Udo Kier: Entrevista con el Vampiro
Vicio, sexo, canalleo y aristocracia decadente. Encuentro en la tercera fase con el actor que más veces se ha paseado por el lado oscuro del cine raromalo. De Carne para Frankenstein a Historia de O. De Sangre para Drácula a Blade. De Suspiria a Barb Wire. Del Ultragore Alemán al Dogma Danés. 35 años dando ambiente al lado de personajes como Fassbinder, Madonna, Warhol, Borowczyk, Von Trier, Polanski, Van Sant, Korn y Kitten Natividad. Perversiones de arte y ensayo y cotilleos de cuarto oscuro.
Hay actores que se transforman física y mentalmente en los personajes que interpretan. Pierden y ganan peso, sueltan chapas a los periodistas, se van de la olla y hasta ganan Oscars. Otros, en cambio, siguen siendo ellos mismos en cualquier circunstancia. Udo Kier forma parte de este selecto grupo de elegidos para la gloria de culto. Desde mediados de los años 60, ha encarnado en la gran pantalla a numerosos vampiros, aristócratas, chuloputas, mad doctors, nazis y satanistas, sin borrar de su cara esa expresión de ahí-me-las-den-todas que caracteriza a los auténticos aventureros. Detrás de esa mirada de acero se esconde un tipo que sabe reirse de sí mismo. En esta entrevista —que tuvo lugar durante la celebración del Festival Internacional de Cine de Barcelona-Sitges ’99, y que después ha sido completada y corregida vía fax—, lo demuestra con creces.
DEL DIABLO Y OTROS MALES Udo bebe vino tinto a pleno sol, en el jardín del hotel, poniendo en entredicho su condición de criatura de ultratumba. Me espera con la sonrisa puesta, dispuesto a comerme crudo. Debería tener 55 años (ahora 56), pero no los aparenta. Ha venido a promocionar Possessed, una peliculita danesa con olor a azufre (en el momento de escribir estas líneas, está editada en vídeo por Filmax). El distribuidor español vigila, así que decido empezar el interrogatorio con la pregunta de rigor.
—¿Qué pasa con Possessed?
—Interpreto a un personaje que persigue al Demonio por toda Europa. En realidad, voy detrás de un virus que se contagia por el tacto. El virus es el Demonio. En mi pasaporte dice que soy sacerdote. La policía cree que soy un terrorista. El director, Anders Ronnow-Klarlund, la ha rodado con un estilo que recuerda al Dogma. Está bastante bien. Curiosamente, acabo de hacer de siervo de Satanás en El final de los días, una superproducción americana protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Estoy familiarizado con los temas diabólicos.
—¿A qué crees que se debe esta fiebre por el Fin del Mundo?
—Es por el miedo que se le tiene al cambio de milenio. La gente está cagada y hace películas sobre catástrofes, profecías, maldiciones. Es una moda que pasará en cuanto nos demos cuenta de que, en el 2001, todo seguirá igual que antes.
—¿Cómo te imaginas al Diablo?
—El Diablo vive en la casa de al lado. Es la gente corriente que se comporta como un demonio. Si lees las noticias cada día, siempre encuentras algo al respecto. Hace unas semanas leí un artículo sobre una mujer joven que asesinó a sus dos hijos y los metió en la nevera. Los tuvo allí seis meses, mezclados con la comida. Para mí, esa es la Maldad.
—¿Eres un experto en maldades?
—No sé nada sobre el tema, a pesar de haber interpretado a un montón de villanos. En la vida real tengo dos perros recogidos de la calle. Son perros buenos que no muerden. Paso las mañanas cuidando mi jardín, que tampoco es un jardín diabólico con cadáveres enterrados.
—Cualquiera lo diría, viendo tus películas...
—Empecé a ser conocido en 1973, gracias a Carne para Frankenstein y Sangre para Drácula. Después me ofrecieron muchos papeles parecidos y, de la noche a la mañana, me convertí en un malo de cine. Yo creo que fue por el contraste. Un villano con cara de ángel es más interesante que un monstruo deforme.
—De todas formas, se nota que a ti te gustan este tipo de papeles.
—Sí, no voy a negarlo. Disfruto haciendo cosas en la ficción que nunca haría en la realidad.
—¿Por qué piensas que te has convertido en un actor de culto?
—Me imagino que porque he trabajado con directores de culto: Rainer W. Fassbinder, Lars Von Trier, Gus Van Sant, Paul Morrissey… A todos me los he ido encontrando por casualidad. Soy muy perezoso y no voy detrás de la gente. En los festivales paso de relacionarme con la gente importante. Los directores que quieren trabajar conmigo me lo piden. No tengo yo que ir a decirle a nadie lo maravilloso que soy para que me contrate. Por suerte, trabajo continuamente. He hecho un montón de películas. Algunas buenas y algunas malas.
—¿Qué te gusta más: rodar o ver una película?
—Disfruto más rodando que viéndola, por supuesto. El rodaje es el proceso creativo. El momento creativo. Nunca veo premontajes ni nada de eso. Ni siquiera las imágenes del monitor. Para eso está el director. Él es quien tiene que decidir si lo hago mal o no y corregirme. En general, no me gusta verme. Tengo que hacerlo en algunos estrenos, pero no me gusta. En mi casa no tengo ni un vídeo de mis películas. No quiero ser uno de esos actores que invita a los amigos a cenar y les dice: "¡Qué casualidad! Tengo aquí mi última película. ¿La queréis ver?" Conozco a gente así y la odio.
—¿Odias a muchos compañeros de profesión?
—No, al contrario. Me gusta la gente y esta profesión es la mejor para conocer gente. Yo vivo solo en casa. Hago vida normal. Salgo al mercado y a pasear a los perros. Y luego hago películas, viajo, conozco gente. Con algunos mantengo el contacto, con otros no. En general, más con los directores que con los actores.
—Hablemos de Carne para Frankenstein y Sangre para Drácula.
—Son mis películas más famosas. Las que me pusieron en órbita, por así decirlo. Se rodaron a la vez por decisión del productor italiano, Carlo Ponti. Una detrás de la otra. Con el mismo equipo técnico y un presupuesto de 300.000 dólares. Primero fue Carne para Frankenstein, en tres dimensiones. Tardamos tres semanas en rodarla. El número tres estaba por todas partes. Nos dieron unos días de descanso antes de empezar Sangre para Drácula. Tuve que adelgazar diez kilos, así que no comí nada. Por eso salgo en silla de ruedas. ¡Apenas si podía ponerme en pie!
