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la verdadera identidad de pedro calleja

CINE

Tiana y el sapo

Tiana y el sapo

Ayer, viernes 5 de febrero de 2010, publiqué este texto informativo sobre The Princess and the Frog, en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo. Me reí mucho viéndola en la mejor de las compañías.

Con su nueva producción, Tiana y el sapo, Disney recupera el espíritu, las formas, la música y el sentido del humor del mejor cine animado de los años noventa. Y lo hace prescindiendo de andamiajes y oropeles digitales en 3 dimensiones, echando mano de técnicas y fórmulas tradicionales convenientemente puestas al día. A los mandos de todo el proyecto encontramos a los guionistas y realizadores Ron Clemens y John Musker, responsables creativos de clásicos modernos del género como La Sirenita y Aladdin. De la banda sonora se encarga Randy Newman, compositor habitual de las películas de Pixar, quien, en esta ocasión, cuenta con la colaboración del letrista Glenn Slater, famoso por su trabajo en La Sirenita junto al músico Alan Menkes.

La música ocupa un lugar muy destacado en Tiana y el sapo. No sólo por estar el film ambientado en Nueva Orleans, en la década de los locos años veinte, en plena efervescencia del jazz y los ritmos bailables, sino por la docena de números musicales que se incluyen en el metraje, interpretados todos ellos por los propios protagonistas de la historia, sean éstos humanos o no. El resultado final de la propuesta se acerca mucho al estilo y la estética popularizadas en el siglo XX por los célebres espectáculos de Broadway, sólo que añadiéndole a la receta una buena dósis de comicidad disparatada.

La sufrida protagonista de Tiana y el sapo es Tiana (doblada en inglés por Anika Noni Rose, vista en Dreamgirls), una joven afroamericana de familia humilde que trabaja sin descanso para poder hacer realidad su sueño (y el de su fallecido padre): regentar un restaurante chic. La madre de Tiana se llama Eudora (Oprah Winfrey) y se gana la vida cosiendo para familias ricas. Una de estas familias es la de los La Bouff. Precisamente, una de las mejores amigas de Tiana es Charlotte (Jennifer Cody), la hija del señor La Bouff (John Goodman). Charlotte es una típica flapper girl de los años del Charleston: una jovencita alocada y caprichosa, siempre vestida a la última moda, que sueña con casarse con un príncipe.

El príncipe de esta historia procede de un país europeo ficticio, Maldonia, y responde al exótico nombre de Naveem (Bruno Campos). Sus tres principales pasiones son el jazz, la juerga y las mujeres. Lógicamente, nada más poner un pie en Nueva Orleans, Naveem se mete en líos y acaba transformado en un sapo por culpa de las malas artes de un brujo experto en vudú, el Doctor Facilier (Keith David), que es algo así como el hijo que hubiesen podido tener el Capitán Garfio y Cruella De Vil.

El príncipe sapo Naveem le pide a Tiana que le dé un beso en la boca para anular el hechizo de Facilier, pero las cosas no salen como estaban previstas y la joven también se convierte en rana. Entran entonces en escena tres personajes secundarios descacharrantes: el cocodrilo Louis, que toca la trompeta como Louis Armstrong; la luciérnaga de los pantanos Ray, que está enamorado de una estrella, y la sacerdotisa vudú Mama Odie, que no ve tres en un burro.

El guión de Tiana y el sapo se basa en el libro La princesa rana, de E.D. Baker, que a su vez era una versión en clave femenina de una fábula tradicional popularizada por los hermanos Grimm en el siglo XIX. “Nuestra protagonista es una mujer independiente que mira hacia el futuro ​—señala el correalizador Ron Clemens—. Tiene las ideas claras. Sabe lo duro que es ganar dinero trabajando día y noche. No sueña con príncipes azules ni hadas con varita mágica. Es una mujer moderna. Una pionera, valiente y decidida. No es la típica chica guapa y desvalida de los cuentos”.

La única vez que Tiana se permite soñar despierta es cuando canta la canción Almost There y se imagina cómo será su restaurante, en una de las secuencias más brillantes del film, inspirada por el diseño gráfico de los carteles publicitarios de los años veinte. Otro momento impactante es el número musical fantasmagórico del Doctor Facilier, que recuerda un poco al del Hombre del Saco de Pesadilla antes de Navidad.

“Hemos disfrutado mucho recreando el Nueva Orleans de la época dorada del jazz —afirma el correalizador John Musker—. Recopilamos centenares de fotos de aquellos años. Todo lo que sale en la película está basado en la realidad: las casas, la ropa, los muebles, los coches de caballos, los barcos de vapor... y la cabalgata del Mardi Gras”.

La tapadera

La tapadera

Este texto sobre The Front lo publiqué en el diario El Mundo a finales de 2003:

La caza de brujas provocada en la Meca del cine por el senador Joseph MacCarthy y sus compinches durante la década de los 50 puso en la picota a muchos directores, productores, guionistas, técnicos y actores de renombre, a los cuales se les acusó de colaboracionismo con el partido comunista. Fueron centenares los artistas afectados por tan drástica medida. La tapadera, una de las películas más personales de Martin Ritt, trata este tema desde un punto de vista humorístico y contundente. Woody Allen encarna a un pobre diablo que se alquila como hombre de paja a los guionistas de Hollywood que no pueden seguir firmando sus trabajos. Muy pronto, se convierte en una celebridad gracias a su prodigioso y polimórfico talento. Lo malo es que también empieza a levantar sospechas. Tanto el autor del guión original, Walter Bernstein, como el director, Ritt, y el resto de protagonistas, Zero Mostel, Herschel Bernardi, Joshua Shelley y Lloyd Goug, entre otros, sufrieron personalmente la persecución maccarthysta. La verdad duele.

Título: La tapadera (The Front). Director: Martin Ritt. Nacionalidad: Estadounidense. Año de producción: 1976. Género: Comedia de denuncia.

Easy Rider. Buscando mi destino

Easy Rider. Buscando mi destino

Este texto sobre Easy Rider lo publiqué en el diario El Mundo a finales de 2003:

A medio camino entre el himno generacional, el capricho independiente y el experimento improvisado, Easy Rider puso del revés las bases de la industria cinematográfica hollywoodiense de finales de los 60, abriendo el camino a una nueva sensibilidad. Su sorprendente éxito de taquilla llegó acompañado por una encendida polémica ideológica, convirtiendo a sus principales responsables en héroes de la contracultura.

Más cercana al espíritu de los westerns fronterizos de lo que parece a simple vista, la película narra las peripecias de una pareja de motoristas nómadas: el lacónico Wyatt (Peter Fonda) y el mostachudo Billy (Dennis Hopper), quienes, después de cerrar un buen negocio de compraventa de farlopa mexicana, deciden irse a Nueva Orleans a celebrarlo. Por el camino, pernoctan varias veces al calor de una fogata, visitan una comuna y consumen todo tipo de sustancias prohibidas. También comparten experiencias con el loco George (Jack Nicholson), un tipo capaz de alegrarle la vida a un muerto.

