Doble X: 20 años de cine porno made in Spain
La X tacha, elimina, cierra, prohibe y censura, pero también señala el lugar en el mapa donde se encuentra enterrado un tesoro. Por regla general, cuando no se disfraza de madre de todas las incógnitas o indica un empate futbolero, sirve para elevar la temperatura del entorno. Del conjunto de letras de nuestro alfabeto, la X es la que más llama la atención: se la ve de lejos y suena bien fuerte. En la palabra ’sexo’ funciona como perfecto reclamo icónico y auditivo que atrae y previene, seduce y repele al mismo tiempo. A nadie debería sorprenderle el hecho de que, en menos de medio siglo, haya acabado convirtiéndose en principal seña de identidad de la industria del porno. Pocas etiquetas poseen tanta capacidad de adaptación al medio. A cualquier medio.
GUARRERIDAS ESPAÑOLAS. La calificación X se implantó oficialmente en España hace dos décadas, en 1983, mucho más tarde que en otros países civilizados. Supuso la culminación de un proceso iniciado 18 años antes, después de la muerte de Franco. En este intervalo, los españoles pasaron del ’destape’ al erotismo clasificado "S"; de las suecas en biquini al desnudo integral de Susana Estrada; de los penes flácidos a la contundencia golosa de Garganta profunda. Se quemaron etapas a toda prisa, de forma desordenada y divertida. Con la apertura de las primeras salas X, todo el mundo pensó que el porno le cambiaría la cara a la industria del cine español. Sucedió justo lo contrario: la presión fiscal y la aplicación de leyes restrictivas obligaron a los profesionales a refugiarse en un ghetto. En medio de este caos, el gran público empezó a exteriorizar síntomas de hartazgo. La situación fue empeorando progresivamente y, a finales de los 80, el erotismo canalla y el sexo explícito dejaron de estar de moda.
Diez años ha invertido la pornoindustria española en reinventarse a sí misma, con resultados muy positivos. Entre otras cosas, ha consolidado un pequeño star-system autóctono con proyección internacional; ha propiciado la aparición de un nuevo tipo de pornófago, más curioso y mejor preparado, y ha incrementado sus posibilidades de interactividad con otros lenguajes artísticos. La pornografía ya está al alcance de millones de consumidores a través de sex-shops, quioscos de prensa, Internet, líneas 906, plataformas digitales, canales de pago y televisiones de barrio. Según cifras oficiales, la facturación anual del sector ronda los 350 millones de euros, cada mes se venden 75.000 películas en vídeo o dvd, y la media de novedades sobrepasa los 12 títulos semanales.
GANG-BANG COLECTIVO EN BCN. Un reflejo de cómo van las cosas en nuestro planeta X particular lo tenemos en el espectacular crecimiento experimentado en los últimos años por el FICEB-Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona. La primera feria, montada en 1993, atrajo la atención de 1.500 curiosos; la del 2002 recibió la visita de 40.000 personas. Se espera que la asistencia a la décimoprimera edición, que se inauguró el pasado miércoles y se prolongará hasta la medianoche del domingo, aumente en un 30 por cierto.
El evento en sí se celebra en La Farga de L’Hospitalet, muy cerca de Barcelona, en un gigantesco pabellón repleto de expositores, escenarios para actuaciones en vivo, salas de proyección y zonas reservadas. Como podréis suponer, todo parecido entre el FICEB y un festival de cine convencional es pura coincidencia. Lo importante aquí no son las películas que integran la sección oficial competitiva. De hecho, casi nadie las ve. A pesar de lo mucho que se empeñan cada año los responsables del certamen en comisariar exposiciones y programar ciclos de conferencias, la mayor parte del público que pasa por taquilla va en busca de otro tipo de emociones.
Dentro del recinto ferial uno puede entretenerse de muchas formas. Cada stand ofrece algo distinto: novedades cinematográficas, juguetes sexuales, lencería erótica, complementos fetish, gastronomía afrodisíaca. Los espectáculos van de la lucha en barro al sexo en vivo, pasando por números de striptease, sesiones de sadomasoquismo y castings improvisados. Estrellas X nacionales e internacionales firman autógrafos, posan junto a sus fans y hasta se dejan meter mano. Abundan las cámaras, los mirones, los exhibicionistas, los famosetes y los periodistas. Huele a testosterona recalentada.