—¿Aprendiste algo rodándolas?
—Yo hablaba bastante mal en inglés. Tuve que concentrarme mucho. También aprendí a improvisar. Fue una experiencia increíble. Rodamos en un castillo auténtico. El dueño estaba loco. Lo habían encerrado en un manicomio y sus familiares alquilaron el castillo a la productora para poder pagar la factura de la clínica.
—¿Cómo te ofrecieron los papeles?
—Morrissey y yo nos conocimos en un avión. Él me habló de su carrera y yo de la mía. Prometimos llamarnos. Unas semanas más tarde, me ofreció trabajar en una nueva versión de Frankenstein. Le dije que sí y le pregunté que cuál sería mi personaje. "¡El doctor Frankenstein!", me respondió. Aluciné y empecé a hacerme a la idea. Pensaba que el rodaje iba a ser un pasote de drogas, sexo y rock’n’roll, teniendo encuenta que era un proyecto de la Factory de Andy Warhol. Luego resultó que no. Nos levantábamos temprano, trabajábamos todo el día y no había tiempo de juergas.
—¿Se pasó Warhol por el rodaje?
—Vino un día a hacernos fotos glamourosas. Ya sabes. Para su revista. Nos puso guapos y gastó unos cuantos carretes. Yo estaba fascinado con Joe Dallessandro porque era el protagonista de la famosa Trilogía (Trash, Flesh y Heat). Me sentía en el centro de la modernidad.
—Existe el rumor de que fue Antonio Margheritti quien realmente dirigió las dos películas. ¿Es cierto?
—En absoluto. Son cosa de Morrissey. A Margheritti apenas le vi. Supongo que se ocupaba de la segunda unidad, de supervisar al equipo italiano. Hubo que poner su nombre en los créditos por una normativa legal sobre las coproducciones.
—¿Cuál te gusta más?
—Quizás Sangre para Drácula. Es más personal, más atrevida, más sugerente. Al principio, no estaba previsto que yo la protagonizase. Fue al acabar Carne para Frankenstein cuando me la ofrecieron. La interpreté como en trance, en parte por lo poco que comía.
—Tu Conde Drácula enferma cada vez que bebe sangre no virginal. Es como una premonición simbólica del problema de sida.
—Desde que existe el virus del sida, el significado de la sangre en el cine de terror ha variado. Ahora es totalmente distinto. Provoca un terror más visceral, más clínico. En el vampirismo moderno, si muerdes a alguien tú también puedes infectarte. Tiene su punto de ironía. Desgraciadamente, muchos amigos míos han muerto de sida, así que no me lo tomo a broma.
—¿Cuál es tu película de vampiros favorita?
—El baile de los vampiros, de Roman Polanski. Es alegre, ligera, original. Me gustan los trajes, el decorado, la ambientación decadente y los bailes. Los personajes bailan y se muerden, bailan y se muerden...
—¿Conoces a Polanski?
—Solíamos salir juntos a tomar copas cuando yo vivía en París. Él fue quien me convenció para que aceptase hacer Historia de O. Yo pensaba que no era más que otra de esas película porno de la época. Roman me dijo que no, que era un clásico de la literatura erótica, que me daría prestigio.
—¿Y te lo dio?
—Bueno, me lo hubiese dado si la película llevase la firma de Fassbinder en vez de la de... la de...
—Just Jaekin.
—Eso. Me cuesta recordar su nombre.
—Quizás porque no te gustó trabajar con él.
—Quizás.
—A pesar de todo, Historia de O es un clásico del cine erótico de los 70.
—La prohibieron en varios países. Creo que en España también. Teníais que subir a Francia para verla ¿no? Ahora piensas en ello y te sorprende. Entras en Internet y sale Pamela Anderson follando con Tommy Lee. Los tiempos han cambiado. De mi etapa parisina prefiero Docteur Jekyll et les femmes, de Walerian Borowczyk. Es mucho más interesante.
—Es una de mis películas favoritas. En esos años también rodaste Spermula, que es la hostia de rara.
—Estaba en el Festival de Cannes con Alejandro Jodorowsky, presentando el proyecto de Dune (que luego haría David Lynch). El director de Spermula, Charles Matton, era pintor. Un tipo bastante curioso. Cuando me ofreció el papel le dije: "¿Piensas que voy a aceptar trabajar en una película con semejante título?" Me respondió: "Antes se titulaba Love Is a River in Russia, pero el productor decidió cambiarlo". Me hizo tanta gracia que le dije que sí. El rodaje fue divertido y la película es rarísima, tienes razón, pero no es mala.
—¿Desde cuándo estás afincado en Hollywood?
—Vivo en Los Angeles desde hace casi 10 años. En un barrio alejado de las colinas y las estrellas multimillonarias, rodeado de gente normal. Los fines de semana escucho tiroteos entre bandas. Estoy acostumbrado. Fui allí a rodar Mi Idaho privado, con Gus Van Sant. Lo conocí en el Festival de Berlín. Fue la película que me abrió las puertas de Norteamérica. Después del estreno, mi amiga Ana insistió en que me quedase una temporada para probar. Lo hice y todavía sigo allí. Para entrar en la industria americana se necesitan años. Hay que tener paciencia. Es un proceso lento. Llegar a rodar una película con Schwarzenegger me ha costado siete años. No es tan fácil como dicen. Hay que ir subiendo escalones poco a poco y ser bueno. Si no eres bueno, nada. Y si eres alemán, peor. Tengo un acento terrible, pero divertido.
—Creo que eres un fan de la novela de Anne Rice Entrevista con el vampiro. ¡Que rabia que no salgas en la película!
—Sí, es uno de mis libros favoritos. Y es irónico porque, la primera vez que llegué a los Estados Unidos, me dijeron: "¿Has leído la novela? ¿No? Pues tienes que leerla. Si alguna vez se hace la peli, eres perfecto para el papel de Lestat". Se lo conté a mi agente de entonces y me advirtió: "¡Estás loco! Seguro que contratan a una gran estrella, no a ti". Resultó ser verdad: fue Tom Cruise. Y bueno, quedó bien, pero al estilo de Hollywood. ¿Entiendes?
