El tercer hombre
Este texto lo publiqué en el diario El Mundo, en 2003:
La sombra de Orson Welles es alargada. Muchos han creído percibir su autoría en buena parte de los planos, secuencias, insertos y diálogos más celebrados de El tercer hombre, restándole mérito a la labor de su realizador oficial, el británico Carol Reed. Lo cierto es que el personaje de villano sin escrúpulos que interpreta el director y protagonista de Ciudadano Kane en esta película tiene tanto peso específico que, sutil e irremediablemente, hace escorar de su lado cualquier comentario cinéfilo, por muy desapasionado que éste pretenda ser. El estilo de la puesta en escena de Reed, además, reviste no pocas similitudes con el utilizado por Welles en sus obras personales, añadiendo más leña al fuego alimentado desde hace décadas por los mitómanos peor intencionados. Así se fraguan las leyendas modernas.
De una forma u otra, el misterio que envuelve la fabricación de El tercer hombre le sienta bien al guión firmado por el exespía ilustrado Graham Greene. Su protagonista es un ingenuo escritor de noveluchas del Oeste, Holly Martins (Joseph Cotten), que se desplaza desde los Estados Unidos a la vieja Europa para responder a la propuesta de un viejo amigo que le ofrece trabajo. Nada más llegar a una Viena devastada por la Segunda Guerra Mundial, se entera de que su colega, un tal Harry Lime (Orson Welles), acaba de morir en muy extrañas circunstancias. La historia en sí comienza en el cementerio, primera etapa de una carrera de obstáculos que obliga al bueno de Martins a perder la cabeza por una mujer fatal (Alida Valli) y arriesgar su vida por culpa de un puñado de sospechosos habituales.
La clave secreta de El tercer hombre reside en un muerto que no está muerto y en una atmósfera cargada de simbolismos tenebrosos. La abundancia de planos inclinados y el abuso de iluminaciones contrastadas (el director de fotografía, Robert Krasker, vio recompensado su trabajo con un Oscar) acentúa en todo momento la sensación de opresión en la que está inmersa la derrotada ciudad austríaca, envolviendo al protagonista, además, en una especie de pesadilla expresionista. Otro elemento fundamental para la creación de este ambiente es el tema principal de la banda sonora, compuesto e interpretado a la cítara por Anton Karas, un músico descubierto por Reed en un bar de mala muerte.
Volviendo al gran Orson, no cabe duda de que su aparición por sorpresa en la parte final de la película, seduciendo y repeliendo al personal con su pinta de enfant terrible y su verborrea retorcida, contribuye enormemente a que El tercer hombre forme parte de la historia del género negro con toques paranoicos. Ahí va una de sus frases más contundentes: “En Italia, durante los 30 años en que reinaron los Borgia, hubo guerras, terror, crímenes, sangre, pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En cambio, en Suiza hay amor fraternal desde hace 500 años de democracia y paz. ¿Y qué han inventado? El reloj de cuco, amigo mío, el reloj de cuco”.
Título: El tercer hombre (The Third Man). Director: Carol Reed. Nacionalidad: Inglesa. Año de producción: 1949. Género: Cine negro expresionista.
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