Al otro lado de esta orgía colectiva, los profesionales aprovechan la celebración del festival para intercambiar ideas, firmar contratos, improvisar escenas y petardear a fondo. Nunca faltan fiestas privadas a cuenta de las productoras más potentes. A muchos invitados también les atrae la posibilidad de recibir algún Premio Ninfa (el Oscar porno del FICEB). Los concede un jurado de expertos presidido por Luis García Berlanga. Este año compiten cerca de cien películas cortas y largas, gays y heteros, españolas y extranjeras, en categorías que van de la mejor starlette a la mejor escena de sexo anal. Las recompensas se entregan en el transcurso de una cena de gala sólo para vips. Siempre hay bofetadas por conseguir invitaciones.
DEL CATRE AL CIBERESPACIO. En sus 20 años de historia oficial, el cine X español ha evolucionado mucho. La primera época estuvo marcada por el entusiasmo y la chapuza. Jess Franco y su musa Lina Romay rodaron más de media docena de pornetes intercambiables: Una rajita para dos, Un pito para tres, Falo Crest y cosas así. Incluso Jaime Chávarri se animó a abordar el género con la simpática Regalo de cumpleaños. A partir de 1993, el realizador Jose María Ponce y la actriz María Bianco fueron asentando las bases de la futura industria. Juntos sacaron adelante las primeras ediciones del FICEB, rodaron clásicos de culto como Perras callejeras, y lanzaron a la primera generación de intérpretes españoles que triunfó en Europa y los Estados Unidos: Nacho Vidal, María de Sánchez, Toni Ribas, Sophie Evans, Max Cortés y Ramón Guevara, entre otros. Con la llegada del nuevo milenio, el mercado interior volvió a revitalizarse gracias a las propuestas de realizadores como Narcís Bosch, Alex Romero, Conrad Son, Dani Rodríguez, Sandra Uve y los hermanos Lapiedra, felices beneficiarios de la primera revolución digital.
En la actualidad, el cine X producido a este lado de los Pirineos se parece bastante al que triunfa en el resto de países occidentales. Su futuro depende de temas que están tratándose ahora mismo en el FICEB: sensibilidad femenina versus sensibilidad masculina; límites entre cine convencional y cine para adultos; influencia de la estética porno en el arte moderno; normalización de la industria del sexo en Internet, y otros asuntos de peso. Aunque muchos todavía se empeñan en no darse por aludidos, la pornografía del siglo XXI ha iniciado un proceso de mutación irreversible.
La polémica del momento es la que enfrenta a los partidarios del porno tradicional contra los fanáticos del gonzo, que es la tendencia que puso de moda hace unos años el realizador y productor John Stagliano con la serie Buttman. Básicamente, el estilo gonzo consiste en grabar encuentros sexuales con distintas chicas de la forma más casual posible, en primera persona e improvisando sobre la marcha. Uno de los trucos narrativos más utilizados por los gonzistas es la visita turística a ciudades como Praga y Budapest, actuales capitales mundiales del porno; otro recurso muy manido es el del casting de jóvenes debutantes. El realismo de las situaciones se acentúa filmando en lugares públicos, habitaciones de hotel, casas particulares e incluso vehículos alquilados para la ocasión. En el gonzo, las escenas de sexo duran lo que tengan que durar. Nadie se preocupa demasiado por el artificio. Ni luces ni filtros ni trucos de montaje: cuando más fresco y descarado sea el resultado, mejor. En su día, el realizador danés Lars Von Trier, autor de joyas como Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad, confesó haberse inspirado en el gonzo para redactar las diez normas del Dogma 95.