—Has hecho anuncios de Budweiser y Mercedes. En uno de Canon, sales con el tenista André Agassi, y en uno de Honda, con Anthony Hopkins. También has participado en videoclips de Supertramp, Madonna y Korn. En este último, te acompañaba Brigitte Nielsen. Has trabajado con Pamela Anderson en Barb Wire y la teleserie V.I.P. Posaste con Madonna en algunas de las mejores fotos del libro Sex. ¿No tienes prejuicios?
—¿Tú qué crees? Muchos hombres y muchas mujeres me tienen envidia por haber puesto la cabeza entre las tetas de Madonna. Me encantan las superrubias prefabricadas: Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Pamela Anderson, Madonna, incluso Brigitte Nielsen. Son algo más que mujeres. Son símbolos. Mi única preocupación siempre ha sido la de poder combinar este tipo de trabajos con las películas de, por ejemplo, mi amigo Lars Von Trier. Él me ha dicho que le importa una mierda lo que haga con los demás.
—La sociedad americana es muy pacata en materia de sexo.
—Eso es en apariencia. En realidad, Norteamérica es el país donde más cosas relacionadas con el sexo se producen. Aunque sea a escondidas. La gente lleva una doble vida. Si toman cocaína, la toman hasta que se caen al suelo sangrando por la nariz. Si toman píldoras vitamínicas para la salud, agotan todo el abecedario: de la A a la Z. Son exagerados en todo. De sexo no hablan, pero son unos viciosos de cuidado. Es casi un asunto underground. Fíjate lo que les costó poner en pie la industria del porno, que es un invento europeo. Ahora son ellos los que controlan el mercado. Lo que no entiendo es porqué no se prohiben las armas. En Estados Unidos puedo comprarme una pistola cuando me apetezca. Si veo que alguien pisa las flores de mi jardín, le disparo. Así de fácil. Es una herencia de la cultura de los pioneros: coger un trozo de tierra, construir una casa y defenderla a tiros. El sexo no tiene nada que ver con la cultura de los pioneros.
EUROPA ÜBER ALLES Udo Kier nació el 14 de octubre de 1944, en Colonia, Alemania, en un hospital bombardeado por los aliados. Milagrosamente, su madre logró salir de debajo de los cascotes con él en brazos. Aunque ahora está afincado en California, el actor ha vivido en Italia, Francia e Inglaterra. Cada vez que visita Europa, aprovecha para rodar con cineastas tan marcianos como Christoph Schliengensief, uno de los cabecillas del Ultragore alemán, o con su amigo danés Lars Von Trier, al que conocío en una cervecería. Udo ha salido en todas sus películas menos en la primera, El elemento del crimen, y en Los idiotas, y es padrino de su hijo.
—Cuéntame algo de tu infancia.
—Crecí en un barrio pobre. Cada domingo, mi madre se iba con alguien distinto a la cama. Me daba dinero para que me perdiese por ahí. Yo me compraba una gran bolsa de galletas rotas y me sentaba junto al río para ver pasar a los barcos. Quería largarme. Tuve que esperar a cumplir los 18.
—¿Cómo conociste a Fassbinder?
—En un bar de mala muerte. Él tenía 16 años y yo 17. Él era feo y yo guapo. Hacíamos una buena pareja. Nos buscábamos la vida. Saliendo juntos, pillábamos más cacho que por separado. Le perdí la pista. Bastante más tarde, en Londres, vi una foto suya en la revista Stern. Se había convertido en un genio del cine alemán. Fui a verle a Munich y me dio trabajo. Los primeros días no quería ser muy amistoso conmigo. Supongo que porque yo le recordaba una etapa de su vida que él quería olvidar.
—¿Udo Kier es tu auténtico nombre?
—No del todo. Kier tiene más letras detrás. Es un apellido medio polaco medio alemán. Cuando me hice actor, lo acorté.
—¿Cuál fue tu primer curro como actor?
—La primera película que rodé fue The Road to Saint-Tropez. Se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián. Mi cara salió en la portada de la revista Fotogramas. No era un largometraje, duraba unos 40 minutos. Hacía de gigoló. Luego interpreté a un chuloputas con cazadora de cuero en una película que se rodó en Viena. La primera cult-movie de mi carrera fue Mark of the Devil, de Michael Armstrong, donde salgo de cazador de brujas junto a Herbert Lom.
—¿Escribirás algún día tu biografía?
—Mucha gente se ha ofrecido para escribirla, pero prefiero dejarlo para más adelante. No la escribiría personalmente. Lo haría con un colaborador. Pondría una grabadora en marcha y empezaría a hablar. Eso sí, el libro tendría que publicarse después de mi muerte. Es la única condición que impondría a los editores. Los beneficios irían a parar a una fundación contra el sida o las enfermedades del corazón. No quiero ganar dinero con mi vida. Es ridículo.
—¿Si se hiciese una película sobre tu vida qué actor podría interpretarte?
—No tengo ni idea. Algunos periodistas dicen que Brendan Fraser tiene unos ojos parecidos a los míos. Todo el mundo se fija mucho en mis ojos. Pero no me parece una buena elección.
—¿La película estaría clasificada X o sería para todos los públicos?
—Sería para todos los públicos... que fuesen capaces de resistirlo. Supongo que para adultos. Lo mejor sería que me inventase todo, como Marlene Dietrich. Mis fans quieren que cuente historias sobre orgías en castillos, drogas duras, chulazos y mujeres viciosas. Mi obligación es no defraudarles. Me pagan por ser misterioso.
—Acabas de rodar tu primer largo como director. ¿Es autobiográfico?
—Se titula >i>Broken Cookies (Galletas rotas) y se subtitula The Story of Lola Stein. Lola soy yo: un transexual que vive en Hollywood y se desplaza en silla de ruedas. Trabajo con otros transexuales que van en silla de ruedas, en una empresa de telefonía erótica. No es un documental, pero tiene espíritu de documental. Me he basado en algunas cosillas de mi vida. Está protagonizada por transexuales auténticos con las tetas así de grandes. También sale Francesca Kitten Natividad, que es una buena amiga mía. La he rodado siguiendo los preceptos del Dogma 95. Al menos, eso creo. Lo gracioso del Dogma 95 es que, si rompes alguna de las reglas, tienes que confesarte públicamente. ¡Y a mí me encanta confesarme!