Dirigida por el entonces debutante Hopper, y producida en parte con los ahorrillos de Fonda, co-autores ambos igualmente, junto al escritor Terry Southern, del guión, Easy Rider cuenta con una banda sonora espectacular, con temas de Steppenwolf, The Byrds y The Band, entre otros.

Treinta años después de su estreno, todavía provoca unas irrefrenables ganas de lanzarse a la carretera encima de una flamante Harley-Davidson.

Título: Easy Rider. Buscando mi destino (Easy Rider). Director: Dennis Hopper. Nacionalidad: Estadounidense. Año de producción: 1969. Género: Película de carretera.

El golpe

El golpe

Este texto sobre The Sting lo publiqué en el diario El Mundo en 2003:

Los sinvergüenzas molan, al menos en el cine. Y más si van impecablemente trajeados y se dedican a sacarles los cuartos a otros sinvergüenzas, con estilazo canalla y mano izquierdosa. En El golpe, la sinvergonzonería fina está descrita como una de las Bellas Artes. Sus dos protagonistas, Henry Gondorff y Johnny Hooker, encarnados o más bien poseídos por esa pareja de cómplices interpretativos formada por Robert Redford y Paul Newman, deciden unir sus respectivos talentos como estafadores de serie B para vengarse de un pez gordo del crimen neoyorquino, Doyle Lonnegan (Robert Shaw), que no posee más vicios que el póquer trucado y las apuestas fuertes.

Arropados por un envoltorio revivalista que recrea con chispa la escena gansteril de mediados de los años 30 en Chicago, estos dos buscavidas se las apañan para tejer una red de engaños en la que no sólo caen sus enemigos, sus colaboradores y sus amiguitas, sino que les atrapa a ellos mismos y acaba inmovilizando a todo el mundo en un final sorpresa que pone a prueba el sexto sentido de los espectadores.

Cinco años después de magnetizar las pantallas grandes de medio mundo con ese western amiguetil que se titula Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969), sus principales responsables, el director George Roy Hill, y los actores Robert Redford y Paul Newman, volvieron a reunirse para dar, literalmente, otro gran golpe a las taquillas, utilizando como arma de intimidación un argumento plagado de trampas, diálogos envenenados y guiños desmitificadores. En él, David S. Ward mezcló con soltura tópicos heredados del mejor cine negro con pinceladas de crítica social, envolviéndolo todo bajo un manto de comedia inteligente y supeditando el conjunto a caprichosas reglas de suspense cinematográfico.

Los personajes de El golpe, hijos putativos de la Gran Depresión, se mueven impulsados por la necesidad y el revanchismo. Son astutos, calculadores, egoístas, codiciosos y mezquinos. Eso no les impide soñar con tiempos mejores para la lírica delictiva, por así decirlo, derrochando, de paso, simpatía y elegancia. La química que surge del tándem Redford-Newman provoca adicción: uno, abusando de su carita de ángel malo; el otro, disfrutando de cada trago de más mientras barajea sus cartas marcadas. A su alrededor, gente de tanto peso específico como Charles Durning, Ray Walston, Eileen Brennan o Robert Earl Jones consigue imprimir su huella indeleble en una historia coral que mima a todos por igual.

La puesta en escena de Roy Hill, atenta al ir y venir de estos actores radiantes de carisma, se enriquece también con una textura fotográfica de inspiración periodística, obra de Robert Surtees, y una banda sonora de sabor retro que volvió en su día a poner de moda el ragtime.

Fenómeno tendencioso de principios de los 70, El golpe obtuvo siete Oscars de la Academia: entre ellos, los de mejor película, mejor director y mejor guión original. Hoy ya es una película de culto, y no sólo entre los sinvergüenzas.

Título: El golpe (The Sting). Director: George Roy Hill. Nacionalidad: Norteamericana. Año de producción: 1973. Género: Comedia retro con robo sofisticado.

El tercer hombre

El tercer hombre

Este texto lo publiqué en el diario El Mundo, en 2003:

La sombra de Orson Welles es alargada. Muchos han creído percibir su autoría en buena parte de los planos, secuencias, insertos y diálogos más celebrados de El tercer hombre, restándole mérito a la labor de su realizador oficial, el británico Carol Reed. Lo cierto es que el personaje de villano sin escrúpulos que interpreta el director y protagonista de Ciudadano Kane en esta película tiene tanto peso específico que, sutil e irremediablemente, hace escorar de su lado cualquier comentario cinéfilo, por muy desapasionado que éste pretenda ser. El estilo de la puesta en escena de Reed, además, reviste no pocas similitudes con el utilizado por Welles en sus obras personales, añadiendo más leña al fuego alimentado desde hace décadas por los mitómanos peor intencionados. Así se fraguan las leyendas modernas.

De una forma u otra, el misterio que envuelve la fabricación de El tercer hombre le sienta bien al guión firmado por el exespía ilustrado Graham Greene. Su protagonista es un ingenuo escritor de noveluchas del Oeste, Holly Martins (Joseph Cotten), que se desplaza desde los Estados Unidos a la vieja Europa para responder a la propuesta de un viejo amigo que le ofrece trabajo. Nada más llegar a una Viena devastada por la Segunda Guerra Mundial, se entera de que su colega, un tal Harry Lime (Orson Welles), acaba de morir en muy extrañas circunstancias. La historia en sí comienza en el cementerio, primera etapa de una carrera de obstáculos que obliga al bueno de Martins a perder la cabeza por una mujer fatal (Alida Valli) y arriesgar su vida por culpa de un puñado de sospechosos habituales.

La clave secreta de El tercer hombre reside en un muerto que no está muerto y en una atmósfera cargada de simbolismos tenebrosos. La abundancia de planos inclinados y el abuso de iluminaciones contrastadas (el director de fotografía, Robert Krasker, vio recompensado su trabajo con un Oscar) acentúa en todo momento la sensación de opresión en la que está inmersa la derrotada ciudad austríaca, envolviendo al protagonista, además, en una especie de pesadilla expresionista. Otro elemento fundamental para la creación de este ambiente es el tema principal de la banda sonora, compuesto e interpretado a la cítara por Anton Karas, un músico descubierto por Reed en un bar de mala muerte.

Volviendo al gran Orson, no cabe duda de que su aparición por sorpresa en la parte final de la película, seduciendo y repeliendo al personal con su pinta de enfant terrible y su verborrea retorcida, contribuye enormemente a que El tercer hombre forme parte de la historia del género negro con toques paranoicos. Ahí va una de sus frases más contundentes: “En Italia, durante los 30 años en que reinaron los Borgia, hubo guerras, terror, crímenes, sangre, pero también Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En cambio, en Suiza hay amor fraternal desde hace 500 años de democracia y paz. ¿Y qué han inventado? El reloj de cuco, amigo mío, el reloj de cuco”.

Título: El tercer hombre (The Third Man). Director: Carol Reed. Nacionalidad: Inglesa. Año de producción: 1949. Género: Cine negro expresionista.

