The Lovely Bones
¿Cuántos años hacía que Peter Jackson no estrenaba una película normal? Entre quince o veinte, dirán muchos. Sí, ya, lo que pasa es que The Frighteners, de 1996, no era exactamente una película normal. Salía Michael J. Fox interpretando a un Cazafantasmas hiperactivo. Tampoco Heavenly Creatures, que se estrenó dos años antes, ha pasado a la historia por acatar las normas de la cinematografía fotonovelesca para todos los públicos. Al fin y al cabo, la química entre Kate Winslet y Melanie Lynskey era bastante más venenosa que la de la mayoría de parejas no-lésbicas del cine moderno y postmoderno, incluida la formada por Thelma y Louise o las pornostars ojerosas de Fóllame.
The Lovely Bones es algo así como la versión o perversión Nueva Era de Heavenly Creatures. O sea, una tv-movie de autor, extraordinariamente bien empaquetada, que cuenta una historia sin demasiado interés con unas tremendas ganas de gustar al cinéfago bien alimentado. Entre otros pequeños placeres, ofrece media docena de soluciones audiovisuales impactantes: los primeros minutos fantásmales y azulados de la protagonista, por ejemplo, corriendo entre remolinos de niebla y cruzando las calles vacías de un pueblo vacío, o el apasionante y significativo juego de miradas entre el psychokiller y el policía a través de las ventanas de una casa de muñecas.
De los efectos especiales generados por ordenador, de un mal gusto digital tirando a terapéutico, sólo cabe señalar que se parecen mucho a los de What Dreams May Come (1988), del también neozelandés Vincent Ward. Bueno, y no sólo los efectos especiales se parecen a los de esta semiolvidada película sobre la vida después de la muerte: mucho de todo lo demás, tono y mensaje incluidos, es idéntico.
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