FILMOGRAFIA
1966
La route de Saint-Tropez/Road to St.Tropez, de Michael Sarne
1968
Schamlos, de Eddy Saller
La stagione dei sensi, de Massimo Franciosa
1969
La Horse/Il clan degli uomini violenti, de Pierre Granier-Deferre
1970
Hexen bis aufs Blut gequält/Mark of the Devil, de Michael Armstrong
1971
Proklisis/Provocation, de Omiros Efstratiadis
Erotomaneis, de Omiros Efstratiadis
1972
The Salzburg Connection, de Lee H.Katzin
Analikes amartoles/Sexual Eroticism, de Omiros Efstratiadis y Apostolof Tegopoulos
1973
Pan, de George Moorse
1974
Flesh for Frankenstein/Andy Warhol’s Frankenstein/Il mostro è in tavola, barone... Frankenstein!, de Paul Morrissey
Blood for Dracula/Andy Warhol’s Dracula/Dracula cerca sangue di vergine... e mori di sete!, de Paul Morrissey
1975
Der Letzte Schrei, de Robert Van Ackeren
Histoire d’O, de Just Jaeckin
Exposé/Trauma/House on Straw Hill, de James Kenelm Clarke
1976
Goldfloken, de Werner Schroeter
Spermula, de Charles Matton
1977
Suspiria, de Dario Argento
Quel maledetto treno blindato, de Enzo G.Castellari
L’alba dei falsi dei/Das Fünfte Gebot, de Duccio Tessari
Bolwieser, de Rainer Werner Fassbinder (TV)
Belcanto oder Darf eine Nutte schluchzen?, de Robert Van Ackeren
1978
Krétakör, de Gabor Body
1979
Magyar rapszódia, de Miklòs Jancsò
Die Dritte Generation, de Rainer Werner Fassbinder
1980
Berlin Alexanderplatz, de R.W.Fassbinder (TV)
Lulu, de Walerian Borowzcyk
Nàrcisz és Psyché, de Gabor Body
Deustchland Privat, de Robert Van Ackeren
1981
Lola, de R.W.Fassbinder
Lili Marleen, de R.W.Fassbinder
Docteur Jekyll et les femmes, de W.Borowzcyk
1982
Die insel der blutigen Plantage, de Kurt Raab
1983
Die Wilden Fünfziger, de Peter Zadek
Pankow ’95, de Gabor Altorjay
1984
Hur und Heiling, de Cornelia Schlingmann
1985
Verführung: Die grausame Frau, de Elfi Mikesch y Monika Treut
Der Unbesiegbare, de Gusztav Hamos
Die Einsteiger, de Siggi Gotz
1986
Die Schlacht der Idioten, de Christoph Schliengensief
Am nächsten Morgen kehrte der Minister nicht an seinen Arbeitszplatz zurück, de Monika Funke-Stern
Egomania - Insel ohne Hoffnung, de Ch.Schliengensief
1987
Medea, de Lars Von Trier (TV)
1988
Epidemic, de Lars Von Trier
Mutters Maske, de Ch.Schliengensief
1989
100 Jahre Adolf Hitler - Die letzte Stunde im Führerbunker, de Ch.Schliengensief
1990
Das Deutsche Kettensägen Massaker, de Ch.Schliengensief
1991
Europa, de Lars Von Trier
My Own Private Idaho, de Gus Van Sant
1992
Terror 2000 - Intensivstation Deutschland, de Ch.Schliengensief
1993
Plötzlich und unerwartet, de Michael Brynntrup
Josh and S.A.M., de Billy Weber
Even Cowgirls Get the Blues, Gus Van Sant
Three Shake-a-leg Steps to Heaven, de Andy Bausch
For Love and Money, de Barry Sonnenfeld
1994
Rotwang muss weg!, de Hans Christoph Blumenberg
Riget/The Kingdom, de Lars Von Trier (TV)
Ace Ventura: Pet Detective, de Tom Shadyac
1995
Paradise Framed, de Paul Ruven
Die Gebrüder Skladanowsky, de Wim Wenders
Ausgestorben, de Michael Pohl
Johnny Mnemonic, de Robert Longo
Nur über meine Leiche, de Reiner Matsutani
1996
Lea, de Ivan Fila
United Trash, de Ch.Schliengensief
Barb Wire, de David Hogan
Breaking the Waves, de L. Von Trier
The Adventures of Pinocchio, de Steve Barron
The End of Violence, de Wim Wenders
1997
Betty, de Richard Murphy
Die 120 tage von Bottrop, de Ch.Schliengensief
Prince Valiant, de Anthony Hickox
Riget 2/The Kingdom 2, de Morgen Arnfred y L. Von Trier (TV)
1998
Simon Says, de Jim O’Malley
Schuldig, de Markus Fischer
Modern Vampires/The Revenant, de Richard Elfman
Blade, de Stephen Norrington
Armageddon, de Michael Bay
1999
End of Days, de Peter Hyams
Doomsdayer, de Michael J.Sarna
Ice, de Jean de Segonzac
The Last Call, de Steve Curland
History is Made at Night, de Ikka Jarvilaturi
The Debtors, de Evi Quaid
The New Adventures of Pinocchio, de Michael Anderson
Besat/Possessed, de Anders Ronnow-Klarklund
Unter den Palmen, de Miriam Kruishoop
2000
The Shadow of the Vampire, de E.Elias Merhige
Dancer in the Dark, Lars Von Trier
Citizens of Perpetual Indulgence, de Alex Monty Canawati
Red Letters, de Bradley Battersby
Cadillac Tramps, de Thomas Sjölund
There’s No Fish Food in Heaven, de Eleanor Gaver
Just One Night, de Alan Jacobs
Invincible, de Werner Herzog
Critical Mass, de Fred Olen Ray
Dogme 7 - Broken Cookies, de Udo Kier
Die Gottensanbeterin, de Paul Harather
Die Blutgräfin/The Bloodcountess, de Ulrike Ottinger
2001
Revelation, de Stuart Urban
Megiddo: Omega Code 2, de Brian Trenchard-Smith
The Last Minute, de Stephen Norrington
Double Deception, de Shundo Ohkawa
Auf Herz und Nieren, de Thomas Jahn y Til Schweiger
All the Queen’s Men, de Stefan Ruzowitzky
Der Achte Tag, de Lars Henning-Jung y Alexander Tava
Hay actores que se transforman física y mentalmente en los personajes que interpretan. Pierden y ganan peso, sueltan chapas a los periodistas, se van de la olla y hasta ganan Oscars. Otros, en cambio, siguen siendo ellos mismos en cualquier circunstancia. Udo Kier forma parte de este selecto grupo de elegidos para la gloria de culto. Desde mediados de los años 60, ha encarnado en la gran pantalla a numerosos vampiros, aristócratas, chuloputas, mad doctors, nazis y satanistas, sin borrar de su cara esa expresión de ahí-me-las-den-todas que caracteriza a los auténticos aventureros. Detrás de esa mirada de acero se esconde un tipo que sabe reirse de sí mismo. En esta entrevista —que tuvo lugar durante la celebración del Festival Internacional de Cine de Barcelona-Sitges ’99, y que después ha sido completada y corregida vía fax—, lo demuestra con creces.