Tallulah y las escaleras

Tallulah y las escaleras

Dos de las minirreseñas que publico en mi sección Leer de la revista Fotogramas, en su edición de febrero de 2010:

El grupo salvaje de Hollywood. Dioses y monstruos. Parte I (T&B Editores, 578 págs., 35 euros). Una perla incluída en este libro: Tallulah Bankhead confesando “Mi padre me advirtió sobre los hombres y el alcohol, pero nunca dijo nada sobre las mujeres y la cocaína”. Juan Tejero bucea en las zonas oscuras de las biografías extraoficiales de ’Fatty’ Roscoe Arbuckle, John Barrymore, Errol Flynn, Louella Parsons y otros canallas del viejo Hollywood. Profusa y estupendamente ilustrado.

El desafío del cinéfilo (RobinBook Ma Non Troppo, 256 págs., 19,95 euros). Segunda y última parte del libro Ten Bad Dates with De Niro. La primera se publicó en nuestro país con el título de Sólo para cinéfilos. El crítico Richard T. Kelly reúne una amplia nómina de colegas para jugar a las listas ingeniosas. Un ejemplo: en la lista de “Las 10 mejores utilizaciones de peldaños o escaleras” aparecen films como El acorazado Potemkin, Drácula y Perdición.

arriba, tallulah bankhead

Invictus

Invictus

Hoy, viernes 29 de enero de 2010, publico este texto informativo sobre la película Invictus, en el suplemento Metrópoli, del diario El Mundo. 

Invictus no es la biografía cinematográfica oficial de Nelson Mandela. En realidad, sólo cuenta una ínfima parte de esa biografía. Una muy importante, eso sí. La nueva película de Clint Eastwood recrea con fidelidad lo que sucedió en Sudáfrica durante los meses en los que se jugaron los partidos previos y la final de la Copa del Mundo de Rugby de 1995. ¿Que qué tiene que ver el rugby con la política antiapartheid de Mandela? Más de lo que la gente se cree.

En 1995, el rugby era, oficialmente, el deporte nacional de Sudáfrica, aunque sólo fuese seguido y practicado por una minoría: la blanca. La mayoría negra odiaba ese deporte de afrikaners racistas y prefería jugar al fútbol. Mandela aprovechó la celebración de la Copa del Mundo de Rugby para unir en un mismo bando a blancos y negros, utilizando estrategias diplomáticas básicas y mucha, muchísima mano izquierda. En vez de acentuar las diferencias entre los seguidores del rugby y los del fútbol, entre los blancos y los negros, el mandatario sudafricano puso en práctica una especie de campaña de fervor nacional por el rugby, con la complicidad del capitán de la selección, François Pienaar, y el apoyo de sus colaboradores más fieles.

Mandela, que en la película sale encarnado con asombroso realismo por el actor Morgan Freeman, se entrevista personalmente con el carismático François Pienaar, interpretado por Matt Damon (El talento de Mr. Ripley), y consigue contagiarle un sentimiento de superación capaz de derribar montañas. Uno de los trucos que utiliza para embaucar al jugador de rubgy es recitarle un poema del escritor británico William Ernest Henley, fechado en 1875 y titulado Invictus (en latín, ’invencible’). Resulta curioso que Damon, mucho más liviano y bajito que el auténtico Pienaar, logre hacernos creer que es todo un rompehuesos. ¡Este chico nació con los atributos de Ripley!

La selección sudafricana de rugby, más conocida con el apodo de Springboks (antílopes saltarines), se enfrenta a los Canguros de Australia, los Robles de Rumanía, los Azules de Francia, los Grizzlies de Canadá y los Manu de Samoa, antes de toparse en la final del campeonato con los temibles All Blacks de Nueva Zelanda (ésos que bailan un haka antes de machacarte en el campo). El encuentro se celebra en el estadio Ellis Park de Johanesburgo, ante 60.000 espectadores sentados en las gradas y billones de televidentes en todo el mundo.

Morgan Freeman, amigo personal de Mandela, llevaba años tratando de interpretar al líder sudafricano en la pantalla. Compró los derechos cinematográficos del libro El factor humano (Playing the Enemy), escrito por el periodista británico John Carlin, incluso antes de que éste se pusiese a redactar el manuscrito definitivo. Eastwood entró en el proyecto después de leer un guión de Anthony Peckham (Sherlock Holmes), basado en lo que Carlin le contó en su residencia de Sitges (Barcelona), y filmó la película en Sudáfrica, en los mismos lugares en los que sucedieron los hechos en su día, incluyendo la fachada de la residencia personal del propio Mandela.

Eastwood, como es habitual en él, dirige con pulso firme y línea clara, haciendo fácil lo dificil. En sintonía con el carácter ahí-me-las-den-todas del verdadero Mandela, le sale una película amable, educada y tranquilizadora. No se sufre viéndola ni en los momentos dramáticos, que los hay.

The Lovely Bones

The Lovely Bones

¿Cuántos años hacía que Peter Jackson no estrenaba una película normal? Entre quince o veinte, dirán muchos. Sí, ya, lo que pasa es que The Frighteners, de 1996, no era exactamente una película normal. Salía Michael J. Fox interpretando a un Cazafantasmas hiperactivo. Tampoco Heavenly Creatures, que se estrenó dos años antes, ha pasado a la historia por acatar las normas de la cinematografía fotonovelesca para todos los públicos. Al fin y al cabo, la química entre Kate Winslet y Melanie Lynskey era bastante más venenosa que la de la mayoría de parejas no-lésbicas del cine moderno y postmoderno, incluida la formada por Thelma y Louise o las pornostars ojerosas de Fóllame.

The Lovely Bones es algo así como la versión o perversión Nueva Era de Heavenly Creatures. O sea, una tv-movie de autor, extraordinariamente bien empaquetada, que cuenta una historia sin demasiado interés con unas tremendas ganas de gustar al cinéfago bien alimentado. Entre otros pequeños placeres, ofrece media docena de soluciones audiovisuales impactantes: los primeros minutos fantásmales y azulados de la protagonista, por ejemplo, corriendo entre remolinos de niebla y cruzando las calles vacías de un pueblo vacío, o el apasionante y significativo juego de miradas entre el psychokiller y el policía a través de las ventanas de una casa de muñecas.

De los efectos especiales generados por ordenador, de un mal gusto digital tirando a terapéutico, sólo cabe señalar que se parecen mucho a los de What Dreams May Come (1988), del también neozelandés Vincent Ward. Bueno, y no sólo los efectos especiales se parecen a los de esta semiolvidada película sobre la vida después de la muerte: mucho de todo lo demás, tono y mensaje incluidos, es idéntico.