En nuestro país, los que más y mejor se manejan en esto del gonzo son Max Cortés y Nacho Vidal, actores kamikaze reconvertidos en realizadores todoterreno. También Rocco Siffredi, la superstar X mejor pagada de todos los tiempos, siente fascinación por este subgénero. Él mismo financia, dirige y protagoniza varios gonzos al año por puro placer personal. Está obsesionado con alcanzar el grado máximo de verismo sexual antes de cumplir los 40, aunque sea a costa de la integridad física de sus partenaires femeninas.
Frente a la rudeza machista del gonzo han surgido voces discordantes dentro de la propia industria. Se están buscando alternativas comerciales a toda prisa. Una de las más interesantes ya tiene nombre: ‘línea femenina’. Se lo han sacado de la manga los franceses para atraer a los medios de comunicación. Consiste en promover la realización de pornos más imaginativos, mejor filmados y menos estereotipados. Es decir: que gusten a las mujeres (y, a poder ser, escritos y dirigidos por mujeres). Suena a camelo oportunista, pero menos da una piedra.
Curiosamente, una de las mejores películas presentadas a concurso en el FICEB de este año es la que ha servido como presentación oficial de la ‘línea femenina’: Le parfum du désir, de Angela Tiger. A Sandra Uve, antes conocida como Tatiana Lies, primera y única directora porno de nacionalidad española, le ha gustado mucho. En su opinión: “No se trata de hacer películas más bonitas y sensibleras, sino más estimulantes. Todavía quedan muchas cosas originales por descubrir en el cine porno”. Dentro de un par de meses, Sandra rodará su segundo largometraje, 616 DF: El Diablo Español vs. Las Luchadoras del Este (ver foto), protagonizado por fornidos enmascarados, guapas terroristas y cantantes de rock’n’roll adictas al fetish. “No sé si será de línea femenina o masculina, pero espero que le guste a Jesús Franco”.
(Apoyo)
DE LAS SALAS X A LAS PÁGINAS WEB. Las primeras películas X españolas se rodaron en la clandestinidad. Hace poco, el productor Jose Luis Rado y el periodista Sigfrid Monleón descubrieron por casualidad, ocultos en un archivo, tres cortometrajes fechados entre 1920 y 1926, titulados El ministro, Consultorio de señoras y El confesor. La Filmoteca de la Generalitat Valenciana se encargó de su restauración. Según sus investigaciones, el Conde de Romanones, actuando en nombre del rey Alfonso XIII, encargó los cortos personalmente a los hermanos Ricardo y Ramón Baños, dueños de la productora barcelonesa Royal Films. El 90 por ciento de este tipo de material se encuentra hoy en paradero desconocido, pero ya nadie duda de su existencia. Durante las primeras décadas del siglo pasado, en los mejores burdeles españoles se exhibieron películas semejantes, casi todas procedentes de Francia, Argentina y México. En los años 60, la censura franquista frenó la expansión de cualquier tipo de erotismo cinematográfico dentro de nuestras fronteras. Mientras tanto, entre 1966 y 1968, Dinamarca y Suecia legalizaron la pornografía. Posteriormente lo harían Suiza, Alemania, Holanda y Francia. En 1972 y 1973 se estrenaron en los Estados Unidos los dos largometrajes porno más famosos de la historia: Garganta profunda y Detrás de la puerta verde. De esta época datan los peregrinajes de españolitos al sur de Francia para ver El último tango en París y Emmanuelle. Después de la muerte de Franco surgió la moda del ’destape’. El primer desnudo integral del cine español fue el de María José Cantudo en La trastienda, allá por 1976. En 1977 desapareció la censura. Desde ese momento hasta 1982, las películas eróticas pasaron a denominarse "clasificadas S". Los primeros vídeos porno salieron al mercado en 1982. El lunes 5 de marzo de 1984 se abrieron las puertas de las salas X, diez meses después de aprobarse un decreto elaborado por Pilar Miró, entonces al frente de la Dirección General de Cinematografía. La ley obligaba a los dueños de las salas X a pagar un porcentaje de taquilla superior al 30 por ciento, y les prohibía promocionar sus películas con carteles e imágenes fotográficas. Con semejantes medidas, la crisis no se hizo esperar. De las 85 salas X que había en funcionamiento en 1987, sólo quedaban 16 en 1995. El número se redujo a 6 nada más inaugurarse el nuevo milenio. La pornografía ahora se disfruta en solitario, en casa, a cualquier hora del día y de la noche, en vídeo, dvd o cdrom, a través de Internet, fibra óptica o antena parabólica. En un futuro no demasiado lejano aparecerán los videojuegos sexuales para adultos y los entornos de Realidad Virtual triple X.