DEL DIABLO Y OTROS MALES Udo bebe vino tinto a pleno sol, en el jardín del hotel, poniendo en entredicho su condición de criatura de ultratumba. Me espera con la sonrisa puesta, dispuesto a comerme crudo. Debería tener 55 años (ahora 56), pero no los aparenta. Ha venido a promocionar Possessed, una peliculita danesa con olor a azufre (en el momento de escribir estas líneas, está editada en vídeo por Filmax). El distribuidor español vigila, así que decido empezar el interrogatorio con la pregunta de rigor.
—¿Qué pasa con Possessed?
—Interpreto a un personaje que persigue al Demonio por toda Europa. En realidad, voy detrás de un virus que se contagia por el tacto. El virus es el Demonio. En mi pasaporte dice que soy sacerdote. La policía cree que soy un terrorista. El director, Anders Ronnow-Klarlund, la ha rodado con un estilo que recuerda al Dogma. Está bastante bien. Curiosamente, acabo de hacer de siervo de Satanás en El final de los días, una superproducción americana protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Estoy familiarizado con los temas diabólicos.
—¿A qué crees que se debe esta fiebre por el Fin del Mundo?
—Es por el miedo que se le tiene al cambio de milenio. La gente está cagada y hace películas sobre catástrofes, profecías, maldiciones. Es una moda que pasará en cuanto nos demos cuenta de que, en el 2001, todo seguirá igual que antes.
—¿Cómo te imaginas al Diablo?
—El Diablo vive en la casa de al lado. Es la gente corriente que se comporta como un demonio. Si lees las noticias cada día, siempre encuentras algo al respecto. Hace unas semanas leí un artículo sobre una mujer joven que asesinó a sus dos hijos y los metió en la nevera. Los tuvo allí seis meses, mezclados con la comida. Para mí, esa es la Maldad.
—¿Eres un experto en maldades?
—No sé nada sobre el tema, a pesar de haber interpretado a un montón de villanos. En la vida real tengo dos perros recogidos de la calle. Son perros buenos que no muerden. Paso las mañanas cuidando mi jardín, que tampoco es un jardín diabólico con cadáveres enterrados.
—Cualquiera lo diría, viendo tus películas...
—Empecé a ser conocido en 1973, gracias a Carne para Frankenstein y Sangre para Drácula. Después me ofrecieron muchos papeles parecidos y, de la noche a la mañana, me convertí en un malo de cine. Yo creo que fue por el contraste. Un villano con cara de ángel es más interesante que un monstruo deforme.
—De todas formas, se nota que a ti te gustan este tipo de papeles.
—Sí, no voy a negarlo. Disfruto haciendo cosas en la ficción que nunca haría en la realidad.
—¿Por qué piensas que te has convertido en un actor de culto?
—Me imagino que porque he trabajado con directores de culto: Rainer W. Fassbinder, Lars Von Trier, Gus Van Sant, Paul Morrissey… A todos me los he ido encontrando por casualidad. Soy muy perezoso y no voy detrás de la gente. En los festivales paso de relacionarme con la gente importante. Los directores que quieren trabajar conmigo me lo piden. No tengo yo que ir a decirle a nadie lo maravilloso que soy para que me contrate. Por suerte, trabajo continuamente. He hecho un montón de películas. Algunas buenas y algunas malas.
—¿Qué te gusta más: rodar o ver una película?
—Disfruto más rodando que viéndola, por supuesto. El rodaje es el proceso creativo. El momento creativo. Nunca veo premontajes ni nada de eso. Ni siquiera las imágenes del monitor. Para eso está el director. Él es quien tiene que decidir si lo hago mal o no y corregirme. En general, no me gusta verme. Tengo que hacerlo en algunos estrenos, pero no me gusta. En mi casa no tengo ni un vídeo de mis películas. No quiero ser uno de esos actores que invita a los amigos a cenar y les dice: "¡Qué casualidad! Tengo aquí mi última película. ¿La queréis ver?" Conozco a gente así y la odio.
—¿Odias a muchos compañeros de profesión?
—No, al contrario. Me gusta la gente y esta profesión es la mejor para conocer gente. Yo vivo solo en casa. Hago vida normal. Salgo al mercado y a pasear a los perros. Y luego hago películas, viajo, conozco gente. Con algunos mantengo el contacto, con otros no. En general, más con los directores que con los actores.
—Hablemos de Carne para Frankenstein y Sangre para Drácula.
—Son mis películas más famosas. Las que me pusieron en órbita, por así decirlo. Se rodaron a la vez por decisión del productor italiano, Carlo Ponti. Una detrás de la otra. Con el mismo equipo técnico y un presupuesto de 300.000 dólares. Primero fue Carne para Frankenstein, en tres dimensiones. Tardamos tres semanas en rodarla. El número tres estaba por todas partes. Nos dieron unos días de descanso antes de empezar Sangre para Drácula. Tuve que adelgazar diez kilos, así que no comí nada. Por eso salgo en silla de ruedas. ¡Apenas si podía ponerme en pie!
—¿Aprendiste algo rodándolas?