Chéri

Chéri

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto contemplando una película. Contemplando, más que viendo. Quizás desde Great Expectations, la versión postmoderna de la novela de Dickens realizada con maniática exquisitez por el mexicano Alfonso Cuarón en 1998. Aquellos verdes no eran los mismos verdes que los de Chéri, pero casi. ¡Qué bonita le ha salido esta adaptación menor de un texto mayor de Colette al astuto de Stephen Frears! Bonita de arriba a abajo: jardines, casas de campo, salones, dormitorios, muebles Art-Déco, porcelanas, vestidos, batines, peinados... y jardines, sobre todo, jardines, insisto. Una maravilla.

Otro elemento que forma parte esencial del magnífico atrezzo de Chéri es Michelle Pfeiffer, que sale guapa (el hecho de estar mejor operada que Nicole Kidman ayuda mucho). Guapa, pero forzada. Como todo lo demás, por otra parte, en esta película aburrida como un desayuno a solas y liviana como una brisa matutina de final de verano. Frears hace lo que puede por rememorar Las amistades peligrosas, lo malo es que no cuenta con un guión tan bien alimentado y redondo como en aquella irrepetible y oportuna ocasión. El de Chéri hace aguas por las junturas, aunque esté escrito por la misma persona: el dramaturgo Christopher Hampton. Se repite. Se arruga. Se deshilacha por momentos. Acaba desinflado sobre las baldosas de mármol rosa del cuarto de baño más precioso de la temporada.

Yo no sé si la película está hecha en broma o en serio, si los actores derrochan comicidad o sutileza, si el director ha prestado atención o no a su trabajo durante el rodaje. El caso es que, al final, no queda apenas nada en los bolsillos del cinéfago ladrón de instantes intensos. Nada, excepto esos jardines verdes y rosas, verdes y blancos. Verdes, soleados y civilizados.

Aunque, igual no me he enterado de nada y resulta que el desapego de Frears al contarnos esta historia de amor entre un pipiolo y una mujer madura es el mismo que Colette utilizó en sus dos novelitas breves. Estilo, en suma.

Blood Creek

Blood Creek

Los ejecutivos de Lions Gate no han sabido muy bien qué hacer con Blood Creek. Ni siquiera con el título, que pasó de Creek a Town Creek y finalmente a Blood Creek. La película se ha estrenado mal en Estados Unidos, de tapadillo, sin promoción y en salas de tercera categoría. Quizás no mereciese mejor trato, a pesar de estar dirigida por Joel Schumacher e incluir un par de momentazos desestabilizadores.

La premisa argumental tiene su aquel: en los años treinta, un nazi ocultista se instala en una granja estadounidense para estudiar una piedra rúnica tallada por los escandinavos que visitaron las Américas antes de la llegada de Cristobal Colón. Décadas después, el nazi se ha convertido en una especie de vampiro que chupa sangre de los vivos y resucita a los muertos con frases arcanas.

Schumacher, que este año cumple ya los 71, lo filma todo con su habitual buen gusto y se divierte enfatizando los escenones gore (deslucidos por inoportunos retoques digitales). Desgraciadamente, a pesar de los esfuerzos del director y por culpa de un guión plano y previsible, Blood Creek no pasa de ser un clon cinematográfico de cualquier episodio grotesco de Expediente X o Fringe.

Eso sí, incluye una secuencia muy perturbadora: la de un caballo zombie irrumpiendo con furia en una cocina con la intención de pisotear y morder a los paletos atrincherados en su interior. ¡Qué miedo, tú!

Si quieres verla, descárgatela aquí.

Ricky

Ricky

Hoy, viernes 22 de enero de 2010, he publicado este texto informativo sobre Ricky, de François Ozon, en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo.

“La gente se va a creer que mi mujer se ha acostado con el Ángel de la Guarda”, se queja en un momento clave del metraje el atribulado padre del pequeño protagonista de Tobi, una de las películas más extrañas del cine español. Dirigida y coescrita por Antonio Mercero en 1978, Tobi narraba la historia de un niño (Lolo García) al que le salían unas alas de angelote en la espalda, con las que, al final del film, emprendía el vuelo hacia un lugar ignoto, en compañía de sus amigos los pájaros.

También en Ricky, la nueva tragicomedia doméstica del francés François Ozon (Swimming Pool), aparece un bebé con alitas de querubín. El niño (Arthur Peyret) es el fruto del amor proletario de una pareja formada por Katie (Alexandra Lamy, Lucky Luke) y Paco (Sergi López, Mapa de los sonidos de Tokio). Para la estresada madre, que ya tiene una hija de una relación anterior, Lisa (Mélusine Mayance, serie Vive les vacances!), y para el descuidado padre, que no sabe cambiar unos pañales, la llegada de este regalo del Cielo supondrá un revulsivo dramático de imprevisibles consecuencias.

Basada en un relato de la escritora británica Rose Tremain, adaptado y reestructurado de arriba a abajo para la gran pantalla por el propio Ozon con la colaboración de Emmanuèle Bernheim, Ricky explora distintos territorios genéricos: comienza siendo un fresco neorrealista y social al estilo de Ken Loach o los hermanos Dardenne, y va poco a poco transformándose en un cuento de hadas para adultos, trufado de elementos desestabilizadores, que algunos críticos franceses se han atrevido a comparar con el cine de Luis Buñuel.

“Para mí, la realidad siempre ha estado impregnada de fantasía —afirma el director—. En la película, al igual que sucede en la mayoría de las fábulas, los elementos fantásticos revelan algo real sobre las relaciones humanas. En este caso, sobre la familia como un mal necesario”.

Balabanov y las guerras

Balabanov y las guerras

Estos son algunos de los textos que he ido publicando en los últimos meses en mi sección Leer de la revista Fotogramas.

Aleksei Balabanov. Cine para la nueva Rusia (Festival Internacional de Cine de Gijón, 184 págs., 10 euros). Jesús Palacios saca al oso siberiano que lleva dentro para explicarnos cómo es el cine ruso postperestroiko. Según él, a las nuevas generaciones les atrae la serie negra, el drama mafioso y la comedia pasada de rosca con aderezo erótico. Aleksei Balabanov, autor de la cult-movie Of Freaks and Men, encabeza a este grupo salvaje. El Festival de Gijón de este año también ha editado un interesante libro colectivo sobre la figura y la obra del turcoalemán Fatih Akin (Contra la pared). Fotogramas, enero 2010

Películas clave del cine bélico (Robinbooks / Ma Non Troppo, 296 págs., 19 euros). “El cine tiene el poder de reflejar, ordenar y explicar la guerra hasta el punto de provocarla, justificarla o condenarla y, de esta forma, no cambiar y destruir el mundo sino nuestra percepción del mundo”. Con esta frase aterradora, Edmond Roch marca el tono de un libro en el que, no sólo se analizan a fondo los 100 largometrajes más significativos del género, sino que, de una forma muy sutil, se reflexiona sobre la mismísima esencia diabólica de la representación distorsionada de la realidad. ¿Son ustedes conscientes de que lo que muchos sabemos sobre la Segunda Guerra Mundial se lo debemos, casi exclusivamente, al cine? Fotogramas, enero de 2009

El cine bélico. Diccionario de películas (T&B Editores, 424 págs., 27 euros). José Manuel Fernández es militar condecorado de alto rango. Sólo por eso, su libro merece ser tenido en cuenta. La crítica cinematográfica suele posicionarse en el bando de los intelectuales antibelicistas a la hora de valorar una película de guerra. Fernández no lo hace. A él le interesan los datos históricos que inspiran a los guionistas, la credibilidad bélica de las imágenes rodadas por los directores y la marcialidad fingida (o no) de los actores. Fascinante. Fotogramas, agosto 2009

foto de of freaks and men (1998), de aleksei balabanov

descárgate of freaks and men aquí.

