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la verdadera identidad de pedro calleja

Baba Yaga

Baba Yaga

El arquitecto italiano reconvertido en ilustrador y dibujante Guido Crepax, fallecido este mismo año, marcó toda una época con sus cómics psicomotorizados y cinemáticos, cargados de sensualidad y onirismo. Su criatura de ficción más popular es Valentina, una chica esbelta con un culo perfecto y peinado a lo Louise Brooks, fotógrafa de modas y soñadora intrépida, especie de perversión intelectualoide e izquierdista de Barbarella.

Crepax creó a Valentina en 1965, en el segundo número de la revista Linus. Uno de los primeros seguidores entusiastas que tuvo el personaje, antes incluso de que éste se convirtiera en referencia tendenciosa de la escena pop-art europea, fue Corrado Farina. En esos años, este milanés se ganaba la vida como documentalista televisivo y publicista de éxito, además de escribir, oculto tras el pseudónimo de Victor Newman, los guiones de Selene, la ragazza delle stelle, fumetto de ciencia ficción protagonizado por una aventurera galáctica idéntica a Brigitte Bardot.

La carrera como director de Farina se reduce a dos largometrajes. El primero, Hanno cambiato faccia, era un curioso combinado de política, vampiros y serie negra futurista (ganó el gran premio del Festival de Locarno en 1971); el segundo y último, realizado dos años después, es este Baba Yaga, adaptación oficial de una historieta de Valentina.

 

Con el beneplácito de Crepax, que no quiso involucrarse en la fabricación de la versión cinematográfica de su invento de papel, Farina trató de trasladar a la gran pantalla las peculiaridades estilísticas del cómic, en un complicado ejercicio de metalenguaje. No lo consiguió del todo, pero se acercó bastante. Junto a Diabolik y algunos divertimentos pop de Jess Franco, Baba Yaga debería figurar en el reducido grupo de los buenos filmes basados en cómics.

 

La película narra el encuentro fatal entre la fotógrafa de modas Valentina Rosselli y una misteriosa aristócrata que responde al nombre de Baba Yaga. Esta mujer resulta ser una hechicera lesbiana que enreda a la protagonista en un juego de seducción sadomasoquista. Entre otras cosas, varias modelos son atacadas por una cámara embrujada y una muñeca que cobra vida.

 

Para interpretar a los personajes principales Farina no pudo contar con las actrices que él consideraba más adecuadas: Elsa Martinelli (o una jovencísima Charlotte Rampling) en el papel de Valentina, e Ingrid Thulin (o la cantante Ornella Vanoni) en el de Baba Yaga. Tuvo que conformarse con la francesa Isabelle De Funès y la norteamericana Anne Heywood. Días antes de comenzar a rodar, esta última decidió romper el contrato y apuntarse a otro proyecto. Carroll Baker, demasiado carnal para el papel, fue su sustituta de urgencia. Tampoco Isabelle De Funès cumplió las expectativas. Había sido elegida por su parecido fotográfico con el personaje del cómic, pero, al natural, no tenía nada que ver con él. El maquillaje, las pelucas, el vestuario, la iluminación y los encuadres de cámara solucionaron la papeleta.

 

Tampoco el montaje definitivo del filme es el deseado por el director. El primero duraba cerca de 110 minutos. El productor lo acortó a 90. Farina denunció públicamente la guarrada y lo remontó todo con el material sobrante, muy estropeado por el recorta-y-pega previo. La versión definitiva, que además sufrió dos cortes de censura, sólo alcanza los 83 minutos. Faltan secuencias oniricas, un par de desnudos integrales y una delirante fiesta hippie en un cementerio, animada por el cantautor Franco Battiato disfrazado de santón fumeta.

 

Lo mejor de Baba Yaga es su atmósfera, irreal y viciosa, con toques progres muy setenteros (acentuados por la pegajosa música psicolounge de Piero Umiliani). Hay hallazgos de planificación tremendamente interesantes. La escena de sexo entre Valentina y su novio (George Eastman, ocho años antes de comerse un feto crudo en Gomia, terror en el mar Egeo) está resuelta con imágenes fijas en blanco y negro que imitan viñetas de cómic. Las sesiones fotográficas poseen un ritmo interno muy particular. Abundan los primeros planos, los flashes, las interferencias y las analogías visuales entre objetos dispares. Carroll Baker se cree su personaje y le saca mucho partido. Isabelle de Funès no molesta. La exuberante Ely Galleani, ataviada con un modelazo fetish que no le tapa nada de nada, pone la nota psicotrónica al conjunto, encarnando, con mucho descaro, a la Muñeca Asesina. Farina sale disfrazado de policía, oficial nazi y general prusiano. En resumidas cuentas, a esta película le sobra combustible cultista. Puede arder en nuestros crematorios cinéfagos durante décadas.

 

Un parrafito más para informar sobre la edición en DVD (zona 0, ntsc) que se puso a la venta hace unos meses (y que me ha servido para escribir esta pizpireta reseña). Es impecable. Blue Underground, la empresa de William Lustig, sigue sin defraudarnos. Buena copia, bonitos colores y extraordinarios extras. A saber: escenas cortadas y censuradas, entrevista larga con el director, pieza televisiva sobre Crepax (realizada por el propio Farina en los 70), trailer, galería gráfica y dvd-rom cinecomiquero. La peli está doblada al inglés y no hay opción italiana ni subtítulos en otras lenguas civilizadas. El último apunte: existe al menos una edición española en vídeo (Videotechnics), bastante difícil de encontrar a estas alturas de milenio.

 

Baba Yaga. Italia-Francia. 1973. Director: Corrado Farina. Productoras: 14 Luglio Cinematografica (Roma) y Les Productions Simone Allouche (París). Guión: Corrado Farina, según el cómic de Guido Crepax. Fotografía: Ajace Parolin. Música: Piero Umiliani. Montaje: Giulio Berruti. Intérpretes: Carrol Baker (Baba Yaga), George Eastman (Arno), Isabelle De Funès (Valentina), Ely Galleani (Muñeca asesina), Angela Covelo (Amiga modelo).  

 

Texto publicado en el número 29 del fanzine 2000maniacos, fechado en el invierno de 2004.

1 comentario

abulense -

Ely Galleany, simpática musa del cinema de genere italiano