—Yo hablaba bastante mal en inglés. Tuve que concentrarme mucho. También aprendí a improvisar. Fue una experiencia increíble. Rodamos en un castillo auténtico. El dueño estaba loco. Lo habían encerrado en un manicomio y sus familiares alquilaron el castillo a la productora para poder pagar la factura de la clínica.
—¿Cómo te ofrecieron los papeles?
—Morrissey y yo nos conocimos en un avión. Él me habló de su carrera y yo de la mía. Prometimos llamarnos. Unas semanas más tarde, me ofreció trabajar en una nueva versión de Frankenstein. Le dije que sí y le pregunté que cuál sería mi personaje. "¡El doctor Frankenstein!", me respondió. Aluciné y empecé a hacerme a la idea. Pensaba que el rodaje iba a ser un pasote de drogas, sexo y rock’n’roll, teniendo encuenta que era un proyecto de la Factory de Andy Warhol. Luego resultó que no. Nos levantábamos temprano, trabajábamos todo el día y no había tiempo de juergas.
—¿Se pasó Warhol por el rodaje?
—Vino un día a hacernos fotos glamourosas. Ya sabes. Para su revista. Nos puso guapos y gastó unos cuantos carretes. Yo estaba fascinado con Joe Dallessandro porque era el protagonista de la famosa Trilogía (Trash, Flesh y Heat). Me sentía en el centro de la modernidad.
—Existe el rumor de que fue Antonio Margheritti quien realmente dirigió las dos películas. ¿Es cierto?
—En absoluto. Son cosa de Morrissey. A Margheritti apenas le vi. Supongo que se ocupaba de la segunda unidad, de supervisar al equipo italiano. Hubo que poner su nombre en los créditos por una normativa legal sobre las coproducciones.
—¿Cuál te gusta más?
—Quizás Sangre para Drácula. Es más personal, más atrevida, más sugerente. Al principio, no estaba previsto que yo la protagonizase. Fue al acabar Carne para Frankenstein cuando me la ofrecieron. La interpreté como en trance, en parte por lo poco que comía.
—Tu Conde Drácula enferma cada vez que bebe sangre no virginal. Es como una premonición simbólica del problema de sida.
—Desde que existe el virus del sida, el significado de la sangre en el cine de terror ha variado. Ahora es totalmente distinto. Provoca un terror más visceral, más clínico. En el vampirismo moderno, si muerdes a alguien tú también puedes infectarte. Tiene su punto de ironía. Desgraciadamente, muchos amigos míos han muerto de sida, así que no me lo tomo a broma.
—¿Cuál es tu película de vampiros favorita?
—El baile de los vampiros, de Roman Polanski. Es alegre, ligera, original. Me gustan los trajes, el decorado, la ambientación decadente y los bailes. Los personajes bailan y se muerden, bailan y se muerden...
—¿Conoces a Polanski?
—Solíamos salir juntos a tomar copas cuando yo vivía en París. Él fue quien me convenció para que aceptase hacer Historia de O. Yo pensaba que no era más que otra de esas película porno de la época. Roman me dijo que no, que era un clásico de la literatura erótica, que me daría prestigio.
—¿Y te lo dio?
—Bueno, me lo hubiese dado si la película llevase la firma de Fassbinder en vez de la de... la de...
—Just Jaekin.
—Eso. Me cuesta recordar su nombre.
—Quizás porque no te gustó trabajar con él.
—Quizás.
—A pesar de todo, Historia de O es un clásico del cine erótico de los 70.
—La prohibieron en varios países. Creo que en España también. Teníais que subir a Francia para verla ¿no? Ahora piensas en ello y te sorprende. Entras en Internet y sale Pamela Anderson follando con Tommy Lee. Los tiempos han cambiado. De mi etapa parisina prefiero Docteur Jekyll et les femmes, de Walerian Borowczyk. Es mucho más interesante.
—Es una de mis películas favoritas. En esos años también rodaste Spermula, que es la hostia de rara.
—Estaba en el Festival de Cannes con Alejandro Jodorowsky, presentando el proyecto de Dune (que luego haría David Lynch). El director de Spermula, Charles Matton, era pintor. Un tipo bastante curioso. Cuando me ofreció el papel le dije: "¿Piensas que voy a aceptar trabajar en una película con semejante título?" Me respondió: "Antes se titulaba Love Is a River in Russia, pero el productor decidió cambiarlo". Me hizo tanta gracia que le dije que sí. El rodaje fue divertido y la película es rarísima, tienes razón, pero no es mala.
—¿Desde cuándo estás afincado en Hollywood?
—Vivo en Los Angeles desde hace casi 10 años. En un barrio alejado de las colinas y las estrellas multimillonarias, rodeado de gente normal. Los fines de semana escucho tiroteos entre bandas. Estoy acostumbrado. Fui allí a rodar Mi Idaho privado, con Gus Van Sant. Lo conocí en el Festival de Berlín. Fue la película que me abrió las puertas de Norteamérica. Después del estreno, mi amiga Ana insistió en que me quedase una temporada para probar. Lo hice y todavía sigo allí. Para entrar en la industria americana se necesitan años. Hay que tener paciencia. Es un proceso lento. Llegar a rodar una película con Schwarzenegger me ha costado siete años. No es tan fácil como dicen. Hay que ir subiendo escalones poco a poco y ser bueno. Si no eres bueno, nada. Y si eres alemán, peor. Tengo un acento terrible, pero divertido.
—Creo que eres un fan de la novela de Anne Rice Entrevista con el vampiro. ¡Que rabia que no salgas en la película!
—Sí, es uno de mis libros favoritos. Y es irónico porque, la primera vez que llegué a los Estados Unidos, me dijeron: "¿Has leído la novela? ¿No? Pues tienes que leerla. Si alguna vez se hace la peli, eres perfecto para el papel de Lestat". Se lo conté a mi agente de entonces y me advirtió: "¡Estás loco! Seguro que contratan a una gran estrella, no a ti". Resultó ser verdad: fue Tom Cruise. Y bueno, quedó bien, pero al estilo de Hollywood. ¿Entiendes?