Sherlock Holmes

Sherlock Holmes

Hoy, viernes 15 de enero de 2010, publico este texto informativo sobre Sherlock Holmes en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo.

Guy Ritchie, el exmarido de Madonna, es un londinense de pura cepa, cosecha del ’68, enamorado de los bajos fondos y la mala gente. El tío tiene estilo vistiendo, un carácter sensible que encandila a la primera y un ojo cinematográfico muy contemporáneo. Sus películas son reconocibles a primera vista: Lock & Stock, Snatch. Cerdos y diamantes, RocknRolla. Comedias de acción gansteril todas ellas, repletas de secundarios patibularios y excentricidades narrativas a lo Tarantino.

Con Sherlock Holmes, este británico nacido con una flor en el culo da el salto a la primera división de la industria, poniéndose en manos del megaproductor Joel Silver (responsable de las sagas de Arma letal y Matrix). En su primer trabajo para una major de Hollywood, la Warner, Ritchie ha contado con un presupuesto de casi 100 millones de euros, más de lo que costaron todas sus anteriores películas juntas. El resultado final, en pantalla, es espectacular.

Lo primero que llama la atención en esta nueva versión cinematográfica de las aventuras del detective creado por el escritor Sir Arthur Conan Doyle hace más de un siglo, es la estética del film. El Londres Victoriano y finisecular recreado por Ritchie y sus compinches —la diseñadora de producción Sarah Greenwood (nominada al Oscar por Expiación: más allá de la pasión), el director de fotografia Philippe Rousselot (Oscar por El río de la vida) y la figurinista Jenny Beavan (Oscar por Una habitación con vistas), entre otros— está sumido en el caos de la Revolución Industrial. Es una ciudad bulliciosa, ruidosa, lluviosa, sucia, descontrolada, infestada de maleantes y en constante (re)construcción.

Allí, en el número 221B de la calle Baker, comparten piso y actividades antidelictivas el detective Sherlock Holmes (Robert Downey, Jr., Iron Man) y el doctor John Watson (Jude Law, El Imaginario del Doctor Parnassus). Nada más empezar la película, les vemos en acción repartiendo puñetazos, patadas y golpes de bastón a los esbirros de un tal Lord Blackwood (Mark Strong, RocknRolla), un espeluznante satanista que está a punto de sacrificar a una joven. Una vez detenido, encerrado y juzgado el maleante, Ritchie se entretiene explicádonos cómo viven y cómo son, en la intimidad, los protagonistas de la historia.

El Holmes de esta película no se parece nada al de películas y teleseries anteriores. Tampoco tiene mucho que ver con el de las novelas y relatos de Conan Doyle, aunque Ritchie y los guionistas Michael Robert Johnson, Lionel Wigram, Anthony Peckman y Simon Kinberg insistan en afirmar lo contrario. Disfruta horrores Downey, Jr., convirtiendo al famoso detective en un héroe de acción experto en artes marciales, pero con el carácter puñetero y autodestructivo de un doctor House pasado de vueltas.

En una de las secuencias más llamativas, Holmes participa en un combate clandestino de boxeo sin guantes (una genuina bareknuckle fight: el antecedente directo del boxeo moderno). En este tipo de combates, muy populares entre los inmigrantes irlandeses, los londinenses adinerados se mezclaban con el populacho y apostaban su pasta por alguno de los contendientes. Sherlock, descamisado y musculoso, se pega de bofetadas con un mastuerzo. Antes de rematarlo, imagina cada uno de los golpes que va a arrearle, a cámara superlenta. De esta forma, el espectador puede disfrutar dos veces seguidas con los mejores momentos de una misma pelea.

“En algunos relatos de Conan Doyle aparecen combates de boxeo de este tipo —asegura Ritchie—. El Holmes literario original era practicante de artes marciales, o sea que no resulta ilógico que fuese un excelente luchador”.

Tampoco el Watson de Jude Law se ajusta al modelo original. Más guapo, más joven, más activo y más agresivo que en anteriores ocasiones, incluso se permite el lujo de tener novia y estar a punto de casarse con ella. La chica, por cierto, se llama Mary Morstan (Kelly Reilly, Orgullo y prejuicio), y no se lleva nada bien con el cascarrabias de Holmes.

El otro personaje femenino importante que aparece en el film de Ritchie es Irene Adler (Rachel McAdams, The Time Traveler’s Wife), una peligrosa ladrona de guante blanco que tiene el privilegio de ser la única mujer que ha conseguido enamorar y sacar de quicio a Sherlock Holmes en repetidas ocasiones.

La trama del film se complica cuando Lord Blackwood regresa de la tumba para instaurar un reinado de terror con la ayuda de importantes políticos y ricachones ultraconservadores. Holmes y Watson se meten de cabeza en el barullo, se enfrentan entre sí, son traicionados, pierden la compostura, la recuperan, visitan los peores rincones de Londres y se pelean varias veces con un gigantón indestructible (Robert Maillet, 300).

Para terminar, un par de referencias. Ritchie ha confesado haber visto una treintena de veces Dos hombres y un destino, el clásico sesentero de George Roy Hill, con Robert Redford y Paul Newman haciendo de magnética pareja de forajidos. La relación entre Holmes y Watson en su película recuerda un poco a la de Redford y Newman, salvando las insalvables distancias. Por otra parte, la banda sonora de Hans Zimmer (Piratas del Caribe, El caballero oscuro) incluye algunos compases de El bueno, el feo y el malo, de Ennio Morricone, a modo de guiño cinéfilo.

EL MISTERIOSO COMIC QUE INSPIRO LA PELICULA. Warner Bros. puso en marcha el proyecto de Sherlock Holmes después de ver una versión en cómic escrita por Leonard Wigram y dibujada por John Watkiss, en la que se ponían de relieve las aptitudes boxísticas y espadachinas del detective. El cómic no se hizo con la intención de publicarse, pero Wigram acabó ejerciendo de coguionista y coproductor del film.

Ahora, en serio

Ahora, en serio

Resulta curioso: leo los tres artículos anteriores y apenas me reconozco en ellos. Vaya, que sí, que hago lo que puedo para que las películas sobre las que escribo parezcan interesantes, pero está claro que me quedo a medias.