GUARRERIDAS ESPAÑOLAS. La calificación X se implantó oficialmente en España hace dos décadas, en 1983, mucho más tarde que en otros países civilizados. Supuso la culminación de un proceso iniciado 18 años antes, después de la muerte de Franco. En este intervalo, los españoles pasaron del ’destape’ al erotismo clasificado "S"; de las suecas en biquini al desnudo integral de Susana Estrada; de los penes flácidos a la contundencia golosa de Garganta profunda. Se quemaron etapas a toda prisa, de forma desordenada y divertida. Con la apertura de las primeras salas X, todo el mundo pensó que el porno le cambiaría la cara a la industria del cine español. Sucedió justo lo contrario: la presión fiscal y la aplicación de leyes restrictivas obligaron a los profesionales a refugiarse en un ghetto. En medio de este caos, el gran público empezó a exteriorizar síntomas de hartazgo. La situación fue empeorando progresivamente y, a finales de los 80, el erotismo canalla y el sexo explícito dejaron de estar de moda.
Diez años ha invertido la pornoindustria española en reinventarse a sí misma, con resultados muy positivos. Entre otras cosas, ha consolidado un pequeño star-system autóctono con proyección internacional; ha propiciado la aparición de un nuevo tipo de pornófago, más curioso y mejor preparado, y ha incrementado sus posibilidades de interactividad con otros lenguajes artísticos. La pornografía ya está al alcance de millones de consumidores a través de sex-shops, quioscos de prensa, Internet, líneas 906, plataformas digitales, canales de pago y televisiones de barrio. Según cifras oficiales, la facturación anual del sector ronda los 350 millones de euros, cada mes se venden 75.000 películas en vídeo o dvd, y la media de novedades sobrepasa los 12 títulos semanales.
GANG-BANG COLECTIVO EN BCN. Un reflejo de cómo van las cosas en nuestro planeta X particular lo tenemos en el espectacular crecimiento experimentado en los últimos años por el FICEB-Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona. La primera feria, montada en 1993, atrajo la atención de 1.500 curiosos; la del 2002 recibió la visita de 40.000 personas. Se espera que la asistencia a la décimoprimera edición, que se inauguró el pasado miércoles y se prolongará hasta la medianoche del domingo, aumente en un 30 por cierto.
El evento en sí se celebra en La Farga de L’Hospitalet, muy cerca de Barcelona, en un gigantesco pabellón repleto de expositores, escenarios para actuaciones en vivo, salas de proyección y zonas reservadas. Como podréis suponer, todo parecido entre el FICEB y un festival de cine convencional es pura coincidencia. Lo importante aquí no son las películas que integran la sección oficial competitiva. De hecho, casi nadie las ve. A pesar de lo mucho que se empeñan cada año los responsables del certamen en comisariar exposiciones y programar ciclos de conferencias, la mayor parte del público que pasa por taquilla va en busca de otro tipo de emociones.
Dentro del recinto ferial uno puede entretenerse de muchas formas. Cada stand ofrece algo distinto: novedades cinematográficas, juguetes sexuales, lencería erótica, complementos fetish, gastronomía afrodisíaca. Los espectáculos van de la lucha en barro al sexo en vivo, pasando por números de striptease, sesiones de sadomasoquismo y castings improvisados. Estrellas X nacionales e internacionales firman autógrafos, posan junto a sus fans y hasta se dejan meter mano. Abundan las cámaras, los mirones, los exhibicionistas, los famosetes y los periodistas. Huele a testosterona recalentada.