—Has hecho anuncios de Budweiser y Mercedes. En uno de Canon, sales con el tenista André Agassi, y en uno de Honda, con Anthony Hopkins. También has participado en videoclips de Supertramp, Madonna y Korn. En este último, te acompañaba Brigitte Nielsen. Has trabajado con Pamela Anderson en Barb Wire y la teleserie V.I.P. Posaste con Madonna en algunas de las mejores fotos del libro Sex. ¿No tienes prejuicios?
—¿Tú qué crees? Muchos hombres y muchas mujeres me tienen envidia por haber puesto la cabeza entre las tetas de Madonna. Me encantan las superrubias prefabricadas: Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Pamela Anderson, Madonna, incluso Brigitte Nielsen. Son algo más que mujeres. Son símbolos. Mi única preocupación siempre ha sido la de poder combinar este tipo de trabajos con las películas de, por ejemplo, mi amigo Lars Von Trier. Él me ha dicho que le importa una mierda lo que haga con los demás.
—La sociedad americana es muy pacata en materia de sexo.
—Eso es en apariencia. En realidad, Norteamérica es el país donde más cosas relacionadas con el sexo se producen. Aunque sea a escondidas. La gente lleva una doble vida. Si toman cocaína, la toman hasta que se caen al suelo sangrando por la nariz. Si toman píldoras vitamínicas para la salud, agotan todo el abecedario: de la A a la Z. Son exagerados en todo. De sexo no hablan, pero son unos viciosos de cuidado. Es casi un asunto underground. Fíjate lo que les costó poner en pie la industria del porno, que es un invento europeo. Ahora son ellos los que controlan el mercado. Lo que no entiendo es porqué no se prohiben las armas. En Estados Unidos puedo comprarme una pistola cuando me apetezca. Si veo que alguien pisa las flores de mi jardín, le disparo. Así de fácil. Es una herencia de la cultura de los pioneros: coger un trozo de tierra, construir una casa y defenderla a tiros. El sexo no tiene nada que ver con la cultura de los pioneros.
EUROPA ÜBER ALLES Udo Kier nació el 14 de octubre de 1944, en Colonia, Alemania, en un hospital bombardeado por los aliados. Milagrosamente, su madre logró salir de debajo de los cascotes con él en brazos. Aunque ahora está afincado en California, el actor ha vivido en Italia, Francia e Inglaterra. Cada vez que visita Europa, aprovecha para rodar con cineastas tan marcianos como Christoph Schliengensief, uno de los cabecillas del Ultragore alemán, o con su amigo danés Lars Von Trier, al que conocío en una cervecería. Udo ha salido en todas sus películas menos en la primera, El elemento del crimen, y en Los idiotas, y es padrino de su hijo.
—Cuéntame algo de tu infancia.
—Crecí en un barrio pobre. Cada domingo, mi madre se iba con alguien distinto a la cama. Me daba dinero para que me perdiese por ahí. Yo me compraba una gran bolsa de galletas rotas y me sentaba junto al río para ver pasar a los barcos. Quería largarme. Tuve que esperar a cumplir los 18.
—¿Cómo conociste a Fassbinder?
—En un bar de mala muerte. Él tenía 16 años y yo 17. Él era feo y yo guapo. Hacíamos una buena pareja. Nos buscábamos la vida. Saliendo juntos, pillábamos más cacho que por separado. Le perdí la pista. Bastante más tarde, en Londres, vi una foto suya en la revista Stern. Se había convertido en un genio del cine alemán. Fui a verle a Munich y me dio trabajo. Los primeros días no quería ser muy amistoso conmigo. Supongo que porque yo le recordaba una etapa de su vida que él quería olvidar.
—¿Udo Kier es tu auténtico nombre?
—No del todo. Kier tiene más letras detrás. Es un apellido medio polaco medio alemán. Cuando me hice actor, lo acorté.
—¿Cuál fue tu primer curro como actor?
—La primera película que rodé fue The Road to Saint-Tropez. Se presentó en el Festival de Cine de San Sebastián. Mi cara salió en la portada de la revista Fotogramas. No era un largometraje, duraba unos 40 minutos. Hacía de gigoló. Luego interpreté a un chuloputas con cazadora de cuero en una película que se rodó en Viena. La primera cult-movie de mi carrera fue Mark of the Devil, de Michael Armstrong, donde salgo de cazador de brujas junto a Herbert Lom.
—¿Escribirás algún día tu biografía?
—Mucha gente se ha ofrecido para escribirla, pero prefiero dejarlo para más adelante. No la escribiría personalmente. Lo haría con un colaborador. Pondría una grabadora en marcha y empezaría a hablar. Eso sí, el libro tendría que publicarse después de mi muerte. Es la única condición que impondría a los editores. Los beneficios irían a parar a una fundación contra el sida o las enfermedades del corazón. No quiero ganar dinero con mi vida. Es ridículo.
—¿Si se hiciese una película sobre tu vida qué actor podría interpretarte?
—No tengo ni idea. Algunos periodistas dicen que Brendan Fraser tiene unos ojos parecidos a los míos. Todo el mundo se fija mucho en mis ojos. Pero no me parece una buena elección.
—¿La película estaría clasificada X o sería para todos los públicos?
—Sería para todos los públicos... que fuesen capaces de resistirlo. Supongo que para adultos. Lo mejor sería que me inventase todo, como Marlene Dietrich. Mis fans quieren que cuente historias sobre orgías en castillos, drogas duras, chulazos y mujeres viciosas. Mi obligación es no defraudarles. Me pagan por ser misterioso.
—Acabas de rodar tu primer largo como director. ¿Es autobiográfico?
—Se titula >i>Broken Cookies (Galletas rotas) y se subtitula The Story of Lola Stein. Lola soy yo: un transexual que vive en Hollywood y se desplaza en silla de ruedas. Trabajo con otros transexuales que van en silla de ruedas, en una empresa de telefonía erótica. No es un documental, pero tiene espíritu de documental. Me he basado en algunas cosillas de mi vida. Está protagonizada por transexuales auténticos con las tetas así de grandes. También sale Francesca Kitten Natividad, que es una buena amiga mía. La he rodado siguiendo los preceptos del Dogma 95. Al menos, eso creo. Lo gracioso del Dogma 95 es que, si rompes alguna de las reglas, tienes que confesarte públicamente. ¡Y a mí me encanta confesarme!