En realidad, la de los Coen, Un tipo serio, me parece un peñazo. Les tengo tirria a estos brothers desde Sangre fácil. En su día, me entusiasmé con Arizona Baby (ahora, no sería capaz de volver a verla). También me gustó Fargo, creo recordar. Todas las demás, incluida El gran Lebowsky, me ponen un poquito de mal humor.

Número 9 tampoco me parece nada del otro jueves. Demasiado simplona. Los cuatro tópicos postapocalípticos de siempre con un bonito envoltorio inspirado por los monigotes de Burton, el prólogo de Eduardo Manostijeras, la pesadilla prenavideña de Jack Skellington, los alucines surrealistas de los Quay y tropecientas referencias animadas más.

Y Bienvenidos a Zombieland, siendo la que más me divierte, no se merece una salva de fuegos artificiales. ¿Es exageradamente freaky o no lo suficiente? No consigo ponerme de acuerdo.

El próximo viernes, colgaré mi texto informativo sobre Sherlock Holmes, de Guy Ritchie. Otra que me ha dejado más mustio que una sardina el último día de carnaval.

arriba: foto de rising arizona, de los coen, que aquí se tituló arizona baby, como el grupo de folkrockcountry pucelano que tocó el viernes pasado en sidecar (estupendo concierto, por cierto)

A Serious Man

A Serious Man

Hoy, viernes, publico este texto informativo sobre la última de los Coen en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo:

Los hermanos Coen, Joel y Ethan, llevan más de dos décadas escribiendo y dirigiendo películas juntos, en la más irreductible independencia creativa. Su sentido del humor es, por llamarlo de alguna manera, excéntrico. Muchas de sus comedias, de Arizona Baby a Quemar después de leer, pasando por Barton Fink, Fargo o El gran Lebowsky, son, en realidad, pequenas tragedias pasadísimas de rosca protagonizadas por personajes solitarios que sufren en silencio el acoso burlón de los demás.

Un tipo serio, el film que ahora se estrena en nuestras carteleras, se amolda perfectamente a la fórmula humorística patentada por esta pareja de directores, sólo que acentuando más si cabe el carácter autobiográfico del argumento, ya que la acción de la historia está ambientada en el barrio judío de St. Louis Park, en Minnesota, allá por los años sesenta: el lugar y la época que marcaron la infancia de los Coen.

Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg, serie The American Experience) es un profesor de Física agobiado por las calamidades. Su esposa, Judith (Sari Lennick), quiere divorciarse y emparejarse con su amigo Sy (Fred Melamed, Hannah y sus hermanas). Su hija adolescente, Sarah (Jessica McManus), sueña con operarse la nariz. Su hijo, Danny (Aaron Wolff), se pasa el día viendo la tele y fumando marihuana. Su hermano, Arthur (Richard Kind, serie Mad About You), duerme en el sofá del salón. También hay un alumno asiático que le pone de los nervios y una vecina cachonda que toma el sol en topless. A pesar de solicitar la ayuda de hasta tres rabinos distintos, Larry ve cómo todo se desmorona a su alrededor.

Con Un tipo serio, los Coen se ríen de la cultura judía norteamericana basándose en sus propias experiencias, superando en virulencia crítica al propio Woody Allen. Para ello, cuentan con la complicidad de un reparto repleto de desconocidos con talento (Michael Stuhlbarg ha sido nominado a los Globos de Oro por su interpretación, y para Sari Lennick, Jessica McManus y Aaron Wolff, éste es su primer trabajo ante las cámaras).

Un consejo: no lleguen tarde al cine. El prólogo del film, en el que se recrea una vieja fábula hebrea, no tiene desperdicio.

9

9

Este texto informativo sobre la película Número 9 se publicó en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo, el pasado viernes 1 de enero de 2010.

En 2006, una peliculita de once minutos de duración, titulada 9, estuvo a punto de ganar el Oscar al Mejor Cortometraje Animado. Su autor, Shane Acker, un joven licenciado en Arquitectura y Animación por la universidad de UCLA, llevaba ya doce meses cosechando todo tipo de galardones en festivales especializados de medio mundo. Cuatro años había invertido en el proyecto, desarrollando una idea que había nacido a partir de una imagen postapocalíptica. “A finales de los noventa, imaginé un mundo destruido por las guerras —ha explicado Acker—. Los únicos seres vivos de este universo eran unos pequeños muñecos de trapo, ingenuos y tímidos. Empecé a pensar en quién les había creado y cómo sobrevivieron a la catástrofe. Y así surgió la historia del cortometraje y todo lo demás”.

Uno de los primeros fans incondicionales del cortometraje fue Jim Lemley, el productor de La escafandra y la mariposa, entre otros films. A Lemley le sedujo la extraña belleza de la propuesta de Acker. “Me entraron unas ganas tremendas de saber qué les iba a suceder a los protagonistas después del final del corto —confiesa—, y por eso le propuse a Shane hacer un largometraje partiendo de su idea”. Ese largometraje es Número 9, que ahora se estrena en nuestros cines, dirigido por Acker y escrito por Pamela Pettler (La novia cadáver).

A Lemley no tardaron en imitarle otros cineastas interesados en invertir en el proyecto, como Tim Burton (Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet) y Timur Bekmambetov (Wanted: se busca). “Me encantó la idea —afirma Burton—. Recuerdo que una de las cosas que más me atrajo en su día de Pesadilla antes de Navidad fue el hecho de que los personajes no tuviesen globos oculares. Los de Número 9 tampoco los tienen y eso complica la tarea de hacerles expresar sus sentimientos. Pero el talento de Acker es asombroso y consigue que los personajes sientan, se emocionen y nos emocionen con facilidad”.

El protagonista de Número 9 se llama 9, porque lleva ese número pintado en la espalda. En la versión original en inglés, 9 habla con la voz del actor Elijah Wood (El Señor de los Anillos). Es un muñeco de apenas veinte centímetros de altura, confeccionado con piezas metálicas y retazos de tela de saco. Un científico misterioso le ha dado vida antes de morir.

El diminuto y frágil 9 despierta en un mundo arrasado por la guerra. Todo está en ruinas. Por las calles deambula un robot destructor que rastrea cualquier signo de vida para eliminarlo sin miramientos. Muy pronto, 9 entra en contacto con otros seres similares a él, que también llevan un número escrito en la espalda.

Número 1 (Christopher Plummer, El Imaginario del Doctor Parnassus) es una especie de sacerdote cascarrabias que ejerce de jefe del grupo. Número 2 (Martin Landau, Ed Wood) es un viejo genio de la ciencia. Número 5 (John C. Reilly, Magnolia), es un ingeniero que perdió un ojo en un accidente de guerra. Número 6 (Crispin Glover, Beowulf) es un artista atormentado por visiones. Número 8 (Fred Tatasciore, serie Padre de familia) es un forzudo sin cerebro. Los números 3 y 4 son unos gemelos mudos, expertos en catalogar y almacenar datos. Y la atractiva número 7 (Jennifer Connelly, Oscar por Una mente maravillosa) es una guerrera nata.

