada de colaborar con su manager y amante, Sergio Andrade, en el secuestro y abuso sexual de decenas de fans menores de edad. Asediada por la prensa del corazón, la Trevi, apoyada por su madre, protagoniza las exclusivas más aberrantes con tal de salir en la tele. Por ejemplo, concebir un hijo entre rejas de padre absolutamente desconocido.

DOBLE MORAL. Y ya que estamos hablando de fotografía, ¿alguien recuerda al fotógrafo inglés David Hamilton? Su estética relamida y hortera fue muy popular en los 70. Sus modelos, jovencitas entre 12 y 17 años, envueltas en gasas y flous, causaban furor. Para muchos artistas de vanguardia su obra sigue siendo hoy un punto de referencia. Sofia Coppola no hubiese filmado Las vírgenes suicidas como lo hizo sin tener en mente el look Hamilton. Lo curioso del caso es que sus imágenes ya no pueden exhibirse. Pocos museos y galerías se atreven a colgarlas. Tampoco los filmes que dirigió a finales de los 70 (Bilitis, Tiernas primas) se programan en festivales o filmotecas. Podrían herir la sensibilidad de demasiadas personas. Increíble, pero cierto.

Los niños y adolescentes se han convertido en uno de los mayores tabúes sociales de los últimos 15 años. Cualquier producto que tenga algo que ver con ellos es analizado, estudiado y, con demasiada frecuencia, censurado. La campaña publicitaria de Calvin Klein en la que se veía a niños en calzoncillos saltando sobre un sofá duró cinco horas en la calle 42 de Nueva York: el alcalde se encargó personalmente de retirarla. En las películas porno producidas con capital americano no pueden salir actrices peinadas con trenzas o coletas. Hasta los dibujos animados clásicos están siendo retocados por el bien de las generaciones futuras (Speedy González ya no fuma ni bebe; Tom y Jerry no se arrojan cartuchos de dinamita encendidos a la cara). En estos momentos, cualquier persona que conserve fotos de algún familiar menor de edad en pelotas o en bañador puede ser acusada de incitar a la pederastia.

MARCADOS POR EL ESCÁNDALO. La sombra de la pornografía ha planeado sobre infinidad de celebridades del "showbiz".
Paul Reubens, actor más conocido como Pee Wee Herman, fue arrestado el pasado 15 de noviembre por posesion de pornografía infantil. Su carrera estaba resucitando tras su papel en Blow.

Chuck Berry, el autor de Sweet Little Sixteen, fue condenado en 1961 por fugarse con una menor. Tras una carrera en coche que recorrió varios estados, le capturaron y pasó 18 meses en la cárcel.

El rocker sureño Jerry Lee Lewis vio su carrera truncada en 1958, justo al casarse con su prima Myra, de tan sólo 15 años de edad, asunto aireado convenientemente por la prensa. Fue el fin de su buena estrella.

Elvis Presley se hizo novio de Priscilla cuando ella sólo tenía 14 años. Vivieron juntos en Graceland con permiso de sus padres y la convirtió en su esposa al alcanzar la mayoría de edad.

A Gary Glitter, el mítico pionero del glam rock, le pillaron recientemente en Camboya, en compañía de varios niñitos. Tuvo que salir por piernas del país acuciado por las autoridades locales.

Michael Jackson fue demandado en 1993 por tocamientos indebidos por los padres de varios de sus más próximos amiguos. El escándalo acabó convenientemente tapado a base de dinero.

El rapero R. Kelly la cantante Aaliyah se casaron en secreto: ella tan sólo tenía 16 años. La boda se anuló en cuanto se hizo pública. En 2002, el rapero fue acusado de abusos a una menor.

Gloria Trevi, la llamada Madonna mexicana, está actualmente en cautiverio en Brasil y pendiente de extradición a su país, por reclutar junto a su manager chicos y chicas menores para la prostitución.

Artículo publicado en el suplemento La Luna del diario El Mundo, en su edición del viernes 7 de marzo de 2003.