FILMOGRAFIA
1966
La route de Saint-Tropez/Road to St.Tropez, de Michael Sarne
1968
Schamlos, de Eddy Saller
La stagione dei sensi, de Massimo Franciosa
1969
La Horse/Il clan degli uomini violenti, de Pierre Granier-Deferre
1970
Hexen bis aufs Blut gequält/Mark of the Devil, de Michael Armstrong
1971
Proklisis/Provocation, de Omiros Efstratiadis
Erotomaneis, de Omiros Efstratiadis
1972
The Salzburg Connection, de Lee H.Katzin
Analikes amartoles/Sexual Eroticism, de Omiros Efstratiadis y Apostolof Tegopoulos
1973
Pan, de George Moorse
1974
Flesh for Frankenstein/Andy Warhol’s Frankenstein/Il mostro è in tavola, barone... Frankenstein!, de Paul Morrissey
Blood for Dracula/Andy Warhol’s Dracula/Dracula cerca sangue di vergine... e mori di sete!, de Paul Morrissey
1975
Der Letzte Schrei, de Robert Van Ackeren
Histoire d’O, de Just Jaeckin
Exposé/Trauma/House on Straw Hill, de James Kenelm Clarke
1976
Goldfloken, de Werner Schroeter
Spermula, de Charles Matton
1977
Suspiria, de Dario Argento
Quel maledetto treno blindato, de Enzo G.Castellari
L’alba dei falsi dei/Das Fünfte Gebot, de Duccio Tessari
Bolwieser, de Rainer Werner Fassbinder (TV)
Belcanto oder Darf eine Nutte schluchzen?, de Robert Van Ackeren
1978
Krétakör, de Gabor Body
1979
Magyar rapszódia, de Miklòs Jancsò
Die Dritte Generation, de Rainer Werner Fassbinder
1980
Berlin Alexanderplatz, de R.W.Fassbinder (TV)
Lulu, de Walerian Borowzcyk
Nàrcisz és Psyché, de Gabor Body
Deustchland Privat, de Robert Van Ackeren
1981
Lola, de R.W.Fassbinder
Lili Marleen, de R.W.Fassbinder
Docteur Jekyll et les femmes, de W.Borowzcyk
1982
Die insel der blutigen Plantage, de Kurt Raab
1983
Die Wilden Fünfziger, de Peter Zadek
Pankow ’95, de Gabor Altorjay
1984
Hur und Heiling, de Cornelia Schlingmann
1985
Verführung: Die grausame Frau, de Elfi Mikesch y Monika Treut
Der Unbesiegbare, de Gusztav Hamos
Die Einsteiger, de Siggi Gotz
1986
Die Schlacht der Idioten, de Christoph Schliengensief
Am nächsten Morgen kehrte der Minister nicht an seinen Arbeitszplatz zurück, de Monika Funke-Stern
Egomania - Insel ohne Hoffnung, de Ch.Schliengensief
1987
Medea, de Lars Von Trier (TV)
1988
Epidemic, de Lars Von Trier
Mutters Maske, de Ch.Schliengensief
1989
100 Jahre Adolf Hitler - Die letzte Stunde im Führerbunker, de Ch.Schliengensief
1990
Das Deutsche Kettensägen Massaker, de Ch.Schliengensief
1991
Europa, de Lars Von Trier
My Own Private Idaho, de Gus Van Sant
1992
Terror 2000 - Intensivstation Deutschland, de Ch.Schliengensief
1993
Plötzlich und unerwartet, de Michael Brynntrup
Josh and S.A.M., de Billy Weber
Even Cowgirls Get the Blues, Gus Van Sant
Three Shake-a-leg Steps to Heaven, de Andy Bausch
For Love and Money, de Barry Sonnenfeld
1994
Rotwang muss weg!, de Hans Christoph Blumenberg
Riget/The Kingdom, de Lars Von Trier (TV)
Ace Ventura: Pet Detective, de Tom Shadyac
1995
Paradise Framed, de Paul Ruven
Die Gebrüder Skladanowsky, de Wim Wenders
Ausgestorben, de Michael Pohl
Johnny Mnemonic, de Robert Longo
Nur über meine Leiche, de Reiner Matsutani
1996
Lea, de Ivan Fila
United Trash, de Ch.Schliengensief
Barb Wire, de David Hogan
Breaking the Waves, de L. Von Trier
The Adventures of Pinocchio, de Steve Barron
The End of Violence, de Wim Wenders
1997
Betty, de Richard Murphy
Die 120 tage von Bottrop, de Ch.Schliengensief
Prince Valiant, de Anthony Hickox
Riget 2/The Kingdom 2, de Morgen Arnfred y L. Von Trier (TV)
1998
Simon Says, de Jim O’Malley
Schuldig, de Markus Fischer
Modern Vampires/The Revenant, de Richard Elfman
Blade, de Stephen Norrington
Armageddon, de Michael Bay
1999
End of Days, de Peter Hyams
Doomsdayer, de Michael J.Sarna
Ice, de Jean de Segonzac
The Last Call, de Steve Curland
History is Made at Night, de Ikka Jarvilaturi
The Debtors, de Evi Quaid
The New Adventures of Pinocchio, de Michael Anderson
Besat/Possessed, de Anders Ronnow-Klarklund
Unter den Palmen, de Miriam Kruishoop
2000
The Shadow of the Vampire, de E.Elias Merhige
Dancer in the Dark, Lars Von Trier
Citizens of Perpetual Indulgence, de Alex Monty Canawati
Red Letters, de Bradley Battersby
Cadillac Tramps, de Thomas Sjölund
There’s No Fish Food in Heaven, de Eleanor Gaver
Just One Night, de Alan Jacobs
Invincible, de Werner Herzog
Critical Mass, de Fred Olen Ray
Dogme 7 - Broken Cookies, de Udo Kier
Die Gottensanbeterin, de Paul Harather
Die Blutgräfin/The Bloodcountess, de Ulrike Ottinger
2001
Revelation, de Stuart Urban
Megiddo: Omega Code 2, de Brian Trenchard-Smith
The Last Minute, de Stephen Norrington
Double Deception, de Shundo Ohkawa
Auf Herz und Nieren, de Thomas Jahn y Til Schweiger
All the Queen’s Men, de Stefan Ruzowitzky
Der Achte Tag, de Lars Henning-Jung y Alexander Tava
1 comentario
Anónimo -