“Lo maravilloso del cine de animación es que te permite hacerlo todo —afirma Tim Burton—. Y eso supone un peligro para la creatividad, porque te puede hacer perder la perspectiva. Shane Acker tiene muy claro lo que quiere y sabe cómo trasladarlo a la pantalla. Su mundo es fantástico y realista al mismo tiempo. Es tremendamente verosímil. Todo lo que vemos nos recuerda a algo, algún objeto cotidiano, algún lugar, algún monumento, pero al mismo tiempo nos resulta diferente, original, sorprendente. Yo he crecido viendo películas de terror y de monstruos, pero nunca había visto nada como esto. Es fascinante”.

Número 9 está realizada con imágenes digitales generadas por ordenador en los estudios canadienses de Starz Animation, pero el diseño general y el movimiento de los personajes se inspira en técnicas tradicionales. “Mis mayores referentes son maestros de la animación independiente en stop-motion, como los hermanos Quay o el checo Jan Svankmajer —confiesa Acker—. Y también los trabajos animados de Tim Burton y el sabor de ciertas películas cómicas del cine mudo. Sin olvidarnos del mejor cine de acción contemporáneo, como el que hace Timur Bekmambetov. El personaje de la chica luchadora fue una sugerencia suya, por cierto”.

Zombieland

Zombieland

Publiqué este texto informativo sobre Bienvenidos a Zombieland en el suplemento Metrópoli del diario El Mundo, el pasado viernes 18 de diciembre de 2009.

Bienvenidos a Zombieland no es la típica película de muertos vivientes. Tampoco es una de esas parodias terroríficas que se ríen de todo y de todos sin ton ni son. Evidentemente, se trata de una comedia, pero una comedia hipervitaminada, repleta de escenas de violencia, humor negro, negrísimo, y mucho gore de última generación, pringoso y efectivo. A los personajes protagonistas se les quiere enseguida: a ellos, por lo bobos que son casi siempre, y a ellas, por lo perras que pueden llegar a ser a veces. Por si fuera poco, sale Bill Murray (re)interpretándose a sí mismo en plan cazafantasmas zombificado. El film ganó el premio del público en el pasado Festival de Sitges.

“Lo curioso del caso es que no soy un fan de las películas de zombies –explica Ruben Fleisher, el director de Bienvenidos a Zombieland–. La primera que vi fue 28 días después, hace pocos años. Eso sí, cuando surgió la oportunidad de hacer Bienvenidos a Zombieland, me puse las pilas y vi todos los clásicos del género. No quería meter la pata en este tema. Sé que hay montones de fanáticos de los muertos vivientes por ahí fuera. No quería que se enfadasen conmigo. ¡Esa gente es peligrosa!”.

Fleisher tiene un hermano actor, Lucas Fleischer, y mucha experiencia como realizador de making ofs. Ahora mismo ejerce de productor ejecutivo de Fantasy Factory, un reality show de la MTV protagonizado por dos skaters profesionales. El tandem formado por los escritores Paul Wernick y Rhett Reese, guionistas y productores ejecutivos de Bienvenidos a Zombieland, también procede del mundo de la televisión. Su trabajo conjunto más conocido hasta el momento es el reality The Joe Schmo Show para el canal Spike TV. Bienvenidos a Zombieland estaba previsto como un piloto televisivo, antes de saltar a la gran pantalla.

“Tampoco nosotros hemos visto muchas películas de zombies –afirman al unísono Wernick y Reese–. Nos inspiramos en 28 días después y El amanecer de los zombies, como mucho. Lo cierto es que nos dan bastante miedo. De hecho, no hemos pretendido reirnos de los zombies, sino reirnos con ellos. Imaginar lo que puede suceder en un lugar infestado de zombies caníbales es fascinante desde el punto de vista de un guionista con ganas de pasarlo bien. Las películas de zombies permiten tocar temas muy interesantes. Es un género bastante menos simplón de lo que parece”.

Columbus Ohio (Jesse Eisenberg, Adventureland) no se llama, en realidad, Columbus Ohio. Ese es el nombre que le encasqueta Tallahasse (Woody Harrelson, Asesinos natos), el otro protagonista masculino de Bienvenidos a Zombieland, aficionado a bautizar a la gente con los nombres de sus ciudades de origen (o de destino). Columbus es un joven estudiante del montón: aficionado a los videojuegos, solitario, virgen y cobardica. Por cosas del destino, se ha convertido en uno de los escasos supervivientes del apocalipsis viral que ha asolado la Tierra transformando al noventa por ciento de la población mundial en zombies sin mente.

Tallahasse es un cowboy del siglo XXI, un paleto brutote pero con corazón, que viaja hacia la Costa Oeste a bordo de una furgoneta cargada de armas. Columbus y él se encuentran por casualidad y emprenden la ruta juntos, enfrentándose a los muertos vivientes y robando comida en supermercados. En uno de estos supermercados, la pareja conoce a dos hermanas no-infectadas: la adolescente Wichita (Emma Stone, Ghosts of Girlfriend Past) y la doceañera Little Rock (Abigail Breslin, Pequeña Miss Sunshine). Las chicas engañan a los chicos y les roban vehículo y armas.

“El tema principal de la película es la confianza –señala el director, Fleischer–. En un mundo infestado de zombies ¿podemos confiar en alguien? La respuesta está clara: no. Pero todos somos humanos. Los chicos tienen sentimientos, y las chicas, en el fondo, son un encanto. Así que, al final, pasa lo que tiene que pasar. ¡Todo se lía de mala manera!”

LA ESTRELLA INVITADA. Uno de los pasajes más descacharrantes de Bienvenidos a Zombieland se desarrolla en una lujosa mansión de Beverly Hills, en Hollywood. Los cuatro protagonistas, las dos chicas y los dos chicos, se refugian allí para descansar y disfrutar del ambiente. La casa pertenece, supuestamente, al actor Bill Murray, que se interpreta a sí mismo como si fuera una megaestrella decadente que vive de las rentas generadas por las dos entregas de Los Cazafatasmas. Murray va por ahí maquillado de zombie para engañar a los auténticos zombies. Es un tipo tranquilo, pagado de sí mismo, aficionado al golf y a los halagos desorbitados. Cuando Wichita le pregunta si se arrepiente de algo, él responde que “quizás, de salir en Garfield”. Pocos actores de su generación tienen la capacidad de reirse de sí mismos con la pachorra de Murray. Su intervención en Bienvenidos a Zombieland es de las que dejan huella. Para este papel, el director también pensó en Patrick Swayze, que no pudo aceptar la oferta por estar gravemente enfermo.

Paul Naschy ha muerto

Paul Naschy ha muerto

Mañana: Luna llena.
No será lo mismo sin el jefe de la manada.

la foto de paul naschy es de oscar l. tejeda

Nestor mata el viernes

Nestor mata el viernes

Fiesta de presentación del cortometraje Nestor, de mi amigo Sergio Colmenar, en Sidecar (Plaza Real, 7, Barcelona), el viernes 13 de febrero de 2009, a partir de las 21:00 horas, con actuaciones en directo de los grupos Mujeres y Wicked Wanda. Muy recomendable. En el corto salen Salma de Nora y Nati Pink. Desnudas. El corto no es porno. Es violento. E hijojoputesco.