Al otro lado de esta orgía colectiva, los profesionales aprovechan la celebración del festival para intercambiar ideas, firmar contratos, improvisar escenas y petardear a fondo. Nunca faltan fiestas privadas a cuenta de las productoras más potentes. A muchos invitados también les atrae la posibilidad de recibir algún Premio Ninfa (el Oscar porno del FICEB). Los concede un jurado de expertos presidido por Luis García Berlanga. Este año compiten cerca de cien películas cortas y largas, gays y heteros, españolas y extranjeras, en categorías que van de la mejor starlette a la mejor escena de sexo anal. Las recompensas se entregan en el transcurso de una cena de gala sólo para vips. Siempre hay bofetadas por conseguir invitaciones.
DEL CATRE AL CIBERESPACIO. En sus 20 años de historia oficial, el cine X español ha evolucionado mucho. La primera época estuvo marcada por el entusiasmo y la chapuza. Jess Franco y su musa Lina Romay rodaron más de media docena de pornetes intercambiables: Una rajita para dos, Un pito para tres, Falo Crest y cosas así. Incluso Jaime Chávarri se animó a abordar el género con la simpática Regalo de cumpleaños. A partir de 1993, el realizador Jose María Ponce y la actriz María Bianco fueron asentando las bases de la futura industria. Juntos sacaron adelante las primeras ediciones del FICEB, rodaron clásicos de culto como Perras callejeras, y lanzaron a la primera generación de intérpretes españoles que triunfó en Europa y los Estados Unidos: Nacho Vidal, María de Sánchez, Toni Ribas, Sophie Evans, Max Cortés y Ramón Guevara, entre otros. Con la llegada del nuevo milenio, el mercado interior volvió a revitalizarse gracias a las propuestas de realizadores como Narcís Bosch, Alex Romero, Conrad Son, Dani Rodríguez, Sandra Uve y los hermanos Lapiedra, felices beneficiarios de la primera revolución digital.
En la actualidad, el cine X producido a este lado de los Pirineos se parece bastante al que triunfa en el resto de países occidentales. Su futuro depende de temas que están tratándose ahora mismo en el FICEB: sensibilidad femenina versus sensibilidad masculina; límites entre cine convencional y cine para adultos; influencia de la estética porno en el arte moderno; normalización de la industria del sexo en Internet, y otros asuntos de peso. Aunque muchos todavía se empeñan en no darse por aludidos, la pornografía del siglo XXI ha iniciado un proceso de mutación irreversible.
La polémica del momento es la que enfrenta a los partidarios del porno tradicional contra los fanáticos del gonzo, que es la tendencia que puso de moda hace unos años el realizador y productor John Stagliano con la serie Buttman. Básicamente, el estilo gonzo consiste en grabar encuentros sexuales con distintas chicas de la forma más casual posible, en primera persona e improvisando sobre la marcha. Uno de los trucos narrativos más utilizados por los gonzistas es la visita turística a ciudades como Praga y Budapest, actuales capitales mundiales del porno; otro recurso muy manido es el del casting de jóvenes debutantes. El realismo de las situaciones se acentúa filmando en lugares públicos, habitaciones de hotel, casas particulares e incluso vehículos alquilados para la ocasión. En el gonzo, las escenas de sexo duran lo que tengan que durar. Nadie se preocupa demasiado por el artificio. Ni luces ni filtros ni trucos de montaje: cuando más fresco y descarado sea el resultado, mejor. En su día, el realizador danés Lars Von Trier, autor de joyas como Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad, confesó haberse inspirado en el gonzo para redactar las diez normas del Dogma 95.
En nuestro país, los que más y mejor se manejan en esto del gonzo son Max Cortés y Nacho Vidal, actores kamikaze reconvertidos en realizadores todoterreno. También Rocco Siffredi, la superstar X mejor pagada de todos los tiempos, siente fascinación por este subgénero. Él mismo financia, dirige y protagoniza varios gonzos al año por puro placer personal. Está obsesionado con alcanzar el grado máximo de verismo sexual antes de cumplir los 40, aunque sea a costa de la integridad física de sus partenaires femeninas.
