Veranos de cine: La ardilla roja
La segunda película de Julio Medem huele a verano inventado. De ésos que todos creemos haber experimentado al menos una vez en la vida. Es una historia de amor entre un chico y una chica que chocan el uno contra el otro justo cuando más falta les hacía un buen meneo. El, Nancho Novo, ha borrado todas las letras de su nombre menos una: la J mayúscula. Ella, Emma Suárez, se repone de un accidente de moto con el que pretendía perder la cabeza y, de paso, la memoria. Animados por la indefinición de un guión escrito a golpe de intuición adolescente, enseguida entablan conversación espolvoreada de mentirijillas. De telón de fondo tienen un camping bañado al sol. Los campings, en temporada vacacional, son como microcosmos improvisados a partir de un big-bang de temporada. En ellos, abundan los taxistas, los mirones, las calenturas, las neveras portátiles, los niños curiosos y las ensaladas frescas. Como a ella le gusta que le metan mano "por detrás y hacia delante", se divierte atrapando caricias con los muslos, entre las costuras del vaquero. Más que una mujer misteriosa, es una mujer secreta que muerde con su sexo. Por fortuna, a él le encanta pillarse los dedos. Igual que a todos. De esta forma pasa el tiempo sin que pase nada, que es como mejor pasa el tiempo entre julio y agosto. Los minutos van transformándose en besos, y las horas, en preguntas sin respuesta. Cuando Carmelo Gómez, ex-amante tortuoso, surge de la última curva atropellando cuanto encuentra a su paso, nos pilla pensando en una frase ingeniosa de ida y vuelta. Al final, las imágenes de una fotografía se mueven solas y el tesoro del amor aparece en un zoológico. Sección: ardillitas. Al cine español le sale un diente.
La ardilla Roja, de Julio Medem. España, 1992.
La ardilla Roja, de Julio Medem. España, 1992.
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