Todo sobre diniofollando.com

Todo sobre diniofollando.com

El periodista José Miguel Villarroya me hizo una entrevista hace un par de meses. Se ha publicado en la revista Primera Línea, en el número del mes de diciembre de 2008. El texto viene acompañado por otra entrevista más amplia, la que le hicieron a Dinio a raíz de su participación en la película porno diniofollando.com, que tuve el placer de dirigir a principios de este año que ya se acaba. Esto es lo que le conté a Villarroya vía correo-e.

¿Cómo surgió la idea de hacer una película porno con Dinio?
Salvador Diago y Victor Diago, de International Film Grup, me comentaron la posibilidad de hacer la primera película porno protagonizada por Dinio y Rafa García. Lo único que necesitaban era un buen proyecto, una idea de guión atractiva, que se pudiese llevar a cabo en el tiempo más breve posible. Enseguida nos fuimos los tres a Valencia para hablar con los gemelos cubanos. Por el camino, se me ocurrió la idea de contar la vida de Dinio en plan parodia, con Carmen de Mairena en el papel de Marujita Díaz. Nada más llegar a Valencia, que estaba en plenas Fallas, se lo solté a Dinio y Rafa. Hubo unos segundos de silencio... y de pronto, los dos se partieron de risa.

El guión también es tuyo. ¿En qué te basaste para escribirlo?
Aquel día, en Valencia, me pasé la tarde y gran parte de la noche hablando con Dinio, Rafa y algunos de sus amigos más íntimos. Me contaron cosas increíbles. Con ese material, hice el guión definitivo. He dejado muchas cosas fuera.

La entrevista a Dinio, además de hilo conductor ¿pretende ser una crítica a la prensa del corazón?
Evidentemente, si haces una película sobre la vida de Dinio, no puedes dejar de lado ese tema. La entrevista está grabada con un estilo televisivo muy evidente. Además, la historia mezcla realidad y ficción, pasado y presente, cine dentro del cine. Nunca estás muy seguro de si lo que cuenta Dinio es verdad o es mentira. Me gusta jugar con estos elementos. Ya en mi primera película porno, Sex Mystère, el protagonista, interpretado por Roberto Malone, que hacía el papel de una especie de cineasta al estilo de Tinto Brass/Federico Fellini, contaba su vida a dos chicas mientras follaba con ellas. En mi opinión, los flashbacks son tremendamente eróticos.

¿Cómo definirías a Dinio como actor porno?
Dinio no deja de ser Dinio nunca. Es decir, que es un embaucador nato. Te gana enseguida con su simpatía, su ingenuidad y su manera de contar (o no contar) las cosas que le pasan. Es un tío natural, con el que se trabaja muy a gusto. Yo creo que, como actor porno, aporta sobre todo frescura, que es algo que hacía mucha falta en este mundillo.

¿Cómo fue la elección del casting?
International Film Grup quería contar en el reparto con al menos un par de actrices importantes, así que no tuvimos más remedio que elegir a Natalia Zeta y Dunia Montenegro, que son actualmente las dos superstars del porno español. Yo, por mi parte, estaba empeñado en trabajar con chicas muy jovencitas, que no se hubiesen operado las tetas y fuesen muy, muy fotogénicas. Por eso elegí a Silvia Rubí, Lora Row, Jessica Blue y Susana Abril. Lo de Mónica Vera fue más bien un capricho personal: adoro a esa chica.

¿Carmen de Mairena fue la primera elección para hacer de Marujita? ¿Por qué la escogiste?
En realidad, tengo que confesar que si Carmen de Mairena no hubiese aceptado hacer de Marujita, yo probablemente me hubiese retirado del proyecto. Ella fue mi mayor motivación. La considero un mito, una leyenda viviente.

¿En que estilo sitúas la película en el panorama del porno español?
Es un porno con famosetes y con guión, destinado a un público masivo no necesariamente experto en el género, aunque las escenas de sexo sean tan contundentes como las de cualquier película X de presupuesto medio-alto.

¿Por qué no realizas una orgía en la escena de los castings en la piscina?
Dinio y Rafa ya tenían sus dos escenas concertadas. La idea original era que en la piscina sólo follasen Mónica Vera, Susana Abril y Samuel Soler. Luego, se apuntaron a la fiesta Dunia Montenegro, Lydia Rouge y el propio Dinio, en plan estrellas invitadas con derecho a roce y chupeteo.

En la escena final con Natalia Zeta y Mónica Vera, esta última desparece un tiempo, para volver después. ¿Es de guión o fue impuesto por alguna de ellas?
Esta era la escena de lucimiento de Natalia Zeta, que es la estrella de la película. Mónica ya había participado en la escena del casting en la piscina. Quería que la atención del espectador se centrase en los dos hermanos gemelos montándoselo con la periodista del corazón. Por cierto, nunca antes se había grabado una dp (doble penetración) con dos hermanos gemelos reales.

¿Nos puedes comentar alguna anécdota del rodaje?
Max Cortés retó a todos los tíos a duelos de polla tiesa. Se trataba de ver quién era el más rápido en empalmar. Ganó a todos los que se atrevieron a enfrentarse a él. Con la excusa de practicar el acento cubano que requería su personaje de jinetera, Dunia Montenegro se llevó una noche entera de fiesta a los hermanos García. La escena entre Max Cortés y Silvia Rubí está basada en un hecho real: la primera periodista que trató de grabarle una cámara oculta a Dinio, acabó follándose a un amigo suyo. Ahora, esa chica es una famosa periodista de televisión. Dinio conserva fotos de la periodista en bragas en su móvil. Yo las he visto. No diré su nombre.

¿Piensas rodar alguna película en breve?
El título en inglés que le han puesto a diniofollando.com es Sex Scandal in Spain: The Cuban Affair. Me gustaría seguir en esa línea, contando en clave porno anécdotas de famosos de la prensa rosa española, sobre todo con toreros, aristócratas y modelos. También quiero empezar una serie gonzo titulada Dreaming Lolitas. Eso sí, siempre con International Film Grup, porque son los únicos que me garantizan independencia creativa y repartos de lujo.

¿Cómo ves el futuro del porno en España?
El porno colgado en Internet está fomentando la aparición de nuevas generaciones de pornógrafos. Eso es bueno. A medio plazo, cuando remita un poco la fiebre del amateurismo y de las descargas gratuitas, gran parte de este nuevo público querrá también volver a consumir películas X bien hechas, como las de antes. Hay que estar preparados, evolucionar, adaptarse al mercado y a los nuevos formatos. La crisis es pasajera. Cuando todo vuelva a la normalidad, empezarán a salir chicas nuevas mucho más guapas que las de ahora.

fotos de xaviphoto.com