Frente a la rudeza machista del gonzo han surgido voces discordantes dentro de la propia industria. Se están buscando alternativas comerciales a toda prisa. Una de las más interesantes ya tiene nombre: ‘línea femenina’. Se lo han sacado de la manga los franceses para atraer a los medios de comunicación. Consiste en promover la realización de pornos más imaginativos, mejor filmados y menos estereotipados. Es decir: que gusten a las mujeres (y, a poder ser, escritos y dirigidos por mujeres). Suena a camelo oportunista, pero menos da una piedra.
Curiosamente, una de las mejores películas presentadas a concurso en el FICEB de este año es la que ha servido como presentación oficial de la ‘línea femenina’: Le parfum du désir, de Angela Tiger. A Sandra Uve, antes conocida como Tatiana Lies, primera y única directora porno de nacionalidad española, le ha gustado mucho. En su opinión: “No se trata de hacer películas más bonitas y sensibleras, sino más estimulantes. Todavía quedan muchas cosas originales por descubrir en el cine porno”. Dentro de un par de meses, Sandra rodará su segundo largometraje, 616 DF: El Diablo Español vs. Las Luchadoras del Este (ver foto), protagonizado por fornidos enmascarados, guapas terroristas y cantantes de rock’n’roll adictas al fetish. “No sé si será de línea femenina o masculina, pero espero que le guste a Jesús Franco”.
(Apoyo)
DE LAS SALAS X A LAS PÁGINAS WEB. Las primeras películas X españolas se rodaron en la clandestinidad. Hace poco, el productor Jose Luis Rado y el periodista Sigfrid Monleón descubrieron por casualidad, ocultos en un archivo, tres cortometrajes fechados entre 1920 y 1926, titulados El ministro, Consultorio de señoras y El confesor. La Filmoteca de la Generalitat Valenciana se encargó de su restauración. Según sus investigaciones, el Conde de Romanones, actuando en nombre del rey Alfonso XIII, encargó los cortos personalmente a los hermanos Ricardo y Ramón Baños, dueños de la productora barcelonesa Royal Films. El 90 por ciento de este tipo de material se encuentra hoy en paradero desconocido, pero ya nadie duda de su existencia. Durante las primeras décadas del siglo pasado, en los mejores burdeles españoles se exhibieron películas semejantes, casi todas procedentes de Francia, Argentina y México. En los años 60, la censura franquista frenó la expansión de cualquier tipo de erotismo cinematográfico dentro de nuestras fronteras. Mientras tanto, entre 1966 y 1968, Dinamarca y Suecia legalizaron la pornografía. Posteriormente lo harían Suiza, Alemania, Holanda y Francia. En 1972 y 1973 se estrenaron en los Estados Unidos los dos largometrajes porno más famosos de la historia: Garganta profunda y Detrás de la puerta verde. De esta época datan los peregrinajes de españolitos al sur de Francia para ver El último tango en París y Emmanuelle. Después de la muerte de Franco surgió la moda del ’destape’. El primer desnudo integral del cine español fue el de María José Cantudo en La trastienda, allá por 1976. En 1977 desapareció la censura. Desde ese momento hasta 1982, las películas eróticas pasaron a denominarse "clasificadas S". Los primeros vídeos porno salieron al mercado en 1982. El lunes 5 de marzo de 1984 se abrieron las puertas de las salas X, diez meses después de aprobarse un decreto elaborado por Pilar Miró, entonces al frente de la Dirección General de Cinematografía. La ley obligaba a los dueños de las salas X a pagar un porcentaje de taquilla superior al 30 por ciento, y les prohibía promocionar sus películas con carteles e imágenes fotográficas. Con semejantes medidas, la crisis no se hizo esperar. De las 85 salas X que había en funcionamiento en 1987, sólo quedaban 16 en 1995. El número se redujo a 6 nada más inaugurarse el nuevo milenio. La pornografía ahora se disfruta en solitario, en casa, a cualquier hora del día y de la noche, en vídeo, dvd o cdrom, a través de Internet, fibra óptica o antena parabólica. En un futuro no demasiado lejano aparecerán los videojuegos sexuales para adultos y los entornos de Realidad Virtual triple X.
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