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Este texto informativo sobre la película Número 9 se publicó en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo, el pasado viernes 1 de enero de 2010.
En 2006, una peliculita de once minutos de duración, titulada 9, estuvo a punto de ganar el Oscar al Mejor Cortometraje Animado. Su autor, Shane Acker, un joven licenciado en Arquitectura y Animación por la universidad de UCLA, llevaba ya doce meses cosechando todo tipo de galardones en festivales especializados de medio mundo. Cuatro años había invertido en el proyecto, desarrollando una idea que había nacido a partir de una imagen postapocalíptica. “A finales de los noventa, imaginé un mundo destruido por las guerras —ha explicado Acker—. Los únicos seres vivos de este universo eran unos pequeños muñecos de trapo, ingenuos y tímidos. Empecé a pensar en quién les había creado y cómo sobrevivieron a la catástrofe. Y así surgió la historia del cortometraje y todo lo demás”.
Uno de los primeros fans incondicionales del cortometraje fue Jim Lemley, el productor de La escafandra y la mariposa, entre otros films. A Lemley le sedujo la extraña belleza de la propuesta de Acker. “Me entraron unas ganas tremendas de saber qué les iba a suceder a los protagonistas después del final del corto —confiesa—, y por eso le propuse a Shane hacer un largometraje partiendo de su idea”. Ese largometraje es Número 9, que ahora se estrena en nuestros cines, dirigido por Acker y escrito por Pamela Pettler (La novia cadáver).
A Lemley no tardaron en imitarle otros cineastas interesados en invertir en el proyecto, como Tim Burton (Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet) y Timur Bekmambetov (Wanted: se busca). “Me encantó la idea —afirma Burton—. Recuerdo que una de las cosas que más me atrajo en su día de Pesadilla antes de Navidad fue el hecho de que los personajes no tuviesen globos oculares. Los de Número 9 tampoco los tienen y eso complica la tarea de hacerles expresar sus sentimientos. Pero el talento de Acker es asombroso y consigue que los personajes sientan, se emocionen y nos emocionen con facilidad”.
El protagonista de Número 9 se llama 9, porque lleva ese número pintado en la espalda. En la versión original en inglés, 9 habla con la voz del actor Elijah Wood (El Señor de los Anillos). Es un muñeco de apenas veinte centímetros de altura, confeccionado con piezas metálicas y retazos de tela de saco. Un científico misterioso le ha dado vida antes de morir.
El diminuto y frágil 9 despierta en un mundo arrasado por la guerra. Todo está en ruinas. Por las calles deambula un robot destructor que rastrea cualquier signo de vida para eliminarlo sin miramientos. Muy pronto, 9 entra en contacto con otros seres similares a él, que también llevan un número escrito en la espalda.
Número 1 (Christopher Plummer, El Imaginario del Doctor Parnassus) es una especie de sacerdote cascarrabias que ejerce de jefe del grupo. Número 2 (Martin Landau, Ed Wood) es un viejo genio de la ciencia. Número 5 (John C. Reilly, Magnolia), es un ingeniero que perdió un ojo en un accidente de guerra. Número 6 (Crispin Glover, Beowulf) es un artista atormentado por visiones. Número 8 (Fred Tatasciore, serie Padre de familia) es un forzudo sin cerebro. Los números 3 y 4 son unos gemelos mudos, expertos en catalogar y almacenar datos. Y la atractiva número 7 (Jennifer Connelly, Oscar por Una mente maravillosa) es una guerrera nata.
“Lo maravilloso del cine de animación es que te permite hacerlo todo —afirma Tim Burton—. Y eso supone un peligro para la creatividad, porque te puede hacer perder la perspectiva. Shane Acker tiene muy claro lo que quiere y sabe cómo trasladarlo a la pantalla. Su mundo es fantástico y realista al mismo tiempo. Es tremendamente verosímil. Todo lo que vemos nos recuerda a algo, algún objeto cotidiano, algún lugar, algún monumento, pero al mismo tiempo nos resulta diferente, original, sorprendente. Yo he crecido viendo películas de terror y de monstruos, pero nunca había visto nada como esto. Es fascinante”.
Número 9 está realizada con imágenes digitales generadas por ordenador en los estudios canadienses de Starz Animation, pero el diseño general y el movimiento de los personajes se inspira en técnicas tradicionales. “Mis mayores referentes son maestros de la animación independiente en stop-motion, como los hermanos Quay o el checo Jan Svankmajer —confiesa Acker—. Y también los trabajos animados de Tim Burton y el sabor de ciertas películas cómicas del cine mudo. Sin olvidarnos del mejor cine de acción contemporáneo, como el que hace Timur Bekmambetov. El personaje de la chica luchadora fue una sugerencia suya, por